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Conversaciones ortográficas: ¿Puedo adaptar los extranjerismos como me dé la gana?

—Inés, he decidido que no voy a soltar ni un palabro más en inglés. Así que, desde hoy, de mi pluma saldrán sófgüer, jompeich, yintónic, plis, mánayer… Que de mi boca ya salen así.

—No, si a ingenio no te gana nadie. Parece que te hayas inventado un idioma nuevo. ¿No ves que no se te va a entender?

—Será solo al principio, pero ya verás cómo triunfo.

—Pero ¡cómo vas a hacerlo así, a lo bruto! Yo eso no lo veo claro, Rocío. ¡A la RAE vas!

Y a la RAE fuimos. Y le preguntamos de qué dependía que un extranjerismo crudo pasase a ser adaptado. Y si era correcto adaptar a las bravas palabras como sófgüer (por software). Y la cosa no es tan sencilla como a algunos puristas les pudiera parecer.

Normalmente, tiramos de extranjerismos cuando necesitamos nombrar realidades que no existen en español. La tecnología es un buen ejemplo. Empezamos por adoptarlas tal cual nos llegan y la norma dice que debemos marcarlas con cursiva (en textos impresos) o entre comillas (si son manuscritos). Cuando acaban siendo muy comunes en la lengua, los hablantes tendemos a hispanizarlas, como le ocurrió en su día a jamón (que viene del francés jambon); o, mucho más recientes, a palabras como béisbol (baseball), jonrón (home run) o tuit (tweet).

Ahora bien, no toda adaptación es válida y no podemos hacerlo como nos salga de las gónadas. Para que una adaptación triunfe, debe respetar lo máximo posible las grafías originales. De ahí que güisqui, como adaptación de whisky o whiskey, no haya triunfado y que la RAE proponga ahora wiski en su lugar. También es importante que la palabra adaptada se adecúe al máximo a la estructura y norma del español. En ocasiones, bastará con ponerle una tilde: máster. O suprimir la g final en aquellas que acaban en -ng: mitin, pudin, esmoquin, cáterin. En el caso de marketing, la Academia prefiere márquetin, pero dice que también es admisible márketin «puesto que la letra k se ha conservado en muchas palabras de origen extranjero».

¿Por qué, sin embargo, no da por buenas adaptaciones como sófgüer o jompeich? Para la primera, porque su grafía original está plenamente asentada en textos informáticos (software), mientras que, para la segunda, además, existe una alternativa en español: página de inicio. Por si fuera poco, esas supuestas adaptaciones presentan grafías muy alejadas de las formas originales. Y tampoco hay unanimidad en la pronunciación porque hay otras opciones como sófguar, sófuar, sófuer, jómpeich, jóumpeich

Resumiendo: «La uniformidad en la pronunciación, la extensión de uso en la lengua general, la documentación, la relativa cercanía entre la grafía adaptada y la original, la integración en procesos de derivación, entre otros factores, influyen en la hispanización de extranjerismos». Y no hay más que decir, señoría.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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