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La película que rompió la pauta del cine español (y no se llevó ningún Goya)

Como un destello, la cosecha cinematográfica española de 2019 ha traído una película muy distinta a todas las demás. No es una comedia sobre guerra de sexos ni costumbrista, no se trata de un cine de denuncia social, ni pone el acento sobre la tragedia de la enfermedad, ni relata hechos o contextos históricos que no debemos olvidar. No, es un festín de humor salvaje sin miedo al qué dirán, en un contexto surrealista y disparatado, puesto todo el servicio de la diversión en el patio de butacas. Su autor es Aritz Moreno (San Sebastián, 1980), que para su debut en largo tomó la decisión (veremos si heroica o suicida), de llevar al cine una joyita no del todo conocida de la literatura contemporánea: Ventajas de viajar en tren, de Antonio Orejudo (Alfaguara, 2000) nominada a cuatro Goyas.

Aritz Moreno, director de ‘Ventajas de viajar en tren’. Foto: David Herranz

¿Una película con la coprofagia como hilo conductor?

Por eso nos llevó cuatro o cinco años encontrar financiación porque no queríamos bajarnos del burro; queríamos esta película o nada. Una vez hecha, creo que el contenido sí que le ha afectado en la distribución, lo mismo que a la venta en otros países. También hay mucha gente que se ha salido de la sala. Menos de la que yo pensaba, inicialmente, pero mucha mucha. La película juega también a eso, a medir los límites de la tolerancia de cada uno. 

[pullquote]Nos llevó cuatro o cinco años encontrar financiación porque no queríamos bajarnos del burro; queríamos esta película o nada [/pullquote]

Rompe tabús, igual hay gente que no puede reírse de las ONG, los conflictos o el destino de los huérfanos de la historia, que no destriparemos…

Nunca mejor dicho (risas). Puede que eso sea lo más fuerte de la película, pero estoy especialmente orgulloso. Entiendo que haya gente a la que no le guste. A mí sí, igual soy un enfermo. Sin embargo, no es algo mostrado en escenas, es todo sutil. 

Lo más bestia viene en un diálogo. Yo con eso me río, a mí sí que me hace gracia, y éramos tan conscientes de lo que estábamos haciendo que, en la memoria del proyecto, yo ya escribí esto como uno de los puntos fuertes de la película, que sería como el efecto de la caja del final de Seven, que todo el mundo dentro ve una cabeza, pero no hay nada. Tu cerebro completa las escenas y siempre es mucho más terrible que lo que puedas mostrar. Jugué a eso, me gusta y estoy satisfecho porque es perturbador. 

Recuerdo mi segundo corto, Cotton Candy, sobre un hombre atrapado en un jersey, que intenté que fuese incómodo. Al final de un festival, se me acercaron dos señoras y me dijeron indignadas: «Tu corto no nos ha gustado nada. Lo hemos pasado fatal». Y de eso se trataba. No te tienes que reír de todo, no todo son comedias. A mí también me gusta pasarlo mal en una sala de vez en cuando. En este caso supongo que habré pillado a alguien desprevenido (risas).

[pullquote]En el Festival de Tokio me dijeron que reconocían la sociedad japonesa en la película. Me hizo mucha gracia. Hablaban filosóficamente de la mentira[/pullquote]

Foto: David Herranz

¿Cómo la han recibido en el extranjero?

Solo la he presentado en Tokio, pero es muy japonesa. Allí ha ido muy bien porque es muy marciana. En la película hay detalles locales de España, pero funcionan en todas partes. Eso pretendíamos, de hecho. En el Festival de Tokio, después de la proyección, hubo un coloquio y preguntaron mucho, algo que no es habitual en los japoneses, y me dijeron que reconocían la sociedad japonesa en la película. Me hizo mucha gracia. Hablaban filosóficamente de la mentira. También les flipó el póster. Resulta que hay una escultura budista superantigua exactamente igual que nuestro cartel. 

La novela de Antonio Orejudo es extravagante, surrealista, complicada. ¿No entrañaba demasiada dificultad llevarla al cine, especialmente en un debut?

Me imagino que me motivó el reto en sí mismo. Funciono mucho así, a base de retos. Es uno de mis libros favoritos, me fascina. Al tener la oportunidad de hacerlo, me volqué a muerte. La novela también ofrece todo lo que me gusta: muchos géneros a la vez, es difícil de clasificar. Se podían hacer muchas pelis en una. De hecho, esta película es mi debut, pero también puede que sea mi última película. No tengo ni puta idea de si conseguiré hacer otra más, pero me he quedado muy a gusto jugando con los códigos del terror, la comedia y el thriller

Es mi novela favorita porque tiene un estilo que engloba todo lo que me gusta. Diálogos brillantes, humor muy negro, con mucha mala baba, que personalmente, como digo, me gusta mucho. Su estructura es muy original, te rompe la cabeza. Habla de cosas muy peliagudas sin miedo a nada. Hablando con Antonio, hay algo que he aprendido, una lección; una vez que me dijo que divertido es lo contrario de aburrido, no lo contrario de serio.  

