La ciudad de Valencia está de dulce en lo que a arte se refiere. Antes de acoger la capitalidad mundial del diseño el año que viene, nos trae un otoño y un invierno plagados de citas de esas que hay que marcar en rojo en el calendario. Estos días (del 23 de septiembre al 1 de octubre) se celebra el Abierto València 2021. Con ese motivo, hasta 19 galerías de la Comunidad Valenciana abrirán sus puertas en horario continuo durante el fin de semana para inaugurar la temporada y presentar al público sus novedades.
Y para los que Valencia les pille a desmano, el evento se podrá seguir online a través de la plataforma digital de arte RedCollectors. Las exposiciones online a través de la plataforma se mantendrán hasta el 26 de noviembre.
EL ARTE POSTPANDÉMICO SE SIRVE SOBRE UN ESCOMBRO MOJADO
Esta edición llega en un momento particularmente extraño. Entre designios que manifiestan un mundo que se acaba, un medio ambiente que expira y una pandemia que nos ofrece el primer respiro en casi dos años, el arte ofrece una suerte de refugio. Pero al mismo tiempo, nos presenta —es necesario— un reflejo deformado de nuestra propia realidad. Para que lo miremos.
Y para que reflexionemos. Desde ese contexto nos habla Santiago Talavera, cuya penúltima exposición, Hauntópolis, se topó de bruces con una catástrofe que paralizó la vida tal y como la conocíamos. «Las medidas de confinamiento no permitieron que se abriera al público, cuando paradójicamente el proyecto y las obras hablan de la urgencia de replantear nuestras ciudades y entornos naturales en un clima de colapso y lo que ya se ha venido denominando capitaloceno».
En esta edición del Abierto Valencia presenta en la galería Gabinete de Dibujos su exposición El pasado habrá sido un país extraño. Con solo echar una ojeada a la obra que presenta el albaceteño, uno ya puede detectar la vocación de actualidad que destila la exposición. No es solo el hecho de que tanto esta como su predecesora, Hauntópolis, hayan terminado siendo hijas de una pandemia, sino que, como dice el propio artista, se componen de «obras que surgen como una respuesta ético-estética a la encrucijada social y climática en la que nos encontrábamos antes de la llegada de la Covid-19, y que desde el año pasado han tomado un formato y lectura del presente con mayor precisión».
La propuesta de Talavera no solo hace pensar sobre la forma en la que vivimos los seres humanos, sino que nació sujeta a los mismos zurriagazos del destino que nosotros. En abril, la borrasca Lola se cebó con las calles de Madrid. Además de encharcar aceras y calzadas, se coló en tromba por las escaleras del metro, sino que también tuvo tiempo de hacer estragos en el taller de Talavera. «Mi estudio de Madrid se inundó por lluvias torrenciales, dañándose varias obras». Fue pensar que las obras se habían perdido lo que prendió la chispa de la creatividad: «Me llevó a trabajar sobre fragmentos de pared o escombros, recordando a Piranesi y su serie fragmentos de Roma. Toda esta serie de dibujos sobre piedra vienen de esta experiencia, que tiene algo de performático o de metarrelato catastrófico».
HACER ARTE MIRANDO HACIA EL COLAPSO
También Consuelo Ventó, directora de la galería Gabinete de Dibujos, considera que la obra tiene una relevancia contemporánea fundamental. En cierto modo, hay razones para que la exposición llegue a nosotros cuando lo hace. La vida de la muestra anterior, Hauntópolis, se vio truncada por la pandemia. «Siendo una obra que trata sobre nuestra relación destructiva con los ecosistemas y el medioambiente, se vio afectada por lo que puede suponerse una consecuencia más de ese mismo problema», nos dice Ventó.
De cara al Abierto València de este año, pensaron que era lógico que fuese esta exposición la que abriese la temporada. A fin de cuentas, lo hace en un momento en el que «las estructuras humanas están entrando en crisis y debemos concienciarnos de la necesidad de cambios radicales y urgentes en nuestra forma de estar y obrar en el mundo».
En Gabinete de Dibujos, los visitantes se encontrarán (en palabras de Fernando Castro Flórez, doctor en Estética y elegido para trasladar al papel la síntesis de la exposición) con «escenas tremendas dibujadas minuciosamente». Sobre superficies como las de «restos de demolición, formando un conjunto paradójico de ruinas delicadas y preciosas». Todo ello con «el objetivo de plantearnos un futuro en el que el pasado habrá sido extraño, hacernos pensar cómo podría ser ese tiempo».
A pesar de los designios con los que nos bombardean hoy, parece poco probable que el mundo, o nuestra civilización, se vayan a terminar mañana. Pero sí que es verdad que llevamos tiempo viviendo una época post. Posmaterialista desde hace medio siglo, poscapitalista desde hace dos lustros y pospandémica últimamente. Por eso tiene sentido que tratemos de imaginar qué será lo que nos espera. Para Talavera ese ejercicio se concreta en la génesis a artística. «En mi obra llevo años representando estos lugares de después del final, asumiendo que nuestro sistema global va a colapsar para dar lugar después a otra cosa. Es, para mí, en ese espacio donde podemos trabajar imaginando mundos mejores en los que volver a estar juntos».
Entre los retazos de mundos pasados y futuros que componen la exposición de Santiago Talavera resuena la voz de Domenico, personaje de la película Nostalghia, de Andrei Tarkovsky. Sus palabras, reproducidas en bucle, podrían ser la elegía merecida por la humanidad. Quizá pronunciada, en un futuro extraño en el que ya no somos, por seres que no perdieron detalle de lo que hacíamos a lo largo de los siglos. O quizá, esperemos, pronunciada por nosotros mismos hacia una especie a que hemos logrado superar.
«Basta observar la naturaleza para comprender que la vida es simple. Y que se debe volver al punto de inicio. Al punto donde tomasteis el desvío equivocado. Hace falta volver a los fundamentos principales de la vida. Sin contaminar el agua. ¡Qué clase de mundo es este si es un loco el que os dice que deberíais avergonzaros!».