El 11 de febrero de 2013 se lanzó el primer episodio de la segunda temporada de Black Mirror. Para verla de forma ‘legal’, una persona residente en España, que vamos a llamar Mario, habría tenido que seguir los siguientes pasos.
Primero, preguntar a Google para averiguar cómo verla:
Tras bucear un buen rato, descubre que no se emite en España hasta el 4 de marzo de 2013 en el canal de pago TNT.
«Joder, es que quiero verlo ya», sería una reacción normal para un fan de la serie como Mario.
El joven sevillano estudia las condiciones para conseguir ver el canal. Está dispuesto a hacer un esfuerzo económico, pero se lo piensa bien y decide desistir. No le interesa tener una televisión ni un descodificador, algo que le recuerda a los años 90. Su pantalla de ordenador tiene prácticamente el mismo tamaño que cualquier televisor. A él le gusta hacer todo por internet y no entiende por qué no puede verlo aquí pagando una suma razonable en un entorno que considera su territorio natural.
A la hora de comer, lo comenta con un compañero de trabajo. Este le dice que tiene el canal TNT en casa y le invita a verlo el 4 de marzo. Quedan 24 días y por un momento se convence de que esperará.
Al día siguiente un colega que lleva unos años viviendo en Londres comparte un par de reflexiones sobre el primer episodio de la segunda temporada de Black Mirror en Facebook. Mario lo intenta ignorar temeroso de que la actualización revele algún spoiler. Sigue haciendo scroll y aparecen varios artículos de medios internacionales que hablan sobre ese mismo episodio. Las redes no entienden de fronteras geográficas.
«Hasta aquí hemos llegado. No soy un criminal. Esto ni siquiera es un tema moral. Si no me lo ponen fácil, me lo voy a bajar», se dice a sí mismo.
Hace una búsqueda rápida en bitTorrent. Al momento encuentra el episodio y lo empieza a descargar. En 45 minutos está listo. Se abre una lata de cerveza, se tumba en el sofá de su casa y se lo zampa entero. La calidad es regulera y los subtítulos están plagados de errores, pero aguanta estoicamente para ver la historia. La semana después vuelve a repetir el proceso para ver el segundo episodio y la semana siguiente para ver el tercero.
20 de Octubre, 2016. Mario se entera de que mañana se estrena Black Mirror en Netflix.
21 de Octubre, 2016. Mario entra en Netflix y se gasta el equivalente a cinco cañas en una suscripción mensual. Vuelve a casa del trabajo y se pega un atracón de seis episodios desde la comodidad de su ordenador.
Juego, set, partido para Netflix.
Post Data:
Al hilo de este tema, es interesante escuchar las palabras de Charlie Brooker, el creador de la serie, sobre algunas de las razones que lo llevaron a apostar por Netflix para producir la tercera temporada de Black Mirror.
Por supuesto que el dinero fue un elemento importantísimo (Netflix pagó 40 millones de dólares por los derechos globales de la serie aumentando considerablemente los recursos disponibles para la producción), pero había otras consideraciones que acabaron convenciendo al guionista.
«Me ha permitido no tener que ceñirme a los formatos televisivos, donde tienes que hacer cortes para la publicidad. Cada episodio tiene la duración que yo quiero. El último episodio de esta temporada dura lo mismo que un largometraje. Sin contar que todos los episodios se cuelgan a la vez, así que los puedes ver en el orden que quieras, algo que nos parece bien ya que cada uno es independiente del otro».
Netflix lleva varios años revolucionando el sector. Con House of Cards optaron por colgar todos los episodios de cada temporada al mismo tiempo, un sacrilegio en un sistema de entretenimiento acostumbrado a dosificar la emisión de sus series.
La decisión fue de puro sentido común. Unos años antes, cuando el mayor negocio de Netflix era el alquiler de DVD por internet, eran conscientes de que a la gente les gustaba pegarse atracones de series. ¿Por qué no permitir a sus suscriptores hacer lo mismo? ¿Por qué no liberarse de la dictadura de la parrilla?
Fueron también pioneros en apostar por producción propia. Hay centenares de canales que producen contenido en todo el mundo, pero ningún negocio exclusivamente digital había hecho jamás una apuesta tan fuerte por crear sus propias series. A la hora de producirlas, la libertad creativa que otorgaban a sus creadores era sólo comparable con HBO: en lugar de pedir a David Fincher un piloto para hacer House of Cards, le encargaron una temporada completa para convencerle de que iban en serio.
Pese a todo, la realidad es que necesitamos más Netflixes. No es bueno que un canal acabe teniendo demasiado poder, algo que pasará si la competencia no espabila. Cuanta más pluralidad más beneficiados saldremos todos.
3 respuestas a «‘Black Mirror’ y por qué Netflix ganó la partida este fin de semana»
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[…] esto coincidió con el lanzamiento de la nueva, y largamente esperada, temporada de Black Mirror, la serie de Netflix que examina algunos de los efectos más tenebrosos de la tecnología en […]