[pullquote]Antonio Orejudo me ha enseñado que lo divertido es lo contrario de aburrido, no lo contrario de serio[/pullquote]  

Luego fue muy gratificante cuando me dijo (que no sé si será verdad, seguro que no) que cuando hace 20 años escribía la novela en casa en pijama era así como se la imaginaba. Solo con eso, para mí, he cumplido, pero lo que pasa es que la escribió hace mucho tiempo y no se acuerda casi. Yo tengo más fresca la novela que él, seguro. Sin embargo, escuchar eso fue la satisfacción más absoluta. Todo lo que viniera después me daba igual. 

Foto: David Herranz

¿Cómo lograsteis involucrar a Javier Gullón para el guion, que está con la mira puesta en Hollywood?

Fue un poco freak, como todo este proceso. Una vez que le compramos los derechos a Antonio, necesitábamos un guionista serio y potente e hicimos una lista en un post-it (muy lamentable, pero fue así) de nuestros favoritos. Los que eran ideales para esto en concreto. 

A Gullón lo pusimos el primero. Conseguí su mail no sé dónde, yo creo que en Google, ahí buscando; le escribí, le mandé mi último corto y el libro, le contamos todo, que éramos una productora que acababa de abrir. Para mi sorpresa, conocía mis cortos y nos contestó. Dijo que el libro le había parecido mágico y aceptó. Su trabajo ha sido muy fiel a la novela, con cambios muy hábiles. Gente que ha leído el libro y ha visto la película no se ha dado cuenta. 

La historia que se cuenta es extrema, pero lo has hecho en clave realista. ¿Cómo lograste el equilibrio?

El contenido era tan marciano y tan desbarrado que creo que había que rodarlo desde el lado opuesto, como si fuese un thriller, cine muy negro. Mi planificación de algunas escenas era David Fincher total. A Ernesto Alterio, por ejemplo, para su personaje le di la referencia de Hannibal Lecter. La parte de la pareja, de Quim Guitiérrez y Pilar Castro, sin embargo, es un melodrama, en el que sobre todo ellos pusieron mucho de su parte. 

Esa historia que sabíamos que no podía ser realista, pero al menos sí creíble, y con la canción de Massiel que le metimos queríamos llevar al espectador a otro lado, sacarlo de lo más gore con un tema que se titula El amor. Todo ha sido un juego de contrastes. 

Foto: David Herranz

Para un director que debuta, contaste con un plantel top de actores.

Han confiado en mí. Han tenido una generosidad increíble y una confianza ciega. Por las mañanas les decía la mayor absurdez y burrada de lo que teníamos que hacer y ellos siempre tenían una actitud positiva; decían «¡para delante!». Estaba encantado y no me lo creía. Precisamente, lo que más me intimidaba en mi debut era contar con ellos y fue al revés, me facilitaron mucho el curro. 

El papel  de Pilar Castro es a base de gestos, básicamente, una interpretación casi de cine mudo.

Desde el principio hablamos con Pilar y esto lo teníamos clarísimo. Ella estuvo cuatro años esperando a que lográsemos financiación, estaba segurísima de que quería hacerla. El papel de un protagonista que no abre la boca hasta mitad de la película a mí me fascina. Mucho de su texto es en off, por eso es tan importante lo físico en su trabajo. 

Foto: David Herranz

La montaña de basura que aparece ¿era real? Lo cierto es que, para ser de 2000, la idea es muy actual.

Eran 12 metros, una pirámide de andamios con rejas a la que se ataron bolsas de basuras y mierdas varias. Creo que tardaron tres días en hacerla y con un frío que pela. El arte de la película es increíble. Mikel Serrano ha hecho un curro extraordinario con unos medios y facilidades que no eran muchos. 

En el País Vasco ha habido propuestas de tratamiento de basuras similares a las de la película. La novela es de 2000, yo me la leí hace seis años y aluciné con lo actual que es. También tiene un capítulo sobre un inmigrante, que lo tuvimos que quitar por presupuesto, que era totalmente actual. Antonio Orejudo es un puto genio. Sus diálogos son supermodernos. Es muy brillante. 

Foto: David Herranz

Has citado ‘Magnolia’ como influencia.

Una de tantas; las fundamentales, sí, son Magnolia y El club de la lucha. Cuando lo digo la gente me dice «¿pero qué me estás contando?» y eso creo que es buena señal. También Wes Anderson y el cine surcoreano. 

Lo que sí traza una línea tu propuesta es entre el cine lúdico y hedonista y el que trae un mensaje para concienciar a la sociedad y hacer del mundo un lugar mejor.

Estoy de acuerdo en que es lúdica y hedonista, pero creo que, además, acompaña un mensaje bastante importante o varios mensajes. Creo que no hemos abandonado el contenido, pero no nosotros; creo que la novela es lo mismo, una fiesta sobre la ficción pero que habla de cosas importantes. 

Pero como comedia que no se refiere a la guerra de sexos, como hacen el 90%. Sí que es ajena a esa mentalidad de «el cine no es para reír», ese rollo, digamos, judeocristiano.

