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Relatos ortográficos: Cosas que le puedes echar a un ‘gin-tonic’ que no estaban bien dichas (y ahora no te censuran)

Le habían contado tantas cosas sobre la ciudad y todas tan maravillosas que no le quedó más remedio que hacer la maleta, comprar un billete de autobús que le llevara a la metrópoli y emprender el viaje a conocer cómo era la gran urbe. En el reducido universo de su pueblo había de todo, pero no brillaba con la misma intensidad con la que lo hacían las cosas lejos de allí.

Durante el viaje iba imaginando cómo sería en realidad la ciudad, la cantidad de cosas nuevas que descubriría, y cuando llegó a la estación de autobuses su cuerpo entero y su mente estaban ya predispuestos a dejarse empapar de cosmopolitanismo y diversidad.

Una mujer muy amable le indicó que su hotel no estaba demasiado lejos de la estación si quería ir andando. Hacía un día soleado y agradable, así que salió a la calle y decidió ir paseando. La ciudad, de momento, empezaba cumpliendo sus expectativas. Era tan enorme como la había imaginado.

Solo faltaba comprobar si las noches serían igual de interesantes. No veía el momento de tomar un gin-tonic con botánicos, como tantas veces le habían contado que se hacía en la ciudad. Eso de tomar pelotazos de ginebra de la buena rodeado de gente con un título universitario tan lustroso como el de licenciados en Botánica debía de