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Arquitectura sensata para un mundo sucio

Cada segundo generamos en el planeta 64 millones de kilos de basura. Nos come -literalmente- la mierda. Deshechos de metal, plástico, vidrio, cartón, que en la mayoría de casos acaban en vertederos incontrolados convertidos en ciudades infames donde viven y trabajan una legión de desheredados. El vertedero de La Pascana, cerca de Arequipa (Perú), es uno de esos lugares inhóspitos que lleva años creciendo a la sombra de la indiferencia de los que gobiernan. A falta de respuestas políticas, Carlos Bartesaghi y su equipo se ha devanado los sesos para dar una respuesta arquitectónica.

Al fin y al cabo, como dijo el propio Bartesaghi en eme3, “todo se reduce a una respuesta arquitectónica”. Cierto. Pero para ello debe primar la voluntad social del profesional por delante del bombo y la fanfarria. Este joven arequipeño decidió dedicar su tesis de final de carrera a dar una solución a uno de los vertederos más grandes de su ciudad. Arequipa genera a diario 800 toneladas de basura. El ‘botadero’ de La Pascana es un nido de ratas insalubre donde familias enteras crían a sus hijos mientras separan deshechos. La Administración se ha limitado a enterrar la inmundicia. ¿Problema solucionado? Bartesaghi ha ido mucho más allá. “La gestión de los residuos se ha hecho mal, se ha politizado y ha fracasado. Todos somos responsables del problema y no se puede meter bajo tierra sin más. La arquitectura tiene que aportar soluciones, y los estudiantes tienen esas respuestas: son creativos, entusiastas y todavía les motiva este tipo de retos”.

Durante tres años, ha ido dando forma a un ambicioso proyecto que prevé, por una parte, la construcción de una planta de tratamiento de residuos sólidos, y por otra, la transformación de todo el área que hoy ocupa el vertedero en una zona de uso social. Cambiar montañas de plásticos por caminos de cicloturismo; laderas de botellas de vidrio por jardines con plantas autóctonas. Y, por supuesto, ni hablar de césped. “Se trata de recuperar nuestro paisaje. No tiene sentido hacer un campo de golf. El terreno es árido, pero es el nuestro, el que tenemos aquí”, dice Bartesaghi.

En el plano arquitectónico, el proyecto plantea el diseño de una gran planta de tratamiento de residuos orgánicos e inorgánicos que dará servicio a toda la ciudad. Un edificio autosuficiente energéticamente, con muros construidos con el material sobrante de las canteras, con paneles fotovoltaicos, y paredes hechas de planchas metálicas perforadas capaces de filtra el aire, crear sombra y regular la temperatura interior. “Será una fábrica, pero queremos transformar la típica imagen de lo que es un edificio industrial en un edificio sostenible, limpio, socialmente responsable y eficiente en términos ambientales”.

Además de intentar acabar con el problema del vertido de residuos indiscriminado, el proyecto de La Pascana pretende, sobre todo, concienciar. Primero a los recicladores, que trabajarán en unas condiciones infinitamente mejores. Y luego, a la ciudadanía, que tiene que entender qué ocurre con los deshechos que genera en sus casas. “Por eso hay que abrir el lugar a la población, que vean cómo se trabaja en una planta de este tipo, ¡que vengan los niños!”. Para Bartesaghi y su equipo, el problema de los deshechos urbanos y su tratamiento no puede ‘solucionarse’ con paladas de tierra. La arquitectura tienen mucho más que aportar. “Nuestro enfoque pasa por realizar proyectos pequeños, pero cuyos impactos sean grandes. Presupuestos ajustados, pero que logren cambios”.

 

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