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Aquí tu dinero no vale nada

En tiempos de escasez, no hay más opción que regresar a los orígenes: el trueque. O incluso, hay que trascenderlo y solo dar. No hace falta gastar para tener un buen librero, un reproductor de música o una chaqueta, basta con intercambiarlos o simplemente reciclarlos. En Perú y decenas de países en América Latina, existen las gratiferias, rastros que se organizan a través de redes sociales y donde cualquiera puede intercambiar o simplemente dar lo que ya no necesita.

Al peruano Gustavo Salinas Rojas se le ocurrió hacer un mercado en el que el dinero no vale nada cuando vio un vídeo en redes sociales de Tristán Narvaja, un rastro dominical en Montevideo, Uruguay, en el que algunos llegan a cambiar un mate por un libro o un saco de ropa vieja por unas botas nuevas.

En este lugar bohemio en el que hay tortugas y ratas junto a sombreros vintage, se inició el concepto de la gratiferia: las personas llevan los objetos que ya no necesitan y los ofrecen al público. Algunos hacen trueque y otros simplemente lo regalan porque ya no lo necesitan. «Ese mismo día dije: hagamos una ya, no tenemos que esperar nada. Capté la idea de inmediato, la hice mía, me enamoré de la idea», explica Salinas.

El concepto, concebido originalmente por Ariel Rodríguez, el creador de la gratiferia uruguaya, es sencillo: aquí el dinero no vale nada. Tal como en el neolítico, cuando se intercambiaban herramientas por productos agrícolas, en las gratiferias vale el trueque. Algo inútil para uno puede ser útil para otro.

Desde Argentina hasta México han empezado a proliferar este tipo de ferias, basadas en el comercio justo y el reciclaje. La de Salinas agrega un detalle: no es necesario siquiera intercambiar, aquel que quiera deshacerse de lo que tiene solo necesita poner sus cosas en un stand y ofrecerlas al público. «No se intercambia nada, pues cada uno da lo que quiere sin esperar algo a cambio. Lo que mas se intercambia son las sonrisas».

Las gratiferias mejoraran la productividad, anulan el riesgo financiero y ayudan a concienciar a las personas del valor de las cosas. Su lema es «Trae lo que quieras (o nada) y llévate lo que quieras (o nada). Para algunos, el concepto trasciende al trueque, pues no es necesario un sentido de reciprocidad. Muchos de sus participantes aseguran que se trata de un movimiento político y económico sin ánimo de lucro que sirve para minimizar el impacto ambiental y luchar contra el consumismo.

Por eso, Salinas decidió que Lima necesitaba una. Para cambiar el mundo, afirma, hay que cambiar uno mismo. En la primera gratiferia, reunió a más de 100 personas que ofrecían sus productos y al mismo tiempo algunos servicios como clases de tango, violoncelo, francés, quiromancia. Otros simplemente buscaban compartir y repartían dibujos, poemas y diseños entre todos los participantes.

La segunda fue organizada por una estudiante de un colegio de un barrio marginal de Lima, para que este proyecto integre a todas las comunidades. Actualmente organizan la tercera «Gratiferia de Navidad», que se celebrará entre el 21 y 22 de diciembre. Para ello, Salinas ha buscado el apoyo municipal para tener sonido, estrado y que varias bandas toquen gratis.

La idea es que las gratiferias se esparzan por todo el país. Que más personas organicen este tipo de mercados y que más allá de una iniciativa aislada se convierta en una costumbre y un estilo para desprenderse de las cosas inútiles y compartir. La mayor parte de las personas buscan deshacerse de ropa, libros juguetes, artículos del hogar e incluso alguna vez alguien llevó una alarma de seguridad.

«Aún falta mucho. A algunas personas les cuesta entender de qué se trata, muchas se emocionan con la idea y vienen con todo lo que quieren botar, todo lo que no les sirve, cosas muy viejas, etcétera, pero otras personas sí le ponen mucho cuidado a lo que dan y se toman el trabajo de lavarlo y embolsarlo», apunta.

Cuando la gente pasa y pregunta «¿Cuánto cuesta? » y le responden que es gratis, muchos no lo pueden creer. Pero es verdad. Hay alternativas al dinero. Solo se necesita creatividad.

Por Alejandra S. Inzunza

Alejandra S. Inzunza es periodista de ruta. Desde hace un año recorre Latinoamérica en un VW del 2003, en busca de buenas historias. Puedes leer más sobre su viaje en www.dromomanos.com y seguirlo en @dromomanos.

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