Si un hombre no se come un rosco no es porque sea gordo ni feo o viejo, es porque no sabe soltar un discursito como en las comedias románticas de los últimos veinte años.
Las comedias románticas que se hacen ahora convienen a los hombres. Porque en estas películas los tipos no paran de hablar y hablar… (Pero, oye, no bajan la basura). Gracias a estas películas, los modelos son tipos que no mueven más músculo que la lengua. Por suerte no tenemos que competir con el Rod Hudson de Obsesión, que encima de guapo —y muy hetero en la película— deja de acostarse con niñatas para estudiar quince años medicina y devolver la vista a la mujer que ama. ¡Quince años! Como hombre, escondería también películas como Tú y yo, donde Cary Grant deja su vida de playboy y se mete a pintor de brocha gorda para demostrar a la mujer que ama que ha cambiado.
Tú y yo tiene uno de las ideas más plagiadas del cine: «Si me quieres, Cary Grant, si esto no es un calentón —traducción para los tiempos modernos—, quedemos dentro de seis meses en lo alto del Empire State». Y allí que va el tío, después de haberse mantenido casto durante seis meses, con las manos llenas de callos por trabajar duro y no por estar… en World of Warcraft. Como amante del cine, adoro estas películas; como hombre, prefiero que haya tipos que no tienen que demostrar nada, solo soltar cuatro palabras.
Ahora un tío puede estar wasapeando una hora larga con una mujer en estos términos:
PEPE: T kiero amol… XD
MARÍA: De verdad?
PEPE: De verdad. Eres lo + mejor k m ha pasado.
MARÍA: Nos vemos mañana?
PEPE: Es el partido de futbito con los colegas.
MARÍA: Ah, y el jueves?
PEPE: Como con mis padres.
MARÍA: Pero si vives con ellos.
PEPE: 🙁
MARÍA: Y el viernes?
PEPE: Imposibol. Es la despedida de soltero de mi colega.
MARÍA: Y finde tampoco, claro.
PEPE: Es ke curro.
MARÍA: 🙁 Pero si estás a quince minutos de aquí.
PEPE: No t pongas asin. Eres mi niña y lo sabes.
MARÍA: De verdad?
PEPE: 😉
MARÍA: 🙂
Emoticono va, emoticono viene… Como si un millón de emoticonos computara por quince años estudiando medicina por amor. Por eso a los hombres nos conviene que apareciera Cuando Harry encontró a Sally: aquí nace la comedia romántica boba con protagonistas que se comen la cabeza. Como amante del cine, mi deseo es viajar en el tiempo e impedir que Billy Crystal sea el protagonista de esta historia. (No creo que esto pudiera cambiar el curso de los acontecimientos hasta extremos dramáticos).
¿Recordáis a Harry y Sally? Harry y Sally se pasan diez o quince años como amigos y confidentes. No se acuestan porque temen que la amistad se pierda. Pero como es gente que no está bien de la cabeza, se sabotean a sí mismos con parejas que no les conviene. Es una película de bla-bla-bla. En un momento de la película, Sally está hundida por la última relación amorosa nefasta —en la que se metió ella solita, aunque se veía venir que aquello acabaría mal—, y él la consuela… Y se la lleva a la cama. Los dos se arrepienten: como si acostarse con un amigo fuera acostarse con la hermana o con la madre.
Harry desaparece… Y llega fin de año. Harry está hecho un asco y toma una decisión: da una carrerita para encontrarse con Sally. No es que ella vaya a tomar un vuelo, no es que la casa donde Sally está de parranda se desplace como la isla de Lost. Se pone a correr. Igual para justificar que lleva chándal, porque en los 80 solo llevaban chándal los que corrían. Y una vez allí suelta:
—Te quiero Sally.
—No puedes aparecer aquí, decirme que me amas y esperar que eso lo arregle todo.
Y a continuación suelta un discursito que como amante del cine me produce arcadas, pero como hombre, me conviene:
—¿Qué te parece así? Adoro que sientas frío cuando hay 22 grados fuera. Adoro cómo te lleva una hora y media prepararte un sándwich. Adoro que se te frunza la frente cuando me miras como si estuviese loco. Adoro, después de pasar el día contigo, que aún huela tu perfume en mí. Adoro que seas la última persona con la que quiero hablar antes de ir a dormir.
—Me dices estas cosas y no puedo odiarte, Harry…
Y aquí acaba Cuando Harry encontró a Sally porque tiene que acabar. De seguir, a los tres meses él estaría soltando discursitos para no dar un palo al agua. De aquel discursito, estos lodos. Peliculitas con carreras a pie, en coche, carreritas, palabraría… Ahora los héroes románticos no tienen porque ser héroes, les basta un discurso en la manga. Y luego pasa lo que pasa… Que hay muchachitas y mujeres-mujeres que preguntan en «foros para la mujer» cosas como:
«¿Me ha dicho «que soy su sol», ¿creéis que me quiere? Nunca había dicho eso antes».
«Hoy me dijo que era su niña. Creo que poco a poco se va ablandando…»
La que escribe el último mensaje es de las que cada día escribe cómo evoluciona la relación durante tres semanas. Entonces, escribe:
«No entiendo qué ha pasado: estuvimos el viernes en mi casa, todo muy bien. Y desde entonces no sé nada de él. He llamado a su casa y su madre dice que está muy liado con el trabajo. Pero, ¿tanto le cuesta enviar un mensajito?»
Sí, le cuesta quince años… En este caso, el saber popular tiene la respuesta: prometer hasta meter y una vez metido olvidar lo prometido. Para los tiempos modernos: Wasapear hasta meter y una vez metido olvidar lo wasapeado.
Los héroes románticos de antes de Harry no soltaban discursitos: peleaban con matones, nadaban entre cocodrilos o se tiraban media vida estudiando medicina o contando los minutos para ir a la última planta del Empire State.
Lo más extraño de Cuando Harry encontró a Sally es que el guion está escrito por una mujer (Nora Ephron). Parece que es una forma de vengarse de una amiga. Sí, Melinda, te quiere, te quiere mucho, ¿no ves que te ha dado un discursito? Escribiré un guion sobre eso.
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Ilustración del autor sobre imagen de Joshua Street por Wikimedia.org.
¿Por qué nos conviene a los hombres que las mujeres vean comedias románticas?
