La inteligencia artificial y la incongruencia del ser humano

Se ha convertido en una protagonista recurrente de nuestras conversaciones más cotidianas. Nos pasamos el día debatiendo sobre cómo la inteligencia artificial está revolucionando nuestras vidas, cómo nos va a quitar nuestros puestos de trabajo, cómo nos va a desplazar en nuestras relaciones sociales. El mayor miedo que nos invade es saber si IA terminará siendo más inteligente que los propios humanos que la han programado. Ante esta gran pregunta nadie tiene una respuesta clara, pero viendo algunos comportamientos humanos, probablemente termine ocurriendo.

En los últimos meses han surgido diferentes inteligencias artificiales con forma humanoide que me llevan a replantearme muchas cosas. Inteligencias artificiales como Alba Renai, una influencer virtual que presenta el espacio «Supersecretos» en Supervivientes y que ha sido presentadora de diferentes eventos. Alba es descrita, y cito textualmente, como «joven, bella y físicamente perfecta». Pero Alba no es un rara avis en el mundo de las inteligencias artificiales.

Una marca de coches ha creado a una nueva embajadora virtual para ser la fiel representación del asistente virtual de un fabricante de automóviles de gama alta. Una inteligencia artificial que acepta más de 800 comandos de voz y que puede responder, gracias a la integración de Alexa. Es joven, guapa y con un cuerpo normativo.

También tenemos a una asistente personal virtual que apoya a dos trabajadoras de una gran superficie para presentar el live-shopping. En su creación han participado distintas personas y perfiles de la compañía. A esta nueva moda se ha sumado también una asociación deportiva, quien ha presentado recientemente a un influencer creado también por IA. Y, cómo no, este también es joven, guapo y posee un cuerpo normativo.

Y esto no ha hecho más que empezar. Cada vez veremos más avatares entrando en nuestros hogares y en nuestras vidas, con el objetivo de hacernos las cosas más fáciles, ayudarnos o entretenernos. El uso de esta nueva tecnología no discuto que conlleve innumerables ventajas, y no quiero entrar en el impacto que va a tener en nuestra sociedad en su conjunto y a nivel individual.

Pero, viendo a estos avatares, se puede observar que comparten unos mismos rasgos físicos: son jóvenes, ninguno supera la cuarentena, guapos, con pelazo y un cuerpo perfecto. La gran pregunta que surge es ¿por qué?  ¿Por qué son así? ¿Quién ha decidido que sean así? ¿La persona que ha programado y diseñado estas inteligencias artificiales? ¿O ellas mismas se han autogenerado? Y, si así fuera, ¿quién ha desarrollado los prompts que han llevado a este resultado?

Llevamos años luchando en nuestra sociedad por defender la diversidad corporal, peleando contra la gordofobia y tratando de romper con el concepto del cuerpo normativo. Millones de mujeres y hombres defendiendo que no se puede juzgar a nadie por su aspecto físico, que, como bien decían en La Bella y la Bestia, la belleza está en el interior, defendiendo que no hay cuerpos normativos. Todos tenemos un cuerpo, y cada cuerpo es igual de válido y bello.

De hecho, muchas marcas llevan años apoyando esta causa porque se han dado cuenta de que nuestra sociedad valora cada día más la inclusión y la diversidad. Una sociedad que rechaza los cuerpos irreales y la perfección absoluta. Hasta los ángeles de una famosa marca de lencería han dejado el paraíso de la perfección para empezar a desfilar en el mundo real. Desde la publicidad, el cine, la cultura y el deporte, estamos rompiendo con todos estos estereotipos que limitaban nuestro desarrollo, construyendo una sociedad donde todos tenemos cabida.

Y en este marco surgen estos avatares de inteligencia artificial que vuelven a dar visibilidad a una perfección trasnochada. No me da miedo que estas inteligencias artificiales sean más inteligentes que nosotros, hablen más idiomas o nos quiten nuestros puestos de trabajo. Lo que me aterra es pensar que nos van a quitar aquello por lo que hemos luchado. Que nos hagan retroceder a un tiempo pasado que, en este caso, no fue mejor. Que influyan en las nuevas generaciones y se conviertan en su modelo a seguir. Que marquen un estándar por el que nos vuelvan a evaluar.

Ya habíamos aprendido que la perfección no existe, y eso no lo podemos olvidar. La inteligencia artificial debería medirse por su inteligencia, no por un cuerpo normativo.

Raquel Espantaleón es directora de estrategia en Sra. Rushmore