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Objeto volador hecho con una Fonera y cuatro duros

La cosa sale por cuatro perras. Vale, no es sencilla, pero por lo menos es barata. Claro, que si esto fuera fácil, barato y además sirviese para llevar a cabo un ataque aéreo contra la casa de tu cuñado, el cielo estaría lleno de drones —aunque él prefiera llamarlos cuadricópteros— como el que diseñó David Meléndez.

Meléndez creó un dron volador con un router como el que tenías hasta no hace mucho en casa para descargar todas las temporadas de Lost. La misión no era más que la materialización de la filosofía del informático a la hora de cacharrear. «Creo que el hardware hacking siempre debe llevar aparejado el uso de hardware para algo para lo que no fue diseñado inicialmente, que hay que pensar de una forma diferente teniendo las mismas piezas».

Meléndez explica que está muy a favor de un tiempo, este, en el que el mercado está bien surtido de placas como Raspberry Pi o Arduino que permiten el jugueteo por muy poco dinero. «Pero creo que al que le guste esto, al menos una vez, debería ver lo que hay debajo del capó», señala.

Atropos es un cuadricóptero que el informático ha montado usando una Fonera, el peculiar router con el que la otrora startup Fon invitaba a los usuarios a compartir sus conexiones domésticas. El software del equipo se basa en Linux y en un puñado de sensores que forman un conjunto capaz de entender órdenes desde un móvil normal y volar.

Para construirlo, Meléndez explica que «hay que saber programación» y tener algo de ojo. «Aquí tu código tiene consecuencias físicas. Si programas mal el control de vuelo, el aparato se te puede caer en la cara. Y hay que programar sobre un entorno que tiene capacidades parecidas a los ordenadores de hace unos 20 años, según el caso. Luego hace falta aprender algo de electrónica. No tienes que ser un experto, pero al menos tienes que estar cómodo entre cables. Pero el tema se pone realmente interesante cuando toca programar algoritmos industriales y meterlos en todo lo que has montado. Aunque para que despegue un cuadricóptero, las matemáticas son sencillas; si quieres que maniobre bien y sea estable se complican rápidamente». Suena sencillo.

A partir de ahí, solo hace falta voluntad, «meterse a fondo en el asunto, leer mil veces lo mismo y no tirarse de los pelos» y poco más. «Y no, no hace falta «tiempo». Es curioso cuando hay gente que me dice «me encantaría hacer algo así, pero no tengo tiempo». Oye, que mis días me duran lo mismo que los de todo el mundo. El asunto es que no te «encanta» tanto como para quitárselo a otra cosa», explica el informático.

Todo comenzó con el ferrocarril

No, no fueron los obreros chinos adentrándose en el virgen y salvaje oeste para clavar las vías que traerían el desarrollo a territorio desconocido. Fue la maqueta de trenes que tenía el padre de Meléndez en casa. «Es curioso porque las primeras veces que se habló del término hacker fue en el club de modelismo ferroviario del MIT fundado en los 40. De ahí, de los trenes, pasé a estudiar informática y querer hacer algo que pudiera combinar tanto lo aprendido en la universidad como lo que vi por afición. Quise hacer un robot».

Así se montó un bicho llamado Rover Texas Ranger que tenía ruedas, un puntero láser y un cañón de bolas de plástico. Y lo hizo con el menor presupuesto posible y por un motivo: «Porque mola. Estaba aprendiendo por mi cuenta y no me gustaba la idea de acabar con un montón de cosas nuevas y caras destrozadas. De hecho, este robot lo hice con el router que usaba realmente en casa y unas ruedas de excavadora de juguete. ¡Hoy día lo sigo usando como router! Con él gané el primer premio de robótica en Campus Party y eso me animó para hacer algo que fuera más impresionante. Qué mejor que elegir algo que volara», cuenta.

La trayectoria hasta llegar a un dron volador de coste casi cero ha sido una cuestión de años y dedicación. A pesar de todo, y de vivir en un tiempo de inmediatez, David Meléndez anima a cualquiera a meterse en ello y, como hizo en el pasado Maker Show de Zaragoza, echará un cable en la medida de lo posible. «El que quiera y no lo haga por miedo, que no se preocupe, que vaya poco a poco; hay muchos recursos en la red. No obstante estoy preparando varios temas para formación que iré desvelando conforme vayan saliendo».

Por David García

David García es periodista y dedica su tiempo a escribir cosas, contar cosas y pensar en cosas para todos los proyectos de Brands and Roses (empresa de contenidos que edita Yorokobu y mil proyectos más).

Es redactor jefe en la revista de interiorismo C-Top que Brands and Roses hace para Cosentino, escribe en Yorokobu, Ling, trabajó en un videoclub en los 90, que es una cosa que curte mucho, y suele echar de menos el mar en las tardes de invierno.

También contó cosas en Antes de que Sea Tarde (Cadena SER); enseñó a las familias la única fe verdadera que existe (la del rock) en su cosa llamada Top of the Class y otro tipo de cosas que, podríamos decir, le convierten en cosista.

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