La Fundación Telefónica resume en la exposición Big Bang Data, coproducida con el CCCB, todas las vertientes que tiene el tema de la gestión masiva de datos: la producción social de datos, las infraestructuras materiales necesarias, la mercantilización o su uso para el bien común. Un total de diez bloques temáticos con piezas realizadas por investigadores, activistas, diseñadores, educadores, analistas, cartógrafos, ingenieros, economistas, arquitectos, programadores y periodistas que permiten una visión global muy certera de este fenómeno.
El título de la exposición, comisariada por la arquitecta Olga Subirós y el periodista José Luis de Vicente, es muy ilustrativo: el Big Data ha irrumpido como si de una explosión se tratara, provocando algunos efectos inmediatos muy visibles, pero arrojando a su vez numerosas incógnitas sobre sus efectos a medio y largo plazo. Se debe tener consciencia de que este «Big Bang» marcará un antes y un después equivalente a la llegada de la electricidad en el siglo XIX.
El binomio que suscita es conocido: por un lado, la posibilidad de crear sociedades más participativas, de dar voz a todos los individuos, de aportar conocimiento a tiempo real sobre los temas más dispares. Por el otro, el miedo a la vigilancia por parte de organizaciones poderosas, la ética con que deben ponerse los límites en un mundo en el que, tecnológicamente hablando, se podrá medir casi todo.
En la primera parte de la exposición, titulada El peso de la nube, el visitante toma consciencia de la parte palpable del entorno digital. Un vídeo sobre el Alcalá Data Center de Telefónica o un enorme mapa de cables submarinos sobre el que se puede caminar explicitan la materialidad de estos datos e interacciones.
La sección Inmersos en el tsunami explora la idea de que vivimos en la onda expansiva de una explosión de información. Y no es para menos: hace solo cincuenta años, para almacenar un peso equivalente a una canción en Mp3 hacía falta un dispositivo del tamaño de un coche. El avance hasta llegar a los diminutos dispositivos actuales es abrumador. Un ejemplo es el Rosetta Disk, un pequeño disco de níquel que contiene 13.000 páginas de información sobre 1.500 lenguas del mundo.
Las estadísticas dicen que los coches de color naranja tienen menos accidentes. Pero la existencia objetiva de esta correlación no quiere decir que una cosa sea causa de la otra. Ejemplos como este se encuentran en la sección Más es diferente, que ayuda a los visitantes a familiarizarse con la terminología básica del Big Data.
El latido del mundo explica de forma muy ilustrativa cómo se obtienen todos esos datos. Las ciudades están plagadas de sensores que recogen información meteorológica, tráfico de carreteras, transacciones… Un escáner a tiempo real de la vida socioeconómica de las ciudades que sin duda puede chocar al visitante que comprenda que, con sus acciones cotidianas, ha pasado a formar parte de uno de esos patrones luminosos.
El apartado Visualizando la complejidad habla de la estética de la información: la traducción a mapas e infografías visuales de cantidades inabarcables de datos estadísticos. Movimientos de ejércitos, expansión de enfermedades, migraciones, tramas de corrupción… todo es traducible a estructuras narrativas comprensibles por los ciudadanos.
Ya no son los científicos los que más datos generan. Ni siquiera los procesos administrativos. Son los propios usuarios los que van dejando un gran rastro de información a sus espaldas al utilizar las redes sociales u otros servicios de la red. La sección Qué piensas, qué haces, qué sientes muestra de una manera muy visual cómo los usuarios dejan constancia de cada paso que dan, de lo que piensan y de lo que sienten. El conocimiento de estas preferencias colectivas es algo muy valioso de cara a la toma de decisiones comerciales o políticas. Al mismo tiempo, esta realidad abre una reflexión sobre el deseo del ser humano de ser escuchado.
Una nueva era del conocimiento explora las aplicaciones prácticas de la gestión masiva de datos. En numerosas disciplinas (como el periodismo, la arquitectura o la historia) están surgiendo profesionales especializados en la gestión de datos. Análisis de estadísticas en deporte profesional, tests para conocer el genoma y posibles enfermedades futuras… las aplicaciones del Big Data son múltiples.
Llegando ya a la última parte de la exposición, Somos datos sugiere que los seres humanos y sus actos han pasado a convertirse en el propio producto. Nuestros datos son mercancía para los data brokers y son los que sostienen la economía de Internet. Este apartado exhibe piezas como la que resume la vida sexual de una pareja o la que muestra las 1.200 páginas que Facebook remitió a un estudiante austríaco que ejerció su derecho a solicitar a la compañía toda la información que guardaba sobre él. También se exponen numerosos dispositivos de medición de diferentes parámetros (temperatura de la mujer, actividad de los perros, ciclos de sueño y otros).
El penúltimo apartado de la visita relativiza toda la información aportada hasta el momento y propone una reflexión: no todo puede medirse con datos. El Big Data ayuda a razonar y a tomar decisiones, pero es importante preservar valores como la subjetividad y la ambigüedad. Este apartado se titula Lo que los datos no cuentan.
La exposición finaliza con Datos para el bien común, la mirada más amable al fenómeno del Big Data. Las políticas de datos abiertos y los proyectos de colaboración ciudadana son algunas de las consecuencias más positivas de la nueva era de los datos.
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Big Bang Data
Espacio Fundación Telefónica
Calle Fuencarral, 3 (Madrid)
Sala de exposiciones planta 4
Del 14 de marzo al 24 de mayo de 2015
http://espacio.fundaciontelefonica.com/big-bang-data/
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