He aquí una suerte de buscadores de tesoros. Porque, indudablemente, lo son. ¿Alguien conoce el Centro Documental de la Fundación Anastasio de Gracia, vinculado a la UGT? Su misión: recuperar, conservar y difundir el legado documental y bibliográfico de los sectores productivos de la Federación de Industria, Construcción y Agro. Casi nada… Un trabajo exhaustivo donde el coleccionismo de postales históricas no está exento de piratas.
Ahora vamos al meollo, pero antes aclaremos que no se trata de rescatar las postales físicas que todos imaginamos, acaso el Instagram de los viajes de antaño, «sino el negativo a partir del cual se imprimieron esas postales», precisa José María Uría, coordinador del centro.
«¡Y con esos negativos escaneados se pueden sacar unas ampliaciones excelentes!», exclama. Valoremos su encomiable labor con datos: en los últimos años han logrado adquirir unos 7.000 negativos y han digitalizado ya más de 4.000. «Por tanto, nos quedan aún cerca de 3.000 negativos por limpiar, instalar y digitalizar. Esperamos acometerlo en 2022 para que todo nuestro fondo esté a disposición de la consulta pública», afirma.
Estas instantáneas, reliquias con más de un siglo de antigüedad, conforman parte del patrimonio nacional. Son el retrato de una época, una sociedad o un paisaje urbano, e incluso del estado de ánimo colectivo. «Hay verdaderas maravillas, como la imagen de la plaza de San Marcial en Madrid, que hoy es la Plaza de España. Sorprende el cambio de la ciudad. O una de la Cibeles que refleja las clases sociales claramente. No sé, pienso ahora en una foto de unas niñas en la playa de Mataró, en Barcelona, que parece un cuadro de Sorolla», comenta con pasión el coordinador del Centro Documental de Fundación Anastasio de Gracia.
Porque en aquellos tiempos sin televisión ni móviles ni ordenadores —donde el like se daba cara a cara—, la fotografía sirve para inmortalizar lugares y personas. Y, gracias a las imprentas, estos recuerdos se multiplican y surge el coleccionismo. Y entonces —redoble de tambores— aparece la empresa clave para estos buscadores de tesoros: la Fototipia Thomas. Un emblema barcelonés a cargo de Josep Thomas y Bigas, visionario del oficio. Uno de los referentes de la impresión de postales de España en el siglo XX, que también fue agencia fotográfica y atesora miles de imágenes de todo el país.
«Llegamos a la Fototipia Thomas, cerrada en los 70, por nuestra labor de recuperación de esas estampas sobre la industria», recuerda José María Uría. «Visitamos librerías de viejo y páginas de internet especializadas. Y en 2015 encontramos un negativo que mostraba la Fábrica de Armas de Oviedo. Fue en un portal de coleccionistas que tenía otros 1.500 negativos de muchas localidades y había vendido otros más. Imágenes vinculadas a la Fototipia Thomas».
De ahí empezaron a tirar del hilo. Primero, convencieron al vendedor para que no continuara comerciando con ese material. ¿Por qué? «No era por acaparar, sino por respetar un principio fundamental de la archivística: la unidad del fondo. Si un archivo lo rompes y disgregas, pierdes una cantidad de información enorme sobre lo que cuenta ese archivo completo. Y nuestra preocupación es recomponer esa unidad del archivo de la Fototipia Thomas», explica, añadiendo un ejemplo gráfico para entender esta ley del gremio: «Es como si alguien decidiera vender por separado cada sillar de la catedral de León». Queda claro.
La unidad del fondo, el conjunto… Ser o no ser, esa es la cuestión. Así, el Centro Documental de esta fundación situada en Madrid se ha empeñado en salvar este patrimonio. Quieren rastrear todos esos negativos en manos de coleccionistas particulares para recuperarlos y que acaben en alguna entidad pública o privada. El objetivo: garantizar su supervivencia y disponer de una guía seria, una especie de epicentro cartófilo. Y que las postales estén a buen recaudo, vaya: «A principios del siglo XX, se usan soportes de nitrato muy delicados que requieren un cuidado especial para que no se echen a perder», apuntan.
Y en esta minuciosa búsqueda de tesoros se han cruzado con gente colaboradora y con auténticos trileros. «Hay coleccionistas muy concienciados y otros que solo piensan en enriquecerse, sin criterio de conservación, solo de lucro», constata con indignación Uría. En algún caso, sin dar nombres por deferencia, calculan que la ganancia individual obtenida por el vendedor de los negativos a través de internet ha alcanzado casi los 70.000 euros.
«Hemos visto barbaridades. Ventas de hasta 155€ por negativo y sin proteger la unidad del fondo archivístico». Un mercadeo descontrolado en el que, gracias al esfuerzo de expertos como ellos, se va poniendo orden en el caos.
«Investigadores y curiosos queremos ahora localizar a los autores de esas miles de fotos. La Fototipia Thomas las producía, pero no tenemos la huella para atribuir la autoría de las imágenes. Según los datos recabados, el archivo original y completo de negativos de las postales de Thomas reunía imágenes de 346 localidades de toda España. Queremos dar con los poseedores de estos negativos y hacer una gran exposición que nos permita disfrutar de aquel legado con miradas diferentes. Se nota que algunos fotógrafos priorizan la composición arquitectónica y otros el momento, cómo se vivía», expone, sabedor del valor histórico que representa cada postal.
No en vano, anuncian, la asociación de coleccionistas Anteayer Fotográfico Zaragozano organizará próximamente una muestra en la capital maña con ampliaciones de imágenes añejas «que nos permitirán casi deambular por las calles de la ciudad aragonesa tal y como estaba hace décadas». Y ojalá haya más eventos así.
«Gracias a nuestra investigación, sabemos que 322 negativos de la venta por internet se encuentran en el Archivo Mollat-Moya, la Colección Manuel Ordóñez o la Colección José Luis Cintora de Zaragoza, el Archivo Municipal de Toledo, la Colección Juan Carlos Almazán de Benicasim y Villarreal, la Colección José Antonio Torcida de Torrelavega y la Colección Jerónimo Guilabert de Elche», enumera entusiasmado el coordinador del Centro Documental. Y no es para menos.
Cuentan ya con 7.000 negativos —por qué no decirlo— legendarios. Y siguen tirando del hilo: Fototipia Thomas, coleccionistas sanos y mercaderes inefables por doquier… Estas postales son, sencillamente, patrimonio nacional.