[pullquote]
«A real gimlet is half gin and half Rose’s Lime Juice and nothing else. It beats martinis hollow».
(The Long GoodBye, Raymond Chandler. 1954)
[/pullquote]
En las noches de Los Ángeles, mientras resuelven asesinatos en tugurios de la mafia, Terry Lennox y el detective Philip Marlowe, gimlet en mano, dedican horas a charlar de lo divino y de lo humano. De esta forma, Chandler presenta en su mejor novela la que se convirtió en su bebida favorita. La bebida de los marinos británicos, esa combinación de ginebra London Dry Gin y el cordial de lima que patentó sir Laughlin Rose –que se convirtió en ingrediente imprescindible en los barcos para evitar el escorbuto– había pasado a la historia como un precedente de lo que supondría para el Martini la primera novela de James Bond.
Pero volvamos al tema que nos atañe: diseñar un cóctel inspirado en Yorokobu. Y el encargado de inaugurar esta sección es la coctelería madrileña 1862 Dry Bar. Su responsable, Alberto Martínez, lo tenía claro: tenía que ser un gimlet, que aportara reflejos de felicidad y nos transportara al país del sol naciente. Y para ello no dudó en introducir pequeñas variaciones de la estricta receta de Chandler. «El cordial de lima lo hemos infusionado con té verde de cerezas, dos iconos –té y cerezas– de la cultura japonesa», explica Alberto.
Como en el caso de Raymond Chandler, la literatura y el cine están llenos de historias y anécdotas en torno al cóctel. Las viejas películas en blanco y negro del Hollywood de los años 30 han sido siempre fuente de inspiración para bartenders. Se toman muchos cócteles en esas cintas de amor y lujo, y se beben en unas pequeñas copas redondeadas. Mucho antes de que alguien inventase una copa cónica –la de Martini– que acabaría imponiéndose.
The Thin Man, de Dashiel Hammet, otro grande de la novela negra americana, fue llevada al cine en 1934 y quienes forman el matrimonio que la protagoniza, y que no dejan de beber cócteles en estas pequeñas copas, se llaman Nick y Nora Charles. «Ellos son el prototipo de pareja sofisticada y elegante que disfruta del cóctel en los mejores locales de la alta sociedad de Nueva York y San Francisco —dice Alberto—, y si Yorokobu Gimlet es un cóctel elegante, nos pareció apropiado servirlo en una Nick & Nora».
1862 Dry Bar
1862 Dry Bar abrió sus puertas en mayo de 2012. Lo hizo en un antiguo palacete de la calle del Pez de Madrid, construido en 1862. Ese año se publicó un pequeño tratado titulado The Bon Vivant’s Companion or How to Mix Drinks, escrito por Jerry Thomas. Fue la primera vez que un bartender revelaba los secretos del incipiente arte de la coctelería americana, y sentaba las bases de mezclas clásicas como los sours, fizzes o juleps. Fue el pistoletazo de salida de la edad dorada de la coctelería.
«Desde el principio quisimos ser un bar clásico, pero en nuestro Malasaña del siglo XXI queremos ofrecer cocktails like they used to be, las fórmulas que funcionan desde hace 200 años con la aportación personal de aquellos que trabajamos en el día a día con nuestros clientes», concluye Alberto, para el que «lo más importante en un bar no son los tragos, sino que el cliente se vaya a casa más feliz de lo que vino».
¿Te animas a prepararlo?
Recuerda: el auténtico gimlet es mitad de ginebra, mitad de lima de Rose. El procedimiento de Yorokobu Gimlet es sencillo. «Utilizar lima de Rose como si fuera el agua de un té. Basta con introducir té de cerezas durante 3 minutos para aportar las notas de sabor que buscamos. Y en lugar de una clásica London Dry, hemos utilizado Roku, una ginebra artesanal japonesa que utiliza esas mismas notas de té y cítricos en su elaboración. Coctelera o vaso mezclador, shaken or stirred. Prepáralo a tu gusto porque la idea es que tomar este Yorokobu te haga un poco más feliz».
Y si te apetece que te lo hagan sus creadores, ven a tomarlo a 1862 Dry Bar, en el 27 de la madrileña calle Pez. El cóctel estará en la carta del local del 21 de diciembre al 31 de enero.