El arte y por extensión el objeto artístico deben cumplir una función más allá de la puramente estética. Llamadme conservador, pero aquello del arte por el arte estaba muy bien en los años de la Universidad, cuando creíamos que el grunge lo iba a cambiar todo. Hoy nadie lleva camisetas con la cara de Kurt Cobain.
Eso mismo fue lo que debió pensar Judi Werthein, una artista argentina afincada en Brooklyn, que en 2005, en lugar de forrarse vendiendo camisetas, diseñó y produjo las zapatillas Brinco. Se trataba de un proyecto para in_Site05, un acontecimiento artístico que se desarrolla a ambos lados de frontera entre México y Estados Unidos. Las zapatillas Brinco, como objeto, no son más que eso, unas zapatillas de deporte. Se fabricaron en una maquila de China igual o similar a las que fabrican las zapatillas de otras marcas que lleva cualquier estrella de la música, del deporte o cualquiera de nosotros. Cada par tenía un coste de producción de 17$ y se vendían en una galería de San Diego (California) por unos 200$.
Sin embargo las Brinco eran unas zapatillas diferentes. Incluían un mapa de la frontera mexicana impreso en el interior de la plantilla, una linterna, una brújula y un bolsillo con un par de comprimidos de analgésico Tylenol. Todo esto no era casual. Werthein creó estas zapatillas como proyecto artístico, pero con una doble función. Por una parte servían como objeto de denuncia en el lado estadounidense de la frontera porque ponían de relieve la dicotomía entre la función, los medios de producción y la plusvalía económica de la obra de arte y el objeto cotidiano. Por otro lado Judi entregó 500 pares a los inmigrantes que trataban de cruzar ilegalmente la frontera y dedicó íntegramente lo recaudado por las ventas en San Diego a un centro de asistencia a los inmigrantes ilegales.
[pullquote class=»right»]El arte y por extensión el objeto artístico deben cumplir una función más allá de la puramente estética[/pullquote]
Además el objeto en su doble vertiente artística y conceptual como denuncia de una realidad fue voluntariamente integrado en el circuito de la comercialización globalizada. El diseño en el corazón del primer mundo bajo premisas estéticas y éticas del mismo, y la producción en ese limbo que es China entre el segundo y el cuarto mundo era un grito irónico en la misma cara del capitalismo deslocalizado que nos vende la mayor parte de la ropa que cuelga de nuestros armarios.
Sin embargo los 500 pares de zapatillas puestos en manos (o en pies) de los inmigrantes que trataban de saltar la valla, probablemente salvaron algunas vidas o, al menos, facilitaron el trance.
Hace apenas unas semanas que cerró la última edición de ARCO. Si hoy bajas a la calle y preguntas a cualquier transeúnte sobre qué es lo que recuerda de esa feria, probablemente te hablará del vaso de agua. Probablemente no sabrá decirte mucho más. Casi con total seguridad no recordará que el autor era Wilfredo Prieto, un ciudadano cubano nacido en Sancti Spiritu en 1978 que cuenta con obra expuesta en el Centro Pompidou de París y en el Guggenheim de Nueva York.
Durante los días que duró el revuelo mediático en torno a la obra de Prieto este comentó a Agencia EFE que su trabajo se basa en elementos cotidianos que puedan generar una idea precisa sobre la realidad que nos rodea. Esto me recuerda a algo que dijo T. W. Adorno en su Teoría Estética: tratar de percibir el arte de forma extraestética convierte el objeto en algo aestético.
Hay un punto de acuerdo entre el complejo discurso de Adorno y la vaga dialéctica de Prieto. El objeto cotidiano encierra gran parte de la vida del observador contemporáneo. Pero por otra parte el objeto en sí mismo, debido a su propia cotidianeidad, no es más que un elemento vulgar arrancado de su entorno, expuesto a las leyes del mercado y a la casuística de la sociedad del espectáculo.
El vaso de Prieto enfrentado a los medios y a las crueles políticas de mercadotecnia de las ferias de arte contemporáneo se vuelve un objeto ridículo y carente de trascendencia. Si en algún momento ese objeto albergó dicha trascendencia o no es algo que me importa poco, porque esta historia no trata sobre Prieto. Tampoco trata sobre un vaso.
[pullquote class=»left»]No hay una aplicación que mida la honestidad ni en el arte ni en la vida[/pullquote]
Si los artistas, los medios o los galeristas son responsables de la degradación del arte contemporáneo y el distanciamiento del observador con respecto al mismo no es un tema sencillo de esclarecer aquí. Lo que sí es cierto es que nosotros como espectadores/clientes de la sociedad espectáculo en la que vivimos tenemos la potestad de elegir y denunciar aquello que bien por su falta de honestidad o por su falta de funcionalidad (estética o moral) resulta un obstáculo social. Por decirlo de otra manera, aquello que se oferta como objeto artístico y que no cumple con unos mínimos, no solo va en contra del propio desarrollo de la sociedad que lo acoge y del individuo que lo observa, sino que es además un engaño y por qué no, una agresión.
Llegados a este punto resulta difícil delimitar qué es útil y qué no. Resulta incluso más complicado determinar qué es estético y qué no lo es. Obviamente caben aquí miles de formas de entender la creación y todo puede ser válido desde la óptica de la libertad de expresión. No hay una aplicación que mida la honestidad ni en el arte ni en la vida. No hay un dispositivo que analice empíricamente la belleza estética o lo inefable de un objeto. Por suerte. Pero también por suerte, tanto en la vida como en el arte, aún nos queda apelar al sentido común como árbitro de lo que es bueno, de lo que es bello o de lo que sencillamente nos hace más humanos, mejores personas.
Me pregunto si de todos modos el capitalismo no nos ha devuelto otro grito irónico cuando diez años después los inmigrantes ilegales siguen queriendo cruzar las fronteras, todos seguimos llevando zapatillas fabricadas en China y nadie viste camisetas con la imagen de la valla de Melilla.
Si eres un imperio, la única verdad de la que puedes estar seguro es que…
Les gustaba leer, pero nunca encontraban tiempo. También les gustaba quedar y divertirse juntos, pero…
La tecnología (pero no cualquiera, esa que se nos muestra en las pelis de ciencia…
La ciudad nos habla. Lo hace a través de las paredes, los cuadros eléctricos ubicados…
Cultivar aguacates en zonas secas es forzar la naturaleza: alto impacto ambiental y un futuro…
¿Qué tienen los chismes, los cotilleos, que nos gustan tanto? Para el ser humano, son…