Los robots deciden quién gana este concurso de belleza

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Un nuevo certamen está juzgando la belleza de sus participantes gracias a una app. Los que quieran concursar tienen que mandar sus fotos desde casa y un exigente jurado dará su visto bueno al rostro más atractivo. Lo que hace especial a este Miss Universo es que los componentes de su comité de selección son poco convencionales.

Están preparados para detectar un determinado canon de belleza, pero no el que a ellos les parezca oportuno, sino aquel que llevan programado. Los miembros del jurado son robots.

Beauty.AI es el primer concurso internacional de belleza cuyos jueces son inteligencia artificial. Aquellos que quieran participar han de enviar su selfi a través de una aplicación (para Android e iOS) y rellenar unos datos básicos (peso, altura, edad y etnia). Una vez realizado este paso, unos robots se encargarán de dar luz verde. Se dice que son aún más quisquillosos que algún que otro juez de Operación Triunfo: no admiten gafas, maquillaje ni barba. Al final, solo podrá quedar uno (de cada sexo).

¿Y cuál será el criterio de selección de los robots? Habrá varios con algoritmos diferentes. Así, uno de ellos comparará los rasgos que el rostro del concursante comparte con varios modelos famosos y que tiene ya programados, mientras que otro se encargará de analizar si el rostro es simétrico.

La idea, según explica a Yorokobu Alex Zhavoronkov, uno de los ingenieros encargados de la aplicación, es organizar el concurso cada tres meses y hacer que los algoritmos puedan analizar cada vez más elementos, más allá de la belleza: «Esperamos que Beauty 2.0 también evalúe el perfil personal del usuario para valorar la inteligencia y el comportamiento».

En la primera edición hubo diez ganadores, cinco por sexo y de rangos de edad que iban de los 20 a los 60 años. En la franja de 20 a 30 años vencieron Kiran Kishore y Polina Repik. ¿El premio? Unos cosméticos.

Hasta cuatro robots se encargaron de valorar a los participantes de la primera edición de este particular concurso. Zhavoronkov espera que sean más para la próxima. Como él dice, es una «competición» para los participantes, pero también para la parte digital: «A medida que el campo de la inteligencia artificial crezca, seremos capaces de conseguir algoritmos más sofisticados».

Según el ingeniero, uno de los propósitos de la aplicación es que cada vez más gente conozca la inteligencia artificial y comprenda cómo interactúa con los humanos para, finalmente, sentirse interesada por ella. De hecho, ha escrito un libro «para enamorarse de la inteligencia artificial» en el que aborda los muchos escenarios posibles en los que humanos y robots podrían relacionarse.

Beauty.AI también es un aviso para desarrolladores, para que se interesen por los métodos que existen para evaluar la apariencia de los humanos: «En el futuro los robots nos juzgarán y estarán modelando nuestro comportamiento», vaticina. En la pasada edición, los desarrolladores podían mandar su algoritmo para que actuara como un Risto Mejide y formara parte del jurado.

Para el ingeniero, esta aplicación ayudará también a desarrollar algoritmos que evalúen el envejecimiento humano y el estado de salud de los usuarios. Su equipo ya está desarrollando una aplicación, RYNKL (actualmente en fase beta), que monitoriza los cambios faciales durante el envejecimiento, ayuda a ver la formación de arrugas e incluso, según asegura Zhavoronkov, a comprobar si los tratamientos cosméticos que utilizamos hacen efecto en nuestra piel. «La gente se dará cuenta de que envejecer es más que una enfermedad y tenemos que abordarlo en consecuencia», afirma.

De hecho, detrás de este particular concurso y de la app hay partners como Nvidia, que ha desarrollado un test que permite calcular tu edad según los resultados de uno de tus análisis de sangre; Microsoft, que ya sorprendió a muchos con How Old, un software que intentaba adivinar tu edad escaneando tu rostro; o la empresa Youth Laboratories, un equipo que se encarga de desarrollar técnicas para frenar el envejecimiento y que estuvo detrás de un Kickstarter para financiar RYNKL.

Mientras se suceden los nuevos campeonatos y la industria sigue avanzando, Zhavoronkov tiene la ilusión de que, en alguna futura competición, el ordenador Watson de IBM sea juez y verdugo de los humanos. Quizá algún día, mientras jugamos con él a Jeopardy, le dé tiempo a juzgar si somos feos o guapos y su conclusión servirá a la ciencia para seguir progresando.


Las imágenes son de Beauty.AI y Pixabay. Las fotos de Kiran Kishore y Polina Repik han sido cedidas por Beauty.AI

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