Icono del sitio Yorokobu

Anha Anha: «Odio que me llamen ilustradora, yo quiero ser artista»

Anha Anha

Hubo un momento en la vida de Ana Macías en el que decidió parar y sentarse a reflexionar sobre su futuro: ¿Qué voy a hacer con mi carrera profesional? ¿Hacia dónde dirigirla? Para entonces, estaba trabajando como guionista y ya se había creado cierto reconocimiento como viñetista a través de su cuenta en Instagram Soy Cardo. Solo tenía una cosa clara: «¡Buah!, es que esto ya no me gusta». Así que tomó la decisión de dejar su trabajo, abandonar el perfil de Soy Cardo y empezar a dedicar más tiempo a su trabajo artístico que al que le daba de comer hasta ese momento.

«Pero yo no sabía qué hacer —matiza—. Para mí fue un momento de bloqueo total durante un año y pico, de probar cosas y fracasar en todo. Y aún sigo así, probar, equivocarme, probar, equivocarme… hasta que consiga hacer algo que me guste cien por cien». Macías, que ahora es Anha Anha, explica que, en realidad, todo ha sido un proceso muy natural, aunque aún no sabe a dónde la llevará. «Lo que hago ahora me gusta, pero aún no me encanta, así que es un proceso bastante largo en el que aún sigo. No estoy todavía definida».

Un proceso que, de momento, le ha llevado a describirse como «artista visual multidisciplinar», que le está dando la libertad de experimentar sin miedo, de atreverse a fracasar. En ese viaje hacia sí misma como creativa, empieza a tener claras ciertas cosas. Por ejemplo, que le encanta el aerógrafo, una herramienta que acaba de comprarse y que da a sus trabajos un toque digital que le gusta mucho. Y que prefiere el mundo físico al digital, aunque aún no lo ha abandonado del todo: ahí estás sus vídeos para demostrarlo.

«Yo creo que lo digital a lo mejor lo dejo un poco más y me voy más hacia lo físico, a usar solo el aerógrafo, que es efecto digital. Tú lo ves y parece digital. Es que me encanta ese efecto porque, al final, soy del 94, de internet… he crecido con todo esto y me gusta».

Y también tiene claro que no le gusta nada, pero nada, el óleo. «De hecho, probé durante un mes el óleo, que iba a clases, y lo odié. Odio el óleo, no sé por qué estaba ahí venga a pintar si no es mi estilo para nada… Pero el aerógrafo sí, me encanta».

Aparte del estilo, lo que más aleja a Anha Anha de Soy Cardo es la madurez, lo que le ha llevado también a intensificar un punto más la acidez de sus trabajos y vídeos. Sin embargo, hay cosas que mantiene, como el sentido del humor y la ironía. «Sí, yo veo que me he hecho mayor, que he madurado. Porque antes era más infantil, eran cosas o traumas que me pasaban y ya he superado, que ya no tengo». Pero conserva intacto el sentido del humor, algo que, asegura, le va a acompañar siempre porque es con lo que afronta las cosas. «Sin embargo, mi estilo lo veo muy distinto ya. Ahora ya sé que he cambiado y pienso en qué voy a hacer. Es también autoconocimiento».

También los temas de los que habla son algo diferentes, al menos en la forma de expresarlos. Ya no es tanto ella y su mundo, sino que abre la mirada a lo que circula por las redes. «A mí me gustan mucho las cosas raras de internet que o se ríen de gente rica —que esas cosas me encantan—, o hablan de obsesiones que tiene la gente por la imagen o de las plataformas por captar tu atención. Me interesa mucho lo digital y cómo nos manipulan. El mundo memes me encanta», enumera.

La ironía está siempre presente en sus trabajos, ya sean dibujos o vídeos (con estos últimos mantiene su oficio de guionista, algo que reconoce que estará siempre ahí). Esa ironía le permite hablar desde una mirada violeta para criticar machismos y micromachismos que se viven en el día a día.

«Es que a mí me encanta el movimiento heterocringe que hay en internet de los hombres cishetero que suben vídeos mostrando su virilidad o su masculinidad, que al final roza lo ridículo. Ese tipo de vídeos que cada vez son más abundantes, que la gente se ríe pero no, porque si están ahí es también porque tienen su gente que los sigue. Pues me gusta criticar eso de una forma divertida para que la gente se pare a pensar». Una crítica, afirma, que le sale de una manera natural porque es su forma de pensar, «no lo medito y digo “Voy a hacer algo feminista”».

Y siempre con el sentido del humor por bandera, porque opina que da más potencia al mensaje, llega a más gente y es más fácil de asimilar.

En este proceso de experimentación, donde aún planea entre el guion, el vídeo y el dibujo, reconoce que lo que más disfruta es la parte de pensar la idea, «hacerla ya me resulta más costoso. A mí me gusta pensar, y sobre todo si es una idea que tarda tanto, se me hace largo. Yo estoy acostumbrada a hacer algo, pintarlo o lo que sea, y subirlo o tenerlo ya. Yo disfruto pensando algo que se pueda materializar en uno o dos días. Esto me gusta, pero cuando tarda tanto ya no, porque han pasado muchos días, lo has visto muchísimas veces y dices “¡buah!, ya me da vergüenza enseñarlo”».

Otra de las ventajas que encuentra en estar aún por definirse es que no le cuesta buscar la colaboración con otros artistas cuyo trabajo admira. Una de las más recientes ha sido con Nicoleta Mureş, con quien creó el vídeo I am a potato (ella se encargó del guion y Nicoleta, del vídeo y la imagen). También ha colaborado con músicos creando algunas portadas de sus discos, y ahora está trabajando con Antolín Murcia, aunque ese proyecto aún tardará en salir.

«Lo que yo no sé lo busco en otros artistas, porque no es posible saber de todo. Yo veo que no sé de nada, aunque este tiempo haya estado aprendiendo cosas. Así que me he dedicado a escribir a artistas que me gustan para proponer colaboraciones». Lo importante, opina, es tener referentes, «eso, al menos, es lo que me ayuda a mí».

Y no tener miedo a equivocarse en esa búsqueda del camino que se quiere seguir. «Yo llevaba fatal probar una técnica nueva y fallar. Ahora soy mucho de tengo que probar porque, si no, nunca voy a hacer nada. Y lo digo por si le sirve de consejo a alguien, un consejo que a mí me hubiera gustado tener en esa época tan de bloqueo. Nunca se termina esto de probar, fracasar, equivocarte, que no te salga nada».

Por el momento, eso es lo que tiene claro. Y también lo que no quiere ser: «Ilustradora. Odio que me llamen ilustradora, yo quiero ser artista».

Salir de la versión móvil