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Adaptación hedónica: por qué tu nuevo salario, casa o teléfono no te hacen más feliz por mucho tiempo

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La adaptación hedónica, también conocida como la cinta de correr hedónica, es un mecanismo psicológico mediante el cual las personas tienden a volver rápidamente a un nivel relativamente estable de felicidad a pesar de los cambios positivos o negativos en sus circunstancias. Este fenómeno explica por qué ese aumento de sueldo que tanto deseabas, la casa nueva que por fin compraste o el último modelo de smartphone pronto dejan de proporcionarte la euforia inicial y simplemente se convierten en tu nueva normalidad. Comprender este proceso natural del cerebro humano resulta fundamental para desarrollar estrategias de bienestar más sostenibles y evitar la trampa del consumo perpetuo como vía hacia la felicidad.

La ciencia detrás de la adaptación hedónica

El término proviene de la palabras griega hedoné (placer) y hace referencia a cómo nos adaptamos a los cambios en nuestros niveles de bienestar subjetivo. Este concepto fue formulado por primera vez por los psicólogos Brickman y Campbell en su ensayo Hedonic Relativism and Planning the Good Society (1971), quienes lo describieron como un punto fijo de felicidad al que inevitablemente regresamos tras experimentar eventos positivos o negativos.

Frederick y Lowenstein identificaron tres tipos principales de procesos en la adaptación hedónica: el cambio en los niveles de adaptación, la desensibilización y la sensibilización. El primero ocurre cuando una persona experimenta un cambio en lo que percibe como estímulo neutral, manteniendo la sensibilidad a las diferencias de estímulo. Los otros dos implican cambios generales en la sensibilidad a ciertos tipos de experiencias.

Las investigaciones científicas han demostrado que, tras experimentar cambios significativos en nuestras vidas, ya sean positivos o negativos, tendemos a volver a nuestro nivel basal de felicidad. Este proceso de retorno al estado emocional previo está relacionado con nuestros mecanismos neurológicos de adaptación, que evolucionaron para ayudarnos a enfrentar un entorno cambiante.

El ciclo de la adaptación en nuestra vida cotidiana

Este fenómeno se manifiesta claramente en numerosas situaciones cotidianas. Piensa en la última vez que recibiste un aumento salarial significativo. Probablemente experimentaste una oleada de alegría, hiciste planes sobre cómo utilizarías ese dinero extra y quizás incluso te sentiste más seguro y valorado en tu trabajo. Sin embargo, Lucas, Clark, Georgellis y Diener  demostraron en 2003 a través de estudios longitudinales que, después de experimentar eventos positivos como un aumento de sueldo, la mayoría de las personas vuelven a sus niveles previos de bienestar, ajustando sus expectativas y gastos a la nueva realidad.

Lo mismo ocurre con los bienes materiales. El coche nuevo que provocaba miradas de admiración al estrenarlo ahora es simplemente tu coche. El apartamento por el que tanto sacrificio hiciste ha pasado de ser un logro extraordinario a convertirse en el lugar donde vives, con sus defectos e inconvenientes que antes no veías. El teléfono de última generación que sacabas con orgullo en cada reunión social ahora es una herramienta funcional más, y probablemente ya estés mirando el próximo modelo.

Este proceso, según demostró Bruce Headey en 2008, está relacionado con la naturaleza de los objetivos que perseguimos. Los objetivos materialistas o de suma cero (como el éxito profesional, la riqueza y el estatus social) tienen un impacto negativo estadísticamente significativo en nuestro bienestar subjetivo a largo plazo, aunque pequeño. Por el contrario, centrarse en objetivos de suma no cero que enriquecen nuestras relaciones con los demás y con la sociedad (metas familiares y altruistas) aumenta nuestro nivel de bienestar de forma más duradera.

Evidencia científica: el estudio de los ganadores de lotería

Uno de los estudios más reveladores sobre la adaptación hedónica fue realizado por Brickman, Coates y Janoff-Bulman en 1978, titulado Lottery Winners and Accident Victims: Is Happiness Relative? Esta investigación pionera comparó la felicidad reportada por ganadores de grandes premios de lotería con un grupo control y, sorprendentemente, con personas que habían sufrido accidentes graves que les dejaron parapléjicas.

