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Aprendiendo a amar con ‘House of Cards’

Dicen que House of Cards trata de la política, del maquiavelismo, del mal; pero también trata del amor. Frank Underwood y su esposa, Claire son un matrimonio que fans y detractores consideran una unión fría, grimosa, de pura conveniencia. Pero Frank y Claire tienen una relación a prueba de todo.

Sobre todo a prueba de felicidad y de moral. Pero funciona. Para resolver situaciones cabronas con tu pareja —si es que tener una pareja te interesa—, observa cómo Frank y Claire resuelven sus conflictos. Hay spoilers por doquier, el que avisa no es traidor.

 

 

Ellos confían el uno en el otro, tienen un pacto. Como las hienas que son, podrían  matar a un animal cualquiera, devorar sus entrañas y después relamerse como si se tratara de chocolate. Incluso podrían matarse el uno al otro, pero suelen centrar esa furia sobre los demás. El enemigo siempre es externo. En su hogar, solo hablan de táctica, estrategia y alianzas. Después se fuman un cigarrito.

Frank sabe quién es y acepta a Claire tal como es. Ella se conoce a sí misma y lo acepta a él. Ambos poseen metas parecidas: una ambición que supera la empatía y la bondad. Ambos se apoyan y se utilizan. Ambos saben perfectamente cuáles son sus prioridades. Pero cuando es capaz de soltar una verdad brutal sobre sí mismo, otros se miran al espejo y solo descubren que les acaba de salir un grano.

Frank y Claire no cometen excesos. No por razones morales, sino porque los excesos abren la puerta a los problemas. Cuando él se emborracha acaba tumbado junto a un examante del liceo militar. Cuando ella pierde las riendas de sus sentimientos, escapa a Nueva York con un examante fotógrafo. La vida ya es bastante complicada para crearse problemas. Frank y Claire no se crean problemas, los resuelven.

El matrimonio nunca habla del pasado. Tal vez en los momentos de debilidad, que suelen ser muy pocos. Y si lo hacen cuando están sobrios, mienten. Para ellos, el pasado tiene la misma importancia que el cascarón de huevo que deja tras de sí un lagarto. Algo así como lo que fueron, pero no lo que son. Frank y Claire no se detienen a rememorar. La vida es corta y ellos tienen muchas maldades que hacer.

Para Frank y Claire, el sexo tiene la importancia que se merece. Óperas, novelas, canciones y poemas hablan del amor, pero en realidad tratan de la pasión. Ellos son adultos y no confunden una cosa con la otra. Saben que, aunque incordie hasta la vejez, la pasión es una ilusión adolescente. La única vez que ella Claire cabalga a Frank lo hace por compasión, para desestresarlo, porque él se encuentra bajo mucha presión. Para la pareja el sexo es un miorelajante.

No es que Frank no tenga pasión. Es consciente de que el sexo está presente en todo, es un estudioso del ser humano. Y el ser humano padece de debilidades, pero él  se permite que las debilidades formen parte de su carácter. Cuando se enrolla con Zoe, Frank está siendo él mismo en su máxima expresión. «Todo tiene que ver con el sexo», dice él. «Excepto el sexo: el sexo tiene que ver con el poder».

Frank y Claire funcionan como dos países aliados y limítrofes. Cada uno tiene su agenda, sus objetivos y sus deseos. Pero los errores de cada uno son responsabilidad de cada uno. Cuando Frank tiene un affaire con la periodista Zoe, Claire solo pregunta si él tiene la situación bajo control. Él contesta que sí. Pero la situación termina yéndoseles de las manos y debe resolverlo él solito. El que rompe paga.

Ella también tiene su affaire con el fotógrafo y desaparece del mapa. Frank averigua dónde está, pero no la persigue. No porque no la quiera, sino porque ellos están para cosas más importantes. Y cuando el siguiente amante de ella —el escritor Tom— pregunta si su marido no interferirá, Claire simplemente responde: «Frank comprende». Discutir es de personas que nunca se han entendido.

Claire, que sin duda es más bella y deseable que su marido, utiliza su atractivo como si fuera un arma. Primero, para distraer al presidente ruso, que desea poseerla como si ella fuera un Ferrari. Después, para humillar a un diplomático de la ONU. Claire es fiel al lema: no dar puntada sin hilo. La única vez que recibe un planteo sexual frontal y lúdico, ella sisea como la boa del Libro de la Selva.

Pero las hienas también cambian de parecer. Cuando los deseos de Claire comienzan a diferir de los de Frank, se desata la guerra. La discusión dura dos minutos, es posible que sea la más larga de la serie y la más corta de la historia. Ellos no discuten, es una pérdida de tiempo creer que se puede convencer a alguien igual de inteligente. Al final, hacen las paces para no destruirse mutuamente, y se vuelven a jurar amor eterno frente a un sacerdote. Mejor hubiese sido ante notario.

Sin embargo, no todos pueden ser como esta pareja ideal. Jackie y Remy, protagonistas secundarios de la serie, son un ejemplo de incoherencia. Jackie es senadora, tiene principios y sentido del deber. Remy es un profesional de la política, pero aún es leal y tiene sus límites. Si les hicieran una radiografía, en sus pechos solo verían un par de peluches. La prioridad de ambos es el amor romántico, es decir, lo imperfecto.

 

Por Claudio Molinari

Claudio Molinari es escritor.

8 respuestas a «Aprendiendo a amar con ‘House of Cards’»

Son el ejemplo perfecto de relación duradera, porque su objetivo no es amarse sino conseguir un mismo objetivo: tener poder hasta no poder más 😉

Precioso artículo, me encatan su análisis, es frío y poético. Lastima que no hable de su deseo de destrucción plasmados en esas fantasias de muerte. Es la demostración más viva de pasión que he visto en la serie.

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