Es el primer amanecista y en su carné de identidad debería de ponerlo. Quizá haya brotado en silencio de una huerta de Molinicos, Liétor o Ayna y no se lo haya confesado a nadie. Se lo debí preguntar, como él me interrogó por teléfono cuando le llamé para pedirle la entrevista: «Pero ¿por casualidad esto lo ve alguien?». Al final de la conversación en el coche se fue convencido de que me echarán de YouTube por «acaparador» de las visitas que voy a conseguir. Esperémoslo.
Amenaza con sacar la traca final con un recopilatorio de sus obras, pero sobre quien realmente debería rodar una película o documental es su padre, que fue jugador de póquer profesional. Sancho Gracia y Juan Luis Galiardo le conocieron y ya se lo dijeron en su momento.
Durante el viaje por en el centro de Madrid en el Seiscientos -«el plató mejor dotado», afirma-, hablamos del método empírico y le propongo rascarle la espalda para suplir el orgasmo, pero me dice que de eso nada, que a ver si le va a dar gustirrinín y luego me tiene que llamar todos los días para que se la rasque.
Ya llevamos un rato charlando e intento tutearlo, pero no me sale, me hace reír tanto como respeto me da. Me anima a que introduzca durante la entrevista calificativos como «tonto del bote» o «tonto del carajo» para darle más viveza. Es un cachondo, aunque diga que mi abanico da aire leñoso. Por una vez le daremos la razón.
Hablamos de la Suiza de La Mancha y él la define con un resumen de su historia en varias frases hiladas muy fino, explicando que su tierra es una «ficción administrativa» y un «empeño de Isabel II». También hubo tiempo para sacar en la conversación a Woody Allen, a Rosa Mari, su amor platónico de la infancia, y hasta hablamos de los huevos de Montoro, que «dicen que se le han caído a plomo, pero yo no me lo creo», afirma convencido. Y es que treinta minutos en un Seiscientos, aunque a treinta grados y un ambiente seco y contaminación de una gran ciudad, dan para mucho.
Cuerda, veremos Cuerdismo en el diccionario de la RAE. Por lo menos ya está añadido en el mío con un bolígrafo: «Dícese de la corriente del buen cine, buenos libros y mejor vino. Amén».
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