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Aitor Saraiba: «Soy dibujante, no ilustrador. Soy muy malo haciendo encargos»

Los personajes de la peculiar mitología creada por Aitor Saraiba no suelen estar solos. Aunque sean los únicos en aparecer en el dibujo, van acompañados de una frase. ¿O son ellos los que escoltan al texto?

La segunda opción sería la correcta en caso de seguir al pie de la letra las tres palabras con las que el artista talaverano se definía en una entrevista: «heavy, marica y poeta».

Aunque en realidad ¿qué más da quién acompañe a quién? El binomio funciona: los trazos y las frases escritas a mano se subrayan mutuamente multiplicando el efecto de su mensaje en quien los mira y los lee.

En la citada declaración, Saraiba se dejó fuera el término «dibujante» para autodescribirse. En la entrevista que concede a Yorokobu, en cambio, deja claro que lo es a las primeras de cambio. Y lo hace con precisión, con cuidado de no pisar la fina línea que separa el dibujo de la ilustración. «Ilustrador es el que ilustra; dibujante, el que dibuja».

En él, esta práctica ejerce un efecto terapéutico. «Dibujar es lo único que me ha salvado el alma. He usado el dibujo como el que usa la escultura, la pintura o la fotografía. Dibujar es una herramienta con la que me he sentido muy cómodo».

No experimento lo mismo durante su experiencia como ilustrador. «Realicé dos o tres encargos y fueron más bien un desastre. Soy muy malo siguiendo órdenes».

Aquella experiencia que, parafraseando a su idolatrado Roberto Bolaño, dice que «nadie con cierto decoro haría», le sirvió para pagar facturas pero no le impidió seguir sintiéndose poeta y dibujante. «Da igual de dónde venga el dinero para pagar tu alquiler. A lo que te dedicas es lo que tiene tu corazón secuestrado».

En sus dibujos y poemas, Saraiba abre las puertas y las ventanas del propio Saraiba para airear su alma. «Desde que tengo uso de razón, son las únicas cosas que me han hecho descifrar los dolores de mi espíritu y el de las personas que tenía a mi alrededor. De no ser por ellos no estaría vivo».

El miedo al papel en blanco para él no existe. El día a día le anega de ideas. «Mis dibujos y poemas están inspirados en la vida cotidiana, en lo que me quita el sueño, en lo que me hace cometer locuras, en las noches inmortales y en las que no quieres recordar, también en las que no quieres olvidar».

Tanta inspiración le da para escribir poemas, dibujar, pero también para crear piezas de cerámica, coser en telar, pintar al oleo, hacer fotos… (En este punto, conviene visitar su web para comprobar sus dotes en cada una de estas disciplinas y, de paso, deleitarse al descubrir una página en la que no hay ‘Home’ sino ‘Hogar’).

¿Artista poliédrico? ¿Multidisciplinar? ¿Hombre del Renacimiento? Que sean otros quienes le pongan las etiquetas. Él solo asegura: «Cada una de esas cosas sale siempre de un poema que seguro he escrito previamente en mi libretilla». Porque para él todo está en la poesía. Al menos, lo que tiene claro es que en ella reside la verdad absoluta.

Al ver su portfolio completo podría parecer que su vocación ceramista surgió como consecuencia de su condición talaverana, pero Saraiba lo niega: «Mis raíces solo me enseñaron a no desfallecer y a escapar de allí». Su infancia no siempre entrañable parece tener bastante que ver con esa desafección que siente hacia la localidad toledana en la que se crió: «Ser marica en un pueblo no es fácil en ningún lugar del mundo».

Por eso, al cumplir los 18 años se marchó de Talavera de la Reina. A partir de entonces, vivió «en todos los lugares que he podido». Entre ellos, Cuenca. Allí trabajó becado en el Museo Internacional de Electrografía. Fue entonces cuando vieron la luz sus primeras publicaciones en formato fanzine.

«En aquella época hacer un zine era una marcianada y más con el tipo de dibujos que los hacía. Fue divertido, de hecho debería volver a hacer fanzines (jejeje). Posiblemente sean la obra más honesta que hice nunca».

Hace años que Saraiba se mudó a Madrid, donde sigue residiendo y a la que sigue «amando». Durante el mes de mayo, la ciudad le demuestra que el sentimiento es mutuo exponiendo algunos de sus poemas visuales en las pantallas gigantes de Callao City Lights.

Por Gema Lozano

Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutenses de Madrid. Parece que fue ayer, pero lleva ya más de veinte años escribiendo -aunque no seguidos, :)- en distintos medios. Empezó en las revistas de Grupo Control (Control, Estrategias e Interactiva), especializadas en marketing y publicidad. Más tarde pasó a formar parte de la redacción de Brandlife, publicación gratuita de Pub Editorial.  Y en los últimos años sigue buscado temas y tecleando en Yorokobu, así como en el resto de publicaciones de la editorial Brands & Roses.

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