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El arquitecto que declaró la guerra a las líneas

Érase una vez un arquitecto y urbanista con un problema de conciencia. Por un lado, estaba lo de su amor incondicional hacia la arquitectura y el urbanismo, las dos ciencias a las que dedica su vida, su tiempo, sus investigaciones y sus recursos. Por otro, todas aquellas líneas, medidas milimétricas, lindes y estructuras inamovibles que le exigía manejar su oficio. Para ser francos, no podía soportarlos. «Quiero cambiar la forma de delimitar», dice sin apocoparse este joven candidato a doctorado en el departamento de Visual Cultures de Londres. «Creo que hay una nueva forma de entender la arquitectura. Una nueva manera de categorizar los espacios».

Daniel Fernández Pascual (España, 1984) se ha metido en un proyecto de investigación cuya duración estimada es «el resto de su vida». «Se centra en la construcción de espacio informal y relacional a través de nuevas tácticas y vacíos legales», trata de dejar claro. Su intención, al parecer, es algo así como romper con los límites reales y legales entre espacios tal y como los tenemos concebidos y, a través de nuevas herramientas y metodologías con las que va experimentando, conseguir plasmar realidades móviles en vez de las estáticas que hasta ahora nos ofrecen los planos, mapas y reglamentos.

¿Y si en vez de metros utilizásemos sabores? ¿Y si los planos de una sala de fiestas pudiesen indicar dónde está el confeti o dónde suena la música? ¿Podría la semántica y la tradición oral utilizarse para decidir la reubicación urbanística de todo un pueblo? ¿Cómo se mapea la comida ambulante?

«Las reglas de la arquitectura y el urbanismo están muy fijadas. Mi padre trabajaba de urbanista para la administración y sé que conocía cada una de las reglas, porque así se lo exigían. Y lo que pienso yo es que el error del urbanismo, por ejemplo, es que te enseñen las reglas en lugar de enseñarte a cómo pervertirlas», dice este talibán de los experimentos. «Y en la arquitectura, lo mismo. Me inspiran mucho las ideas del arquitecto Miguel Paredes, que contradiciendo la «firmeza, utilidad y belleza» de Vitrubio, abogaba por lo «feo, inútil e inestable»».

Para dar con las nuevas herramientas que le permitan travestir el modo de tratar con estas ciencias cuadriculadas, Fernández Pascual elabora experimentos internacionales, a modo de ensayo y error, de sus nuevos métodos. Las investigaciones y resultados los deja luego plasmados en su web Deconcrete, a la que define como «una base de datos de cualquier disciplina, pero vinculada a cómo construir espacios vivideros. Fenómenos, hechos que te chocan y generan un discurso. Una categoría de distribución de las cosas que no se desarrolle en abierto-no abierto; efímero-no efímero; hormigón-ladrillo… Hay que representar esas cosas que hasta ahora no se nos ha ocurrido representar».

Su transgresión conceptual a las cátedras milenarias a las que declara la guerra comienzan en un aprovechamiento de los vacíos legales en las normas urbanísticas y arquitectónicas para ocuparlos con sus metodologías. De ahí que le hayan salido fans. Aparte de reconocidas becas, galardones, conferencias internacionales y un pase para subirse al escenario de los TEDx y denunciar la especulación urbanística española a través de un gazpacho.

Para algo ha inventado un modo de repintar la geografía urbana y rural, y los límites entre el mar y la tierra, a base de sabores (Cooking sections). Una apuesta por los mapas comestibles. Ese, por ejemplo, es uno de las instrumentales que ha diseñado para trabajar en la nueva arquitectura que está fabricando.

En Berlín adquirió esencia con su proyecto Partytopias. Se trataba de un mapeo de la escena de ocio nómada en la capital alemana, esos espacios «okupas o no» de construcción más frágil, básica, «que funciona como un entorno de alojamiento temporal en un espacio y tiempo interrumpido», explica. «La escena de la fiesta en Berlín se ha configurado como uno de los campos más ricos de pruebas para las prácticas de asentamientos que viven en la ciudad contemporánea. Y estos espacios son oportunidades inmensas para trabajar en la configuración de nuevas ideas estructurales. Saber en un lugar dónde puedes comer, dormir, bailar, jugar o follar. Ya no vale solo con un DJ y una barra».

Pero es que Fernández Pascual lo mismo está de fiesta berlinesa, que se traslada a Alaska a tratar de utilizar la semántica y el análisis del lenguaje para trazar los planes urbanísticos de un pueblo con determinados problemas de ubicación.

En España, uno de sus proyectos estrella fue la delimitación gastronómica que realizó en relación al de la ley de Costas y el conflicto entre el Estado y los explotadores de unas salinas de Castellón. Eliminó la línea que prefija la ley -que además en España apenas está oficialmente delimitada por cuatro provincias- y distribuyó las ubicaciones por sabores. Lo hizo porque opina que «los mapas de dos dimensiones ya no funciona. Hace falta una tercera y una cuarta dimensión».

En México DF no se la ocurrido otra cosa que, junto a otros creadores, fijar en el mapa la comida ambulante, que es eso, ambulante. Y además clasificarla.  Ahora anda detrás de conseguir repetir la idea que tuvieron unos andorranos, que aprovecharon un vacío legal para rifar su casa en una Lotería y así deshacerse de su hipoteca con las ganancias (The housing act); y también trabajando para hacer avanzar una plataforma -que acaba de crear- donde pretende que 70 organizaciones europeas antidesahucios aúnen ideas para tratar de impulsar una ley comunitaria de la vivienda.

«A lo que me dedico yo es a eso, arquitecturas inestables», define. «Aún hay que investigar muchas más herramientas y parámetros para poder formalizar estos métodos, que opino que deberían sustituir a los otros porque son más avanzados e integradores».

Al final su dilema lo ha resuelto a base de inventarse un urbanismo y una arquitectura a su medida, es decir: carente de ella. «Foucault decía que la frontera solo es un límite para que circule el capital, para que haya diferentes precios», comenta este verdugo de las líneas prefijadas. «Yo apuesto porque circule el valor, pero también la línea. Creo en el capital como circulación de fronteras, y no en fronteras como circulación del capital».

Por Jaled Abdelrahim

Jaled Abdelrahim es periodista de ruta. Acaba de recorrer Latinoamérica en un VW del 2003. Se mueve solo para buscar buenas historias. De vez en cuando, hasta las encuentra.

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