Avisó de que venía un tsunami tecnológico, una ola que quizá se podría surfear. Pero con la crisis de la COVID-19 esa ola se ha convertido en una galerna de proporciones bíblicas. Ángel Bonet Codina publicó El tsunami tecnológico (¡Y cómo surfearlo!) (Ediciones Deusto) hace apenas dos años.
Entonces alertaba de la digitalización del trabajo, del auge de los robots y la inteligencia artificial y de cómo esto podría afectar a nuestra vida. Decía que los robots serían una realidad cotidiana y se mostraba preocupado por cómo encajaría esta realidad el español medio. Veíamos la interacción con personas como algo siempre deseable y no como un posible foco de infección.
Este pequeño detalle hace que el mundo robótico que Bonet perfilaba con aire profético esté empezando a coger forma. Algunas de sus predicciones, como la desaparición del dinero físico, son ya una realidad. Otras, como la erradicación del hambre y las desigualdades, parecen hoy más lejanas que entonces. Incluso hay alguna, como el seguimiento masivo de movimientos ciudadanos mediante apps, que ni él (ni nadie) puedo ver venir. Preguntamos a este experto en innovación e impacto social sobre el incierto escenario que se abre ante nosotros.
¿Conoces algún trabajo concreto que se haya automatizado durante el confinamiento? ¿Los robots han tomado nuestros trabajos mientras estábamos encerrados en casa o más bien hablamos de la normalización de procesos que ya se estaban dando?
La pandemia ha dado un salto muy grande en cuanto a digitalización, tanto de procesos que ya se estaban dando como de procesos completamente nuevos. Lo hemos visto en el ámbito sanitario: se han implantado sistemas de recogida masiva de datos, incluso a nivel internacional. Se han configurado redes de traspaso de datos automatizadas con el resultado de cada test y se ha hecho digitalizado y a tiempo real. Algo similar ha ocurrido en investigación en la búsqueda de la vacuna. Aunque ya existían centros de traspaso de contenidos y know how, de pronto se ha realizado de forma masiva, se ha empezado a trabajar deslocalizadamente con el objetivo común de conseguir una vacuna. Esto ha constituido un hito que permitirá encontrar esta vacuna en dos años, en lugar de en muchos más, como antes sucedía.
En el plano empresarial, lo hemos visto quizá de forma más clara. Muchos procesos que, en febrero de 2020, se hacían aún manualmente, se han tenido que industrializar y digitalizar. De pronto, todo era virtual: las convenciones, las reuniones, las firmas de documentos han pasado a ser digitales en muchos casos… Con el teletrabajo, hemos llevado a cabo una enorme digitalización de procesos en solo 15 días. En dos meses, hemos dado un salto de dos, tres o cuatro años.
Si antes hablabas de un tsunami tecnológico, ¿cómo deberíamos llamar a lo que está por suceder ahora?
Ahora podemos hablar de un tsunami social; el tsunami tecnológico ya ha pasado y aún no nos hemos dado cuenta de que para muchos negocios la forma de subsistir es estar digitalizado. Ahora llega la época en la que viviremos una enorme ola de concienciación social, de impacto social, de respeto por el medio ambiente. El consumidor va a demandar políticas y empresas que tengan un alto nivel de sensibilidad, rechazando aquellas cuya visión sea puramente económica y apoyando aquellas que protejan a las personas y al medio ambiente. Va a demandar que toda la cadena de valor sea más respetuosa, empezando por el uso de materiales reciclados. Esta revolución será muy rápida, será imparable y más profunda, si cabe, que la tecnológica.
En tu libro te mostrabas preocupado sobre cómo los españoles nos adaptaríamos a los profundos cambios que estaban por venir. ¿Ha cambiado la actual situación este escenario y nuestra actitud ante el mismo? ¿Qué análisis hacías entonces y qué análisis haces ahora?
El mercado español ha tenido que adaptar poco a poco, por obligación o por subsistencia, su modelo de trabajar, pero aún queda tanto por hacer… A pesar de todo lo que estamos experimentando, no cambiaría ni una coma del libro. Sigo pensando que, por desgracia, el ser humano no está preparado para esta transformación.
Además, a pesar de todo lo que se habla de la nueva normalidad, creo que vamos a experimentar una vuelta a los orígenes. Si no tenemos un entramado empresarial contundente y una legislación con un modelo claro con la tecnología, el ser humano y planeta en el centro, estamos abocados a volver a lo de antes en algunas cosas. Al final, somos animales de costumbres.
[pullquote]Además, a pesar de todo lo que se habla de la nueva normalidad, creo que vamos a experimentar una vuelta a los orígenes[/pullquote]
¿Por ejemplo? ¿En qué cosas?
En la movilidad. Durante estas semanas, hemos visto cómo el planeta parecía estar respirando; hemos contribuido a darle una pausa al restringir la movilidad en cuanto a coches, aviones… Y ahora ¿qué? Creo que volveremos a lo mismo de antes, no estoy viendo que el modelo productivo tenga una altura de miras como la que necesitamos, no veo que vayamos a aprender de esto y a aprovechar bien la oportunidad que nos está dando esta pandemia. Deberíamos estar aprovechando para cambiar la estructura, para rediseñar un nuevo modelo de ciudades, de empresas, de comportamientos… y no se está haciendo. Aunque lo bueno es que siempre algo queda.