Los resultados fueron asombrosos: los investigadores entrevistaron a 22 ganadores de lotería y 29 personas con paraplejia para determinar su cambio en los niveles de felicidad debido al evento experimentado. Para los ganadores de lotería, el evento había ocurrido entre un mes y un año y medio antes del estudio, y en el caso de las personas con paraplejia, entre un mes y un año.

El grupo de ganadores de lotería reportó sentirse igualmente feliz antes y después del evento, y esperaba tener un nivel similar de felicidad en un par de años. Estos hallazgos muestran que tener una gran ganancia monetaria no tuvo efecto en su nivel base de felicidad, tanto para la felicidad presente como para la esperada en el futuro. Las personas con paraplejia reportaron haber tenido un nivel más alto de felicidad en el pasado (debido a un efecto de nostalgia), un nivel más bajo de felicidad en el momento del estudio, pero sorprendentemente, también esperaban tener niveles de felicidad similares al resto en un par de años.

Roxane Lee Silver reforzó en 1982 estos hallazgos al seguir durante ocho semanas a víctimas de accidentes que habían sufrido lesiones graves. Aproximadamente una semana después del accidente, observó que las víctimas experimentaban emociones negativas mucho más fuertes que positivas. Para la octava y última semana, las emociones positivas superaban a las negativas, sugiriendo que, independientemente de si el evento vital es significativamente negativo o positivo, las personas casi siempre vuelven a su línea base de felicidad.

La trampa del consumismo y la insatisfacción perpetua

La adaptación hedónica tiene profundas implicaciones sociales y económicas. El actual sistema económico se beneficia enormemente de este mecanismo psicológico, creando un ciclo de consumo perpetuo donde las personas buscan repetidamente la euforia de nuevas adquisiciones.

Este fenómeno fue descrito por Keely en ¿Por qué el crecimiento no nos hace más felices?: la utilidad en la cinta de correr hedónica. Su investigación demostró que el crecimiento económico y el aumento de ingresos pueden elevar las aspiraciones y comparaciones sociales, lo que puede tener un efecto negativo sobre el bienestar, contrarrestando el efecto positivo del aumento de recursos.

Mathias Czaika y Marc Vothknecht profundizaron en 2014 en este concepto al estudiar la migración y las aspiraciones, preguntándose si los migrantes están atrapados en una cinta de correr hedónica. Encontraron que las personas se adaptan rápidamente a mejores condiciones materiales, pero siguen comparándose con grupos de referencia que también han mejorado su posición, perpetuando así un ciclo de insatisfacción.

John Knight y Ramai Gunatilaka estudiaron los ingresos, las aspiraciones y la cinta de correr hedónica en sociedades pobres, y encontraron patrones similares: a medida que mejoran las condiciones materiales, las aspiraciones aumentan, manteniendo una brecha constante entre lo que se tiene y lo que se desea.

Estrategias para contrarrestar la adaptación hedónica

Conocer este mecanismo psicológico nos permite desarrollar estrategias para maximizar nuestro bienestar a largo plazo. Los investigadores han identificado varios enfoques efectivos para contrarrestar o ralentizar la adaptación hedónica.

Una investigación fundamental en este campo fue realizada por Daniel Mochon, Michael Norton y Dan Ariely (2008), titulada Bajarse de la cinta de correr hedónica, un paso a la vez: El impacto de la práctica religiosa regular y el ejercicio en el bienestar. En este estudio, los investigadores encontraron que actividades como el ejercicio físico, la práctica religiosa y las redes sociales pueden influir en el proceso de adaptación y ayudar a las personas a bajarse de la cinta de correr hedónica. Estas actividades proporcionan pequeñas pero frecuentes dosis de bienestar que, a diferencia de las grandes adquisiciones materiales, no están tan sujetas a la adaptación.

