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El corazón del villano


Enoch ‘Nucky’ Thompson, medio gánster, medio político, héroe del pueblo durante la Ley Seca. Si caminara entre nosotros en este siglo XXI, aparecería en programas del corazón por su relación con una modelo wonderbra, apoyaría al Tea Party, tendría fotografías con miembros del Partido Republicano y, quizá, acabaría en los juzgados acusado de malversación de fondos públicos, juego ilegal, lavado de dinero negro, asesinato y conspiración para cometer asesinato. Una joya.

Y, sin embargo, adoramos al Nucky Thompson de Boardwalk Empire. No sabemos si el verdadero Nucky era como el retratado en la serie de HBO. Nos dejamos llevar por la melancolía, la entrañable fealdad y debilidad física con la que Steve Buscemi viste al personaje. Este gánster socorre a damas en apuros, mira con ternura a los niños y, por encima de todo, de conspiraciones y tentaciones de enriquecimiento, se mantiene leal a sus hombres, a sus amigos y a su familia.

“Cumplo lo que prometo”, dice Nucky Thompson. Y es así. No vende a los suyos por un puñado de dólares; sin embargo, él ha sido traicionado varias veces por adoradores del dinero. La lealtad que muestra Nucky para los suyos hace que adoremos a este cabrón. El espectador quiere que Nucky sobreviva a la guerra de bandas, eluda la cadena perpetua y siga ganando elecciones amañadas.

La lealtad es la última virtud que queda a los personajes de las series de televisión. Una virtud que parece anticuada si aceptamos la definición de la Real Academia Española de la Lengua que identifica la lealtad con la ‘hombría de bien’. Palabras que podrían ser ilustradas por el Gary Cooper o el Gregory Peck de las películas aunque interpretaran personajes ambiguos. Porque el cine acogió pronto a los personajes de dudosa moral. Por el contrario, la televisión dejó claro, durante décadas, quiénes eran los buenos y quiénes los malos. Los buenos acumulaban todas las virtudes y los malos carecían de ellas y solían estar al margen de la ley.

Tony Soprano rompió las reglas: es un gangster y, también, un emprendedor; un padre de familia, un buen amigo de sus amigos. Un tipo simpático.

Tony Soprano es el abismo entre los personajes interpretados por Michael Landon y Nucky Thompson. En la primitiva televisión, que se mantuvo hasta los tiempos de Michael Landon, los protagonistas parecían sacados del mismo molde: McGyver es Landon manitas; Michael Knight es Landon con coche fantástico; los detectives de los 80 son Landon con un toquecito de ironía juguetona.

Después de Tony Soprano, los protagonistas tuvieron licencia para matar y llevar negocios turbios. Los espectadores perdonan estos pecados, pero no perdonan al personaje traidor. “Hasta la supervivencia de una banda de ladrones necesita de la lealtad”, escribió Antonio Genovesi.

The Wire muestra el mundo de los polis y el mundo de los malos; los que trafican con drogas y matan testigos de juicios. Sin embargo, la lealtad de los espectadores está dividida. El grupo de policías creado a la fuerza, con los restos de otros departamentos, funciona gracias a la lealtad mutua. Los camellos, los pandilleros y los matones de barrio son más que delincuentes: son amigos de sus amigos, aman a sus familias y a sus hijos.

Dexter Morgan es asesino en serie de noche. Durante el día intenta ser buen esposo, padre, hermano y compañero de trabajo. La lealtad con las personas que componen su mundo le lleva a ponerse en peligro de ser atrapado por sus compañeros del cuerpo de policía. Podemos soportar la sangre que destila Dexter, pero no perdonamos sus momentos de deslealtad.

Breaking Bad es la historia de un hombre que es desleal consigo mismo, pero que es leal con su familia, a pesar de que esta rechaza su vida criminal. Walter White, el protagonista, pone en riesgo su vida para proteger la de su cuñado, que, ironía del destino, es el hombre que quiere meterlo entre rejas.
Cuando una serie de personajes malvados fracasa es posible que ninguno de ellos practique la lealtad. Cuando todos traicionan a todos, el espectador no encuentra con quién identificarse.

Las series contemporáneas pueden estar ambientadas en otras épocas o espacios imaginarios, pero, a menudo, son una radiografía de nuestro tiempo en crisis. Y en la crisis es importante tener la certeza de estar rodeado por personas leales: saber que la familia no amenaza con el desahucio o que se puede contar con la solidaridad y la fidelidad del socio o el compañero de trabajo.



Este artículo fue publicado en la revista Five.

Por Javier Meléndez Martín

Soy guionista desde 1998. He trabajado en producciones de ficción y programas para Canal Sur, ETB y TV3.

Co-escribí el largometraje para televisión Violetas (Violetes), una película para Televisió de Catalunya, Canal Sur Televisión y Canal 9. (2009).Violetas consiguió dos premios y dos menciones.

Imparto talleres de guion desde 2010.  Ahora, en Portal del escritor.

Puedes leer mi blog La solución elegante (recomendado por la Universidad Carlos III de Madrid para estudiantes de guion).

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