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Antes de que lector añada un ¿? a la sinfonía de puntos, comas, dos puntos y rayas, y antes de que empiece a elucubrar si será alfabeto Morse o no, porque en el alfabeto Morse no hay comas, demos una pista devolviendo a su sitio las palabras desterradas de su emplazamiento original entre estos signos de puntuación:
Majestuoso, el orondo Buck Mulligan llegó por el hueco de la escalera, portando un cuenco lleno de espuma sobre el que un espejo y una navaja de afeitar se cruzaban. Un batín amarillo, desatado, se ondulaba delicadamente a su espalda en el aire apacible de la mañana. Elevó el cuenco y entonó:
—Introibo ad altare Dei.
,,.,,.:—. es el comienzo del Ulises de James Joyce si solo se pulsan las teclas que marcan sus ritmos, sus diálogos, sus preguntas y exclamaciones. La obra tiene un total de 54.877 (guiando el camino de unas 260.000 palabras), y casi cuatro de cada diez son puntos. Nicholas Rougeux las ha ido entresacando del texto con paciencia de hormiga obrera y ha compuesto con ellas un cartel. Ahí confluyen el interés por el arte y la pasión por la visualización de datos de este desarrollador web.
El Ulises no ha sido el único en verse reducido a este lenguaje de signos. Rougeux, de 33 años, nacido en Cleveland (Ohio, EEUU) y asentado en Chicago, ha diseñado pósteres de doce obras clásicas de la literatura anglosajona. Moby Dick (Herman Melville), Orgullo y Prejuicio (Jane Austen), Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas (Lewis Carroll), Peter Pan (J. M. Barrie), Las aventuras de Huckleberry Finn (Mark Twain). Todas de dominio público, tomadas de Proyecto Gutenberg. Dice que su proyecto, al que ha llamado Between the Words (Entre las palabras), viene inspirado por su propia definición de sí mismo: «Un amante amateur de la tipografía criado en lo gramaticalmente correcto» (con una madre editora de finanzas y un padre profesor de inglés).
Siempre le interesó explorar «maneras de visualizar textos», apunta. Tras experimentar con algunas ideas, «terminé quitando, accidentalmente, todas las letras de algunos textos, y vi que la puntuación que se quedaba atrás era interesante en sí misma». El siguiente paso fue buscar cómo acomodar sus creaciones en un solo cartel. Encontró el modo dándoles forma de espiral, lo que permite condensar una gran cantidad de caracteres. El principio, en la parte superior del póster, en los arrabales de cada figura geométrica, podríamos decir; el final, acercándose al ojo del huracán, limitando una ilustración central representativa de la novela en cuestión. Los números de los capítulos, en alfabeto romano, como invitados de piedra en esta fiesta de puntos y rayas.
La primera novela que Rougeux redujo, el 10 de enero de 2016, fue La máquina del tiempo, de H. G. Wells. «En parte porque me gustaba la historia y en parte porque es relativamente corta». Cinco mil cuatrocientos signos de puntuación. Después abordó Cuento de Navidad, de Charles Dickens. Y así, como quien sube peldaños cada vez más altos, fue aumentando el número de páginas a las que descarnar de palabras.
Sus carteles permiten diferenciar visualmente las partes donde predomina el diálogo (plagadas de —) y donde reina la narración (.,;). Tanto en Alicia en el país de las maravillas como en Un cuento de Navidad, las exclamaciones suman un 5% del total de signos de puntuación. «Debido probablemente a la gran cantidad de expresiones de sorpresa y fuertes reacciones que presentan ambas historias», conjetura el diseñador. Todos tenemos en mente a la Reina de Corazones gritando como una posesa: «¡Que le corten la cabeza!». En Peter Pan mandan las comas, quizás para reflejar esa forma de contar historias, como de escopeta de repetición, que tienen los niños: «y entonces, y entonces, y entonces». Moby Dick es el paraíso de las rayas, que Ishmael utiliza como cercados para que sus frecuentes digresiones no escapen como en estampida y entorpezcan el curso de la narración:
«(…) Y en cuanto a ir de cocinero —aunque confieso que hay en ello considerable gloria, porque un cocinero es a bordo una especie de oficial—, no sé por qué, sin embargo, nunca se me ha antojado asar pollos (…)».
«Otra diferencia interesante que he encontrado ha sido el uso de las comillas dobles, que usa por ejemplo Moby Dick, en contraposición a las comillas simples que utiliza Alicia en el país de las maravillas, ambas para los diálogos. Creo que es una diferencia cultural basada en dónde se publicaron los dos libros». Rougeux se refiere a que las aventuras de Alicia vieron la luz en Reino Unido mientras que la ballena blanca sopló en Estados Unidos.
Rougeux piensa que esta suerte de sinécdoque tipográfica que es su proyecto plantea un reto a muchos lectores: adivinar qué está ocurriendo en ese momento en la narración a través de su puntuación. «Mucha gente creció leyendo esas novelas una y otra vez, y tiene una especie de conexión con ellas», reflexiona. Pero, desde luego, «¡sería impresionante si alguien puede hacerlo!», enfatiza.
Los patrones de puntuación difieren en cada obra y se convierten en uno de sus elementos distintivos. Ulises es especialmente singular (entre otras muchísimas razones) por su puntuación errática. Es el cartel del que este artista digital se siente más orgulloso y el que le parece más bonito. «Es un libro enorme, que me llevó más tiempo», recuerda. Algunos capítulos son relativamente estándar, mientras que otros contienen largas cadenas de puntos y de comas, y en otros más abundan los paréntesis. Los cambios se producen sin previo aviso, mientras se avanza en la lectura. «El último capítulo es el más notable por su absoluta falta de puntuación», concluye. Ese larguísimo y atropellado soliloquio (en español ocupa unas 90 páginas) de Molly Bloom. Que, en realidad, no culmina con ese Sí sobre el que tanto han reflexionado críticos y estudiosos de la obra de Joyce. Termina con un punto. Final.
ESCRIBIENDO SIN PALABRAS
Hace un par de años, Nicholas Rougeux descubrió Writing Without Words, un proyecto de la artista británica Stefanie Posavec que contempla una novela como un «organismo literario» y lo ‘reinterpreta’ mediante diagramas de árbol —«una estructura de planta»— y códigos de colores. Capítulos que se dividen en párrafos; párrafos que se dividen en frases; frases que se dividen en palabras. Con este método, Posavec plasmó visualmente En el camino, de Jack Kerouac. El resultado, muy bello, inspiró a Rougeux para desarrollar su Between the Words. «Quise encontrar nuevas direcciones, porque ella había explorado ya opciones muy interesantes», explica.