Posiblemente ha salido recientemente de la escuela de arquitectura. Estará, por tanto, acostumbrado a las noches sin dormir, los modelos hechos con cartón pluma y las duchas necesarias para evitar una catástrofe biológica y ni una más. Por eso, ahora que ha abandonado ese universo endogámico, le extrañará ver cómo en la calle le miran como un bicho raro. Esta es nuestra pequeña contribución a la normalización entre el colectivo de arquitectos y la ciudadanía de a pie.
1. Intente que lo que está construyendo no haga del mundo un lugar peor. La excusa de «es que si lo hago tan insostenible como me pedían, llaman a otro» ya no sirve. ¡Peor no se puede estar! ¡No hay nada que perder! ¡Valore su trabajo!
2. No trabaje gratis y no se deje explotar. Si la alternativa al paro son 450 euros en régimen de autónomo por 60 horas semanales de trabajo, escupa a su jefe y márchese. Le producirá una satisfacción que no se paga con dinero y, si cumple el ejemplo, todo el mundo hará como usted. Nadie, ningún arquitecto trabajará por una miseria y no quedará más remedio que pagarles un sueldo digno. O mil euros, que sirven para sobrevivir. Este punto es aplicable a otras disciplinas, periodismo incluido. Ah, y es utópico.
3. Proyecte para la gente que va a utilizar ese edificio. Una persona mide alrededor de un metro y ochenta centímetros de altura. En España miden menos y tienen bigote y barriga. Tenga en cuenta esa medida. Con la cerveza funciona lo de «cuanta más mejor». Con el tamaño de las edificaciones no. No es usted más hombre o más mujer por hacer un edificio más tocho. No use materiales que se ensucien, que se desconchen o que se oxiden fácilmente. Cuando la obra termina, usted se va a casa y yo me quedo pagando a una cuadrilla de mantenimiento. Construya como si la casa fuera para usted y no me sea cabrón.
4. Cuando intente explicar su arquitectura, cuando quiera hablar de lo que está haciendo, trate de usar un vocabulario que pueda entender la gente. Es megaguay utilizar expresiones como «tensionamiento del espacio», «proyecto multidisciplinar de encauzamiento de sinergias» o «transversalidad de la funcionalidad». Yo, de verdad, lo haría cada día pero, salvo que le estén contando la mandanga a otros arquitectos, no les va a entender nadie. Si quiere formar parte del mundo real, hable como si perteneciese a él. Otra cosa es que no quiera. Eso ya lo hablamos otro día porque es un problema más grave.
5. En la vida, hay algo más que la arquitectura. Quizá se lo dijo algún amigo o compañero de piso en la época de la universidad. No le hizo mucho caso en aquel momento, vale, pero ahora, ¡saque la cabeza de su mesa! En el mundo pasan cosas muy estimulantes y, sorpréndase, la gran mayoría no las hacen arquitectos. Con un poco de suerte, podrá inspirarse en algunas de esas ideas para hacer mejor su proyecto.
6. Con 45 años usted todavía es un joven arquitecto. Sin embargo, ya no es joven. Asúmalo.
7. Todo el mundo está en esto por la pasta y para trabajar poco. Intente al menos que no se le note tanto como a Santiago Calatrava.
Si eres un imperio, la única verdad de la que puedes estar seguro es que…
Les gustaba leer, pero nunca encontraban tiempo. También les gustaba quedar y divertirse juntos, pero…
La tecnología (pero no cualquiera, esa que se nos muestra en las pelis de ciencia…
La ciudad nos habla. Lo hace a través de las paredes, los cuadros eléctricos ubicados…
Cultivar aguacates en zonas secas es forzar la naturaleza: alto impacto ambiental y un futuro…
¿Qué tienen los chismes, los cotilleos, que nos gustan tanto? Para el ser humano, son…