Vithkuqi: el resurgir de un alfabeto olvidado

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Varios eruditos se reunieron para decidir el alfabeto oficial de Albania a principios del siglo XX. Entre los candidatos estaban el turco otomano, el griego y el latino. Para un idioma que hoy hablan seis millones de personas, aproximadamente, eligieron el alfabeto más extendido en el mundo: el latino. Ellos no sabían, o no recordaban, que tenían uno propio.

El diseñador Edon Muhaxheri descubrió recientemente lo que nadie tuvo en cuenta en aquella reunión: que alguien invirtió gran parte de su dinero y de su tiempo en crear y difundir un alfabeto albanés. Salvo un puñado de lingüistas, nadie lo conocía en 2015. A Muhaxheri le empezó a doler el silencio de casi dos siglos y quiso homenajear a aquel hombre, cuya creación nadie recordaba.

Naum Bredhi nació en 1797 en Vithkuq, al sur de Albania. En los años en los que Bredhi crecía en sus calles, solo algunos albaneses ortodoxos y velacos convivían en Vithkuq. Un siglo antes, había sido una ciudad próspera, nexo cultural y comercial entre varias ciudades de la zona. Pero después de sufrir diversos ataques por parte de otros pueblos cercanos, se convirtió en una pequeña aldea relativamente aislada.

El estado de crisis permanente empujó a los últimos vecinos. Entre aquellos emigrantes estaba Bredhi, que tenía 20 años cuando partió hacia Rumanía, cuando aún no se había independizado del Imperio Otomano. Allí se formó como abogado. Pero también allí trató de curarse la herida de la distancia y se convirtió en pionero del movimiento nacional albanés. Si otros movimientos nacionales abogaban por la religión, Bredhi decidió que el principal elemento unificador sería lenguaje.

Bredhi llegó a la conclusión de que los albaneses necesitaban compartir un sistema de escritura: su idioma había cumplido 5.000 años, pero ni siquiera tenía alfabeto. Así que empezó a inventarlo él mismo. En 1824 comenzó un trabajo que le llevó dos décadas y al que quiso dar el nombre de su lugar de nacimiento. La culminación fue un libro llamado Ëvetari, en el que difundió su alfabeto, el vithkuqi.

«Lo hizo empujado por el hecho de que el lenguaje albanés era muy diferente a otros y por su deseo de que tuviera una identidad propia, y no asociada a otras nacionalidades y religiones», explica el artista Edon Muhaxheri, responsable de que en Albania se vuelva a conocer el vithkuqi.

A veces los alfabetos nacen de esa necesidad de compartir en los lugares más amenazados por sus vecinos; del temor a que la próxima invasión acabe con la propia cultura. Así le ocurrió a Meshrob Mashtots, que en el siglo IV inventó el alfabeto armenio como elemento unificador para combatir a los invasores. Después, Mashtots creó el alfabeto georgiano y también el albanés caucásico.

Primeras vocales del alfabeto vithkuqi: a y e. | Edon Muhaxheri

En el sistema de escritura georgiano, precisamente, se inspiró Naum Bredhi a la hora de crear el vithkuqi. También recurrió al latino y a su propia imaginación. «Los documentos anteriores a 1210 muestran que los albaneses usaban alfabetos de otras naciones para escribir su propia lengua, usando reglas gramaticales no estandarizadas», dice Muhaxheri a Yorokobu.

Muhaxheri resalta que Bredhi invirtió gran parte de su riqueza en pagar a la gente, especialmente a curas, para que hicieran copias de su libro a mano y las difundieran. Así llegó el vikhkuqi al lugar que le dio el nombre y sus alrededores, «donde se dice que el alfabeto fue aceptado con gran entusiasmo».

Bredhi reescribió y actualizó el libro para imprimir una segunda edición más completa, esta vez con material de lectura. Pero no todos estaban contentos con él: «El Patriarca Ecuménico de Constantinopla consideró el trabajo de Bredhi una amenaza para la dominación griega en la región, así que ordenó su asesinato».

Las letras KQUY, digitalmente rescatadas por Edon Muhaxheri para Yorokobu

Nadie siguió imprimiendo copias de su libro. La falta de recursos y la carestía que suponía utilizar estos caracteres especiales hizo que las imprentas prefirieran olvidar el nuevo alfabeto y volvieran a imprimir en latino. El vithkuqi fue quedando así en el olvido.

En 2015, Muhaxheri, que es albanés de Kosovo, partió hacia Baltimore para realizar un máster en ilustración práctica. Fue allí donde los aparatos mecánicos empezaron a despertar su interés, especialmente los autómatas decimonónicos. «Una especie de protorrobot mecánico que solía ser una obra de arte entre los relojeros de 1800», matiza.

Este diseñador reconoce que, con más entusiasmo que conocimientos, decidió crear una máquina que escribiera un texto en albanés. Su proyecto, que al principio solo consistía en la máquina de escritura, le permitió digitalizar y renovar un alfabeto perdido, que descubrió por casualidad mientras se documentaba.

SHQIP, que significa: lengua albanesa | Edon Muhaxheri para Yorokobu

Después de realizar varias entrevistas en medios de Estados Unidos, el trabajo de Edon llegó a Albania y a Kosovo como un viral. Tal fue la repercusión que en 2017 la embajada de Kosovo en Estados Unidos y el Ministerio de Cultura de Albania organizaron la presentación de su proyecto en Kosovo y Albania.

«He diseñado un tipo de letra de 16 fuentes que incluye versiones digitalizadas del trabajo de Bredhi, así como mis propios rediseños, con la intención de adaptar el vithkuqi a la lengua albanesa moderna». Para ello, le ha añadido tres letras, mediante el empleo de elementos tipográficos del alfabeto original y siguiendo las indicaciones del experto en alfabetos Micahael Everson.

Piezas del autómata, que será emplazado en el Museo de Educación de Albania | Edon Muhaxheri

El autómata escribano, con cara y manos esculpidas por la artista Noa Heyne, está ahora en Kosovo, a la espera de ubicarse definitivamente en el Museo de Educación de Albania. Además de digitalizar y actualizar este alfabeto, Muhaxheri diseñó un esténcil para que pudiera llegar a cualquiera y para que se adaptara a otras creaciones, en forma de diseños o tatuajes. Su orgullo es saber que el vithkuqi, por lo pronto, se ha empezado a extender a la piel de los albaneses.

Virginia Mendoza

Periodista y antropóloga. Autora del libro 'Heridas del viento. Crónicas armenias con manchas de jugo de granada'. Empecé a escribir en los márgenes de los prospectos. Ahora en Yorokobu.

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