Precisamente nos reímos de todo eso, del universo judeocristiano. Creo que sí que hay cine social, pero no está en un tono de cine social. Ese es el juego, el contenido va por un lado y la forma por otro. 

Foto: David Herranz

Una frase tuya: «A mí lo normal no me atrae».

Pero en la vida, en general. Para empezar, no creo que nadie seamos normales y si alguien lo es, creo que debe ser muy aburrido y muy poco interesante. Me gusta lo diferente, lo que no conozco. Me gusta mucho aprender. 

¿Cómo será tu siguiente película? ¿Te gustaría mantener una misma línea que fuese reconocible en el acto como la de un Roy Andersson?

Me encantaría mantener el nivel de esta película, pero no soy muy optimista. Primero porque no soy un autor, no soy alguien al que se le vaya a ocurrir una idea guay; me alimento de lo que leo. Es muy difícil encontrar algo de este tipo, como el texto de Orejudo, no digo que ni mejor ni peor. Lo siguiente seguramente sea algo más tradicional. Ojalá pudiera seguir una línea de un humor incómodo. Has dicho Roy Andersson, podría ser Lanthimos; o Fincher, que me flipa, es mi director favorito. Pero con hacer algo interesante me conformo. 

Foto: David Herranz

Pero siguiendo tus cortos hasta esta película sí que hay un denominador común muy marcado que es el humor negro. Cólera, por ejemplo, basado en un cómic de Richard Corben.

En realidad, es de Bruce Jones, que fue el guionista de esa historieta. Lo aprendí a base de palos porque en la primera versión del corto acreditamos a Corben, con el que no logramos hablar jamás. A mí es un autor que me flipa. Y tuvimos una movida bastante seria con Jones porque le llegó el corto y nos dijo que la historia era suya. Hubo un lío y tuvimos que cambiar los créditos. 

Esa historieta la leí con 16 o 17 años y fue mi primera idea para un guion de corto. Lo que pasa es que nunca lo llegué a hacer porque había algo que me faltaba. Un día descubrí que la manera de contarlo era como lo hicimos, con un falso plano secuencia, una virguería; me sirvió de experimento técnico; y salió. 

En el corto Por qué te vas se me quedó grabada la escena en la que resucita el muerto. Desde bajo tierra saca la mano al exterior, la típica escena icónica, pero aquí le arranca la bolsa testicular a una persona, al vivo.

Ese corto es un regalo que le hicimos a José Luis Rebordinos cuando dejó la Semana del Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián. Eran chistes más bien personales para él y para el público del festival. Tenemos un vídeo con el audio de cuando se proyectó, con el sonido de la sala, en el que se ve muy bien cómo funcionan esos chistes. 

Foto: David Herranz

El eslogan con el que has vendido esta película es «La verosimilitud está sobrevalorada». Has reiterado que es una celebración de la ficción.

No tienes por qué ponerte ultraserio en plan alegato para contar una historia. Siempre nos hemos contado historias de manera lúdica, para sorprendernos, emocionarnos y divertirnos. Orejudo, de hecho, reflexionaba sobre eso. En el final del libro, aparece Ángel otra vez, el personaje que muere en la explosión, porque es ficción. Está vivo, ¿por qué? Pues porque en la ficción puede volver a estarlo. Hemos hecho un intento de romper las normas, un pacto con el espectador en el que se puede dejar llevar, pero siempre se le va a recordar que está viendo una película y a partir de ahí, no sé, ya es tu responsabilidad. 

Ha habido tres películas sobre posguerra y guerra civil nominadas a mejor película este año a los Goya, y Ventajas de viajar en tren no ha entrado. ¿Este tipo de cine siempre se moverá en la periferia?

Este cine siempre va a ser minoritario, pero a la vez creo que debe serlo. Está bien que lo sea, pero no por nada, lo es de manera natural. En España, una película así nunca va a llevar a dos millones de espectadores al cine. 

[pullquote]Me gustaría saber qué hubiese pasado si el nivel de promoción de Ventajas de viajar en tren hubiese sido como el de las películas que están en televisión constantemente, que hubiese sido un puto bombardeo, a ver qué hubiese pasado[/pullquote]

¿Por qué?

Se mezclan muchas cosas. Está lo de películas grandes apoyadas por teles grandes o lo de Los 40 Principales con sus números uno. ¿Por qué te gustan?, ¿porque son buenos o porque lo repiten constantemente, que aunque no te guste ya se te queda para siempre en la cabeza? Me gustaría saber qué hubiese pasado si el nivel de promoción de Ventajas de viajar en tren hubiese sido como el de las películas que están en televisión constantemente (tienen dos páginas en el periódico), que hubiese sido un puto bombardeo; a ver qué hubiese pasado. 

Igual hubiese sido un fiasco y es normal que tenga que estar en circuitos minoritarios o igual no. Lo mismo resulta que la gente disfruta y le pueden gustar este tipo de películas y lo que pasa es que no tiene oportunidad.

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