No había nada que perder y todo voto que se pudiera arañar a sus contrincantes sería una victoria. Aurelio Suárez se enfrentó a las elecciones a alcalde de Bogotá a finales de 2011 como representante de un partido político (Polo Democrático Alternativo) completamente desprestigiado. Seis meses antes, Samuel Moreno Rojas, del mismo partido, tuvo que dejar la alcaldía tras ser suspendido de su cargo por un escándalo de corrupción. A Suárez le tocó la tarea de reconstruir el partido en la capital colombiana.
Lejos de resignarse, saber que las cartas estaban echadas hizo aflorar el ingenio. El equipo de campaña de Suárez contactó con el Monocromo, un pequeño estudio de diseño de la ciudad, a quien encomendaron la dura labor de preparar una identidad contundente para convencer a los bogotanos de su viabilidad como candidato.
Como era de esperar, dado el bagaje que arrastraba su partido, Suárez no ganó pero la campaña que diseñaron para él fue un hito en la comunicación política del país. En vez de optar por los cauces tradicionales, el equipo diseñó una estrategia de guerrilla para llenar la ciudad de pósters.
El resultado fue audaz y un soplo de aire fresco para un sistema político acostumbrado a carteles con tipografía poco cuidada y eslóganes vacíos. La primera fase de la campaña empezó con una serie de teasers en la que la que destacaba la palabra ‘¿AURELIO?’ con referencias culturales conocidas como el cerro de Monserrate junto con unos signos de interrogación.
La segunda fase convirtió esas interrogaciones en exclamaciones. Ya no había que preguntarse quién era Aurelio. Ahora se presentaba al candidato con contundencia: ¡AURELIO! había llegado.
Según Juan Pablo Mejía, cofundador de El Monocromo, las restricciones presupuestarias fueron un aliado para crear algo impactante. “El hecho de que tenía unas posibilidades reducidas de ganar debido a las acciones de sus antecesores nos benefició a la hora de poder tomar riesgos en una sociedad con mucha aversión a ello. Unido a esto, las restricciones fueron una ayuda también. Trabajar con dos tintas nos hizo esforzarnos más para difundir el mensaje. Nos hizo buscar hacer ruido con poco y en cierto modo molestar”.
El poder visual de los pósters se unió a una pegada de carteles masiva que hizo que el alcance de su campaña llegara a casi todos los rincones de la ciudad. Un hecho que desconcertó e incómodo a su rival David Luna en las elecciones y que le hizo salir a la palestra durante la campaña electoral acusando a Suárez de practicar contaminación visual en la ciudad.
En un intento de sacar rédito político, Luna dedicó una mañana a quitar carteles acompañado por su equipo quejándose de sus prácticas, noticia que fue recogida por el periódico El Tiempo.
Luna, armado con un palustre, un rodillo y un balde con agua, empezó la tarea de quitar el primer cartel, que resultó ser de su contrincante Aurelio Suárez, del Polo Democrático, el partido que gobierna la ciudad.
«Tan solo en el centro, hemos encontrado más de 200 postes con afiches del señor Suárez, en una abierta violación del Código de Policía», denunció Luna.
El cálculo electoral, lejos de granjearle puntos, fue recibido con negatividad por una parte importante del electorado, con el añadido de que acabó haciendo publicidad gratuita a la campaña de Suárez. “Realmente acabaron haciendo un poco el ridículo, fue todo bastante divertido”, explica Nicolás Galeano, diseñador de El Monocromo.
El político obtuvo la séptima posición en las elecciones pero todas las encuestas coincidían en que era uno de los candidatos más conocidos. Todo esto con un presupuesto de 320 millones de pesos colombianos (128.000 euros). El partido estaba hundido pero por lo menos no había caído en el olvido.
Para Mejía su impacto tuvo mucho que ver con ignorar los códigos tradicionales de la política. “No fue una campaña de publicidad. Fue una campaña política diseñada desde la perspectiva del diseño».
Más información: Mi voto es por «¿Aurelio?»