Ed Diener, Richard Lucas y Christie Napa Scollon (2006), en su revisión Más allá de la cinta de correr hedónica: revisando la teoría de la adaptación del bienestar, señalaron que, contrariamente a lo que se creía anteriormente, los puntos de referencia de felicidad pueden cambiar bajo ciertas condiciones. Estos investigadores concluyeron que las personas no son hedónicamente neutrales, que los individuos tienen diferentes puntos de referencia que son en parte hereditarios, y que pueden tener más de un punto de referencia de felicidad.

Alan Waterman (2007) destacó la importancia de distinguir entre el bienestar hedónico (centrado en el placer y las emociones positivas) y el bienestar eudaimónico (centrado en el significado, el propósito y la autorrealización). Estas dos dimensiones del bienestar pueden tener diferentes trayectorias e implicaciones para nuestra felicidad a largo plazo. Cultivar ambas formas de bienestar puede ayudarnos a crear una vida más satisfactoria que no dependa exclusivamente de la acumulación de bienes materiales.

El punto medio: apreciar sin depender

La adaptación hedónica no es inherentemente negativa. Este mecanismo nos permite recuperarnos de adversidades y no quedar atrapados indefinidamente en estados emocionales extremos. El problema surge cuando desconocemos su funcionamiento y basamos nuestras expectativas de felicidad en objetivos materiales que inevitablemente perderán su potencia emocional.

Anthony Mancini, George Bonanno y Andrew Clark (2011) realizaron una investigación crucial titulada Bajarse de la cinta de correr hedónica: Diferencias individuales en la respuesta a eventos importantes de la vida. Descubrieron que los patrones de adaptación a eventos importantes como la pérdida de un ser querido, el divorcio y el matrimonio pueden variar significativamente entre individuos. Algunas personas pueden mostrar trayectorias relativamente planas, mientras que otras divergen marcadamente de la respuesta modal. Esto demuestra que existe una variabilidad importante en cómo experimentamos y nos adaptamos a los cambios, lo que abre la posibilidad de influir en nuestros propios procesos de adaptación.

Frank Fujita y Ed Diener (2005) estudiaron la estabilidad del nivel de bienestar subjetivo a lo largo del tiempo y encontraron que, para la mayoría de las personas, hay un rango relativamente pequeño en el que varía su nivel de satisfacción. Pidieron a un panel de 3.608 residentes alemanes que calificaran su satisfacción actual y general con la vida en una escala de 0-10, una vez al año durante 17 años. Solo el 25% de los participantes exhibieron cambios en su nivel de satisfacción con la vida durante el estudio, y solo el 9% experimentó cambios significativos. También descubrieron que aquellos con un nivel medio más alto de satisfacción con la vida tenían niveles más estables que aquellos con niveles más bajos de satisfacción.

David Lykken y Auke Tellegen (1996), tras seguir a más de mil gemelos durante 10 años, concluyeron que casi el 50% de nuestros niveles de felicidad están determinados por la genética. Sin embargo, esto no significa que estemos condenados a un nivel fijo de felicidad. Tener un locus de control interno y rasgos de personalidad positivos (especialmente bajo neuroticismo) son los dos factores más importantes que afectan el bienestar subjetivo.

Entender la adaptación hedónica nos invita a reconsiderar fundamentalmente nuestra relación con el consumo y las posesiones materiales. Nos muestra que la felicidad no es un destino alcanzable mediante acumulación, sino un proceso que requiere atención constante a lo verdaderamente valioso: nuestras relaciones, experiencias significativas y contribución a algo mayor que nosotros mismos.

La investigación científica nos revela que la verdadera liberación puede llegar cuando comprendamos que la felicidad duradera no depende de lo que tenemos, sino de cómo vivimos y a qué dedicamos nuestra atención cada día. Como demuestran los estudios, adoptar metas no de suma cero que enriquezcan nuestras relaciones con los demás y con la sociedad en general (es decir, metas orientadas a la familia y altruistas) aumenta el nivel de bienestar subjetivo.

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