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Benidorm ya no quiere ser hortera

El gigantesco pato de plástico apareció en la playa de Poniente de Benidorm pasadas las 14:30 horas. No iba solo. Sus 250 kilos, sus más de 7 metros de altura y 14 de diámetro no hubieran podido adentrarse en las aguas del Mediterráneo de no haber sido remolcados por varias personas. Entre ellas estaba Leo Bassi, el promotor de la idea. El cómico italiano se propuso entrar en el Libro Guinness de los Records al bañarse con el flotador ‘pato’ más grande del mundo. Y lo consiguió.

Bassi no dudó al elegir Benidorm como escenario de su hazaña. Tal y como aseguró aquel mismo día, podía haberlo hecho en cualquier otro rincón de la costa, pero la del municipio alicantino es «la playa familiar más conocida de Europa». «No digo del planeta, pero a lo mejor sí»., apostilló.

Posiblemente Bassi exagerara con tales afirmaciones, al igual que también lo hizo al añadir que Benidorm era «la capital del flotador». Aunque cierto es que, de existir dicha capital, posiblemente muchos la situarían en Benidorm.

La ciudad de la Costa Blanca sigue siendo para muchos la materialización de lo hortera, del turismo anticuado o de la destrucción costera. Estereotipos que la han acompañado en las últimas décadas y de las que Benidorm trata de zafarse.

[pullquote]Frente a los que despotrican sobre las prácticas urbanísticas llevadas a cabo en Benidorm en las últimas décadas (algunos con cierta razón), arquitectos y urbanistas como Carlos Ferrater o Xavi Martí se preguntan si el modelo de Benidorm no ha resultado ser uno de los más sostenibles del litoral español.[/pullquote]

Para muchos, ya lo ha conseguido. Al menos, en parte. El urbanista Iago Carro, por ejemplo, denuncia el «desprecio hacia Benidorm en términos culturales» del que ha sido objeto la ciudad en todo este tiempo. Y lo neutraliza a base de ejemplos que demuestran que la cultura está mucho más presente en Benidorm de lo que muchos piensan. Como muestra, la Biblioplaya de la playa de Levante o los cientos de músicos y artistas, anónimos y conocidos, que actúan en establecimientos y locales de la ciudad o en festivales como Low Festival.

Foto: Martín Parr (Magnum Photos)
Foto: Roberto Alcaraz

Esta defensa a ultranza de Carro a Benidorm se recoge en Ensayo y error Benidorm (Editorial Barret), un libro coral en el que se tratan distinto aspectos de la ciudad para tratar de alejarla de ese arquetipo de «rancia» o masificada con el que algunos siguen asociándola.

Foto: Roberto Alcaraz

Junto al urbanista encontramos los testimonios de otras personas vinculadas a Benidorm como Teresa Campos, una modista que recuerda cómo la llegada de turistas extranjeros en los 50 y 60 propinó un poquito más de libertad a los benidormíes. La ciudad se convirtió en un pequeño oasis en plena dictadura franquista, el que se podía ir en bikini por la calle o hablar valenciano en la escuela. Y todo gracias a la irrupción de «las suecas».

Foto: Felipe Hernández
Foto: Roberto Alcaraz

Frente a los que despotrican sobre las prácticas urbanísticas llevadas a cabo en Benidorm en las últimas décadas (algunos con cierta razón), arquitectos y urbanistas como Carlos Ferrater o Xavi Martí se preguntan si el modelo de Benidorm no ha resultado ser uno de los más sostenibles del litoral español. Para sostener su tesis, se apoyan en dos aspectos: el poquísimo territorio consumido (apenas unas pocas hectáreas) en su modelo de construcción en vertical, o la bajísima utilización del transporte privado en los trayectos en la ciudad.

Y para demostrar que la ciudad también tiene elementos urbanísticos de los que presumir, ambos arquitectos señalan como ejemplo el Paseo de la Playa de Poniente, firmado por ellos mismos, y galardonado con el Premio Nacional de Arquitectura 2011.

Por Ximena Arnau

Ximena es redactora de Yorokobu y Ling

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