En el XVII, todas las personas biempensantes que vivían en Europa tenían una serie de creencias e ideas que, leídas de corrido, demuestran la enorme distancia que hay entre ellos y nosotros.
Porque, a pesar de que tendamos a enunciar agoreramente que estamos rodeados de magufos, el conocimiento humano no ha dejado de aumentar exponencialmente a partir del año 1600. Antes de esa fecha, lo que sabíamos (y sobre todo lo que sabíamos como lo sabíamos) estaba en gran parte estancado. Pero a partir del siglo XVII, gracias a la Revolución Científica, en solo cien años los nuevos conocimientos adquiridos fueron más que todos los atesorados durante milenios.
Para darnos cuenta de este cambio de paradigma que supuso la Revolución Científica (o el nacimiento de llamada «ciencia moderna»), basta con presentar una lista de creencias e ideas de un europeo culto para comprobar hasta qué punto estaba atrapado en la ignorancia, en palabras del historiador David Wootton (La invención de la ciencia, 2017).
Ideas sobre medicina
1. Un europeo bien educado típico, en el año 1600, sostenía que el cuerpo de una persona asesinada puede empezar a sangrar en presencia del asesino. Una forma muy fácil de identificar al culpable y que hace prescindible a figuras como Sherlock Holmes.
2. ¿Que una daga te ha causado una herida? No importa: basta con untar la hoja de la daga con un ungüento y tu herida, voilà, se curará por sí sola. Así te ahorras una buena contaminación de gérmenes si un médico toquetea tu herida, porque en esta época no se conoce todavía (ni siquiera se ha inventado) un microscopio para ver microorganismos.
3. Para conocer los efectos curativos de una planta no es necesario hacer un análisis químico o un ensayo de doble ciego: basta con echar un vistazo a la forma, texto y color de la propia planta, que ya es suficiente pista sobre sus efectos.
4. Si tienes cualquier duda sobre salud, solo debes consultar las enseñanzas en medicina de Galeno, no importa que haya vivido en el siglo II: no hay que cuestionar a los sabios de la Antigüedad (por eso, hay que leer también a Ptolomeo y Aristóteles para resolver otras dudas sobre Historia natural o Astronomía). Además, cuando solo tienes unos veinte libros, ¿qué otra cosa te queda?
Ideas sobre la naturaleza
5. Los arcoíris no son un fenómeno natural, sino una señal enviada por Dios. Y los cometas, por cierto, no son fenómenos astronómicos sin más, sino una señal de mal presagio. Naturalmente, un europeo culto cree en la astrología. Y en los unicornios, aunque nunca haya visto ninguno.
6. Se puede transformar el metal en oro gracias a alguna secreta fórmula alquímica, si bien nadie ha logrado aún encontrarla.
7. El europeo educado está convencido, a pesar de que lo diga Copérnico, de que la Tierra permanece inmóvil y que el Sol y las estrellas giran a su alrededor (bueno, vale, ahora también hay gente que cree que la Tierra es plana).
8. Los ratones y otros animales pequeños no nacen como los seres humanos, sino que son generados espontáneamente. Como Aristóteles llegó a decir que muchos insectos «proceden del rocío que cae sobre las hojas», a mediados del 1500 Ambroise Paré, cirujano de los reyes de Francia, seguía creyendo en la generación espontánea de animales. Un siglo después, el naturalista P. Athanasius Kircher, autor de Mundus subterraneus, era del mismo parecer que Paré.
9. El europeo culto cree en los demonios y en la brujería. Las brujas, por ejemplo, son capaces de invocar tormentas para hundir barcos. También cree en hombres lobo, sobre todo en Bélgica. Y podría estar convencido, como muchos, de que la hechicera Agripa de Nettesheim (1486-1535) tiene un perro que, en realidad, es un demonio disfrazado.
10. No se barrenará la sien con el dedo índice si alguien le cuenta que ha consultado al médico y astrólogo Simon Forman, que usa magia potagia para ayudarte a recuperar bienes robados.
Ideas sobre la mente
11. Personas como Descartes creían que la mente ejercía control sobre el cerebro a través de la glándula pineal. La relación que postuló entre el cuerpo y la mente es llamada dualismo cartesiano o dualismo de sustancias. Sostuvo que la mente era distinta de la materia, pero podría influir en la materia.
12. Los sueños, en realidad predicen el futuro aunque hay que saber interpretarlos correctamente cual oráculo de Delfos psicoanalítico.
13. Lo mejor para aprender es la intuición personal, el pálpito, lo que sentimos, la experiencia personal o la experiencia personal de los demás; y también leer a los clásicos y los que se consideraron personas inteligentes hace siglos, aunque no tengan mucha idea de los nuevos descubrimientos. Al fin y al cabo, la ciencia no sirve para nada. El autor de Los viajes de Gulliver, Jonathan Swift, llegó a decir cien años después que la investigación científica era una pérdida de tiempo porque nunca producía ninguna aplicación práctica.
De toda esta lista de disparates se desprenden dos conclusiones inquietantes. La primera, ya esbozada, es que el año 1600 está muy próximo a nosotros. No estamos hablando de cazadores-recolectores, sino del Renacimiento, el despertar del largo letargo intelectual que había vivido Europa a lo largo de la Edad Media. Una época en la que ya se había descubierto América, y también se habían inventado la pólvora y la imprenta, e incluso Nebrija, Vesalio y Lutero habían puesto en duda teorías sobre la Filología, la Anatomía y la Teología, a pesar de que contradecían los principios aceptados por la Iglesia.
La segunda idea inquietante es que en pleno siglo XXI todavía hay personas que podrían encajar en la descripción del ciudadano tipo del 1600.