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La insoportable igualdad de los gemelos

Los dos gemelos eran idénticos. Pero idénticos idénticos, como clonados. Era tan difícil distinguirlos que, cuando los bañaban, lo hacían por separado, primero uno y luego otro, para no confundirlos. Así, mientras uno era bañado, el otro esperaba vestido hasta que acababa el primero. Porque solo vestidos de manera diferente era posible identificarlos.
A nadie parecía importarle que sus caracteres fueran diferentes. No hacía falta escarbar mucho en la personalidad de los dos hermanos para darse cuenta de que poco tenían que ver el uno con el otro. Incluso si agudizabas el oído, te dabas cuenta enseguida de que uno tenía un tono de voz más grave que el otro. Pero no. La gente se quedaba en lo superficial, y lo más cómodo era ponerles ropas diferentes. Aunque siempre había alguien que ni por esas sabía quién era quién.
Los gemelos de los que hablamos se llaman aún y aun. Ambos son adverbios, aunque de subclases distintas. Y si no fuera por la tilde serían idénticos. Ahora bien, ¿cuándo se escribe aún y cuándo aun? Aquí van un par de truquitos:
Escribimos aún (así, con toda la tilde en alto) cuando podemos sustituirlo por todavía,
–           ya sea con valor temporal:
Aún se emociona recordando su infancia
¿No has terminado aún?
Aún dormido, preparó un café en la cocina
 
–          O con valor  ponderativo:
No te quejes, que aún has tenido suerte
Juan es aún más gordo que Lucas
Peor aún es disculparlos si no llevan razón.
 
Sin embargo, escribimos aun sin tilde:
–          cuando podemos sustituirlo por hasta, incluso, también o siquiera(si va precedido de ni en frases negativas):
Aun dormido te recita el principio de El Quijote
Ni aun su padre consiguió calmarle
 
–          o cuando podemos sustituirlo por aunque o a pesar de:
Vinieron todos y aun así éramos pocos
Aun siendo amigos, no hablan de política
Siguió corriendo aun cuando ya nadie le perseguía.
Fácil, ¿no? ¡Pues, ale, a practicar!

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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