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Por qué he visto 30 episodios de ‘Bosch’ en dos semanas

Mi mujer y yo vimos los 30 primeros episodios de Bosch (Amazon Prime) en dos semanas. Solo por las tardes. (Rara vez coincidimos en los gustos por las series). Queremos más. ¿Qué tiene esta serie?

1. Bosch, un tipo corriente

La televisión se ha llenado de detectives extravagantes, histriónicos, en muchos casos insoportables, con una inteligencia insolente, memoria eidética y chino mandarín. Resuelven crímenes retorcidos en un día y dos noches.

En televisión hay pocos policías como Hieronymus Harry Bosch. Un tipo de la vieja escuela. Este Bosch está apegado a las novelas de Michael Connelly, que bebe de las novelas baratas de detectives de los 50.

Los de la vieja escuela patean las calles. Hacen preguntas. Hacen papeleo. Capean a los políticos oportunistas y a los periodistas buitres. Sacan la pistola cuando no hay más remedio. Y saben usarla. Bosch es un tipo inteligente, pero no resuelve los casos con la ecuación de Fibonacci.

Los de la vieja escuela se tragan sus dramas. Bosch es un tipo grandote y vulnerable, pero no ahoga las penas ni las frustraciones en alcohol. Toma un par de cervezas, como mucho, mientras mira Los Ángeles desde su casa de la colina. No quiere que su hija adolescente cargue con sus dramas ni que tus compañeros soporten sus cruces. Cada uno va a la cama con su dosis de frustración de la vida.

Cada día es duro y parecido al anterior y todo parece cuesta arriba. El trabajo. La familia. Nos reconocemos en Bosch.

2. Jerry, un compañero normal

Los compañeros clásicos de un detective son el idiota o el ignorante o uno con el que choca. El idiota o el ignorante sirven al novelista o al guionista para que el héroe verbalice sus hallazgos sobre el caso. La pareja que choca se utiliza con frecuencia para forzar la comedia (el sucio contra el limpio, el informal contra el formal, el loco contra el cuerdo…)

El compañero de Harry Bosch es Jerry Edgar. Harry y Jerry. Connelly se desentiende del consejo de no usar nombres cacofónicos, pero la vida es cacofónica.

Jerry no es el chistoso ni el tipo que se asombra de las habilidades y la inteligencia de su compañero. Tampoco es un personaje contrapuesto a Bosch. La comedia en Bosch surge de las situaciones, no del choque de caracteres.

Jerry es un tipo tan inteligente como Bosch. Con menos experiencia. Menos entregado a su trabajo, pero igualmente eficaz. Un Harry que no está quemado.

3. El espectador lo sabe todo

Muchas series sobre crímenes tienen trampas. Ahogan las pistas con un montaje acelerado. Intentan convencer al público de que todas las cartas están boca arriba. Mentira. Si todo estuviera a la vista, ¿cómo luciría el detective?

En Bosch sabemos quiénes son los criminales y sus motivos vulgares. El dinero. El sexo. Una locura que conduce al crimen, pero que el asesino no encubre con diálogos profundos sobre el bien y el mal. No hay trampas. No se ocultan pistas. Seguimos el curso de las investigaciones. Esto es un gran esfuerzo de guion. Lo fácil es retener información y dar pistas falsas al final de cada capítulo.

4. El desarrollo de los personajes

Cuando las cartas están boca arriba no caben los trucos de guion. Los guionistas se ven obligados a esforzarse por desarrollar a los personajes. Esto no significa que no pasen cosas. Hay un constante movimiento en la serie Bosch. Es el resultado de mezclar en cada capítulo los casos de tres novelas de Connelly. Pero no seguimos la acción porque sí, queremos que Bosch atrape a los malos, sí, pero por encima de eso, queremos saber más de Bosch y de quienes le rodean.

 

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