Otra de las cuestiones que vaticinabas en tu libro era el fin de la moneda física por motivos higiénicos y sanitarios. Parece que eso se ha acelerado hasta hablar, no ya de un futuro a corto plazo, sino de presente.
Debemos digitalizar el dinero cuanto antes porque el papel o la moneda suponen un enorme gasto, un costo ambiental, hemos visto que son transmisores de enfermedades… No tiene sentido en una era en la que prácticamente todo el mundo tiene un smartphone, que se puede pagar de forma digital en segundos, hacer transferencias de dinero a tiempo real; que pagar digitalmente es más rápido, más inteligente y eficiente. Parece que seguiremos usando los mismos métodos; se ha acelerado un poco, pero no ha cambiado del todo.
Se ha acelerado bastante. Yo llevo tres meses sin usar dinero físico… Pero sigo sin entender por qué me debería pasar a las criptomonedas como aseguras en el libro.
La criptomoneda es todavía una batalla por ganar; es otro modelo diferente que busca desvincular la moneda a los bancos; propone crear sistemas alternativos de gestión. Cuando se lancen las monedas de YouTube o de Amazon habrán venido para quedarse, serán prácticamente imparables. Este tipo de monedas son una revolución; no entienden de fronteras; ayudarán a romper el espacio. Entonces todo el mundo se pasará a las criptomonedas y verá sus ventajas. La pregunta será si la regulación les va a dejar operar.
[pullquote]A pesar de todo lo que estamos experimentando, no cambiaría ni una coma del libro. Sigo pensando que el ser humano no está preparado para esta transformación[/pullquote]
La robotización siempre ha generado cierto resquemor entre los trabajadores. En un contexto de crisis y viéndonos abocados a ella sin remedio, ¿puede aumentar la pérdida de empleo?
La digitalización a corto plazo elimina empleo, aunque a largo plazo lo crea porque los modelos cambian y se crean nuevas necesidades. Lo que pasa es que la evolución tecnológica es tan grande que no da tiempo a que la sociedad se adapte. Ya lo dije; incluso sin tener en cuenta el escenario de una crisis como la de ahora, visualizaba países como España con un paro estructural del 30% por esto mismo. Hay trabajos que no se van a recuperar, todos los sectores están siendo afectados por esta digitalización, pero algunos mucho más claramente: desde la sanidad, los medios de comunicación, medicina, la movilidad… Como contrapunto, otros sectores crecen y necesitan trabajadores y trabajadoras. Todo lo que es logístico, digital, marketing digital, e-commerce… están viviendo su época dorada.
[pullquote]Incluso sin tener en cuenta una crisis como la de ahora, yo visualizaba países como España con un paro estructural del 30% por la digitalización[/pullquote]
Antes valorábamos en muchos negocios la interacción con otros humanos, el trato cercano era clave en una tienda, un hotel o un bar. ¿Crees que esto va a cambiar? ¿Que como clientes veremos con menos reservas el uso de robots y la digitalización de lo humano?
Sí, cambiará, pero no por la pandemia, sino que será un cambio en general, generacional. Para que cambiase verdaderamente, tendríamos que tener una cuarentena de dos o tres años, que no va a ocurrir. Los niños menores de 10 años ya van a empezar a ver la robótica, la digitalización, como algo natural, estos niños ya estudian digitalmente. La generación actual, en cambio, seguirá rechazando la robotización, pese al miedo a contagiarse.
¿En qué punto estamos, a nivel histórico? ¿Crees que es un punto de inflexión y de ser así, que tiene en común con otras revoluciones tecnológicas o industriales?
En nuestra historia moderna nunca hemos sufrido dos revoluciones (la digital y la social) de tal calado en tan poco tiempo. La última gran revolución fue la industrial y duró 250 años. Estas dos van a durar tres décadas entre las dos. Es un cambio salvaje, en una sola generación cambia todo: la manera de relacionarnos, la forma en la que trabajamos, en la que nos relacionamos con el planeta… El mundo tendrá dos puntos de inflexión: el año cero, nacimiento de Jesús y esta época, en la que el ser humano pasa de ser elemento físico ancestral a estar evolucionado, donde toma conciencia de sus hechos, de su planeta, digitaliza y toma la tecnología como una herramienta. Ahora mismo, aún seguimos malogrando el planeta, donde aún sigue existiendo la esclavitud en cierto sentido, sigue habiendo ricos y pobres y estos últimos son esclavos de los primeros. Creo que vamos a vivir, que estamos viviendo, un nuevo renacimiento.
De momento este renacimiento parece sacado de una novela distópica. El miedo colectivo, la digitalización, apps de trackeo de movimientos, limitación de movimiento o de reunión… Esta nueva normalidad suena muy Orwell, ¿qué riesgos puede suponer?
Muchos, tal y como está concebido. Si los gobiernos lo visualizan y lo conciben como algo táctico y oportunista y no como algo futurista, no será bueno. Si tienes a la población monitorizada y lo usas como herramienta política de influencia ideológica, el riesgo es muy alto. Pero si lo haces con fines de autogestión médica para crear salud inteligente, para proteger a tu población, entonces perfecto. El problema para hacerlo de forma adecuada es que no necesitaríamos políticos, sino científicos, visionarios, filósofos… gente con gran conocimiento que mire una hoja de ruta de décadas y no de quincenas. Este tipo de cosas tiene que ser gestionada por personas que entiendan que la pandemia es una oportunidad de cambiar de forma estructural todo el modelo para el bienestar social y para una concienciación real de cuidado y respeto al medio ambiente.