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Creatividad para lidiar con las bombas de humo

A mediados del mes de junio, Gustavo D. llegó a su casa en Rio de Janeiro con las manos apestando a vinagre. Era tal la intensidad del olor que fue enseguida a lavarse: parecía recién salido de una enorme ensalada de lechuga y tomate. Tras pasar por el aseo, Gustavo se explicó: “Es por las protestas, usamos vinagre contra el gas lacrimógeno”.
Las manifestaciones populares acontecidas estos últimos dos meses en Turquía, Brasil o la pequeña Nicaragua han generado un torrente imaginativo en sus protagonistas. La violenta respuesta de la autoridad en algunos –o bastantes- casos ha demandado una evolución en su actitud, una respuesta ingeniosa ante las balas de goma, el spray pimienta y, sobre todo, los gases lacrimógenos, quizá el enemigo más común y certero.
Gustavo contaba aquel día cómo los manifestantes de Sao Paulo y Rio solían acabar las marchas medio ciegos, congestionados y la garganta picando por el gas. Así hasta que alguien corrió la voz de que el vinagre mitigaba su efecto y entonces todo el mundo empezó a llevárselo de casa. La gente empapaba sus camisetas y cuando la policía disparaba los cartuchos se envolvían la cara y respiraban. “Funciona”, explica Gustavo.
Las redes sociales generaron cantidad de literatura al respecto en pocos días. Centenares de cuentas de Facebook y Twitter dieron cuenta de la suerte de un reportero paulista con el vinagre. Aturullada por la multitud, la policía de Sao Paulo le había detenido durante una manifestación por llevar una botella de vinagre encima. Claro, la protesta brasileña se convirtió en la revuelta del vinagre… Ya no era solo el aumento del precio del transporte público, la protesta ahora mutaba, se convertía en una hidra cuyas cabezas exigían igualmente mejoras en educación y salud, la suspensión de prácticas agresivas por parte de la policía –como lanzar gas- y que, si lo lanzaba, al menos dejase de joder con el vinagre.
Pero la policía siguió disparando bombas de gas. Hubo lugares en que apenas afectaron al personal –el congreso de la república, en Brasilia, envuelto de agua, se convertía así en un buen escenario para las protestas: las bombas funcionaban peor bajo el agua-, pero en general suponían una molestia.
Un día de aquellos, el 16 de junio, un video grabado en Turquía revolucionó las tácticas defensivas de la masa protestante. En las imágenes, un grupo de jóvenes agarraba una carcasa disparada por la policía y la arrojaba al interior de una de esas garrafas de agua que hoy figura en la esquina más céntrica de cualquier oficina. El gas quedaba neutralizado y el video causaba furor. También por entonces empezó a circular el rumor en Facebook de que las pastillas de vitamina C –en Brasil se llaman Cebión-, protegían la garganta del gas. A falta de una máscara, no parecían mala opción. El carioca Marcus O. aseguraba que eran un remedio mejor que el vinagre porque carecían de acido acético –corrosivo en concentraciones altas-.

Marcus criticaba el uso del gas y apuntaba que la policía había usado bombas caducadas en las protestas, como se puede ver en este enlace. En cualquier caso, la blogosfera brasileña parió un buen puñado de soluciones contra el gas y el spray pimienta. Unos apuntaban que la leche entera pasteurizada era mejor que nada; otros indicaban los pasos para construir una máscara casera. Hubo quien tuvo incluso tiempo para crear un juego de facebook llamado V de Vinagre. En él, un tipo huye de la policía y agarra tantas botellas de vinagre como puede de camino. Si se tropieza con un antidisturbios, la tunda que le cae es buena.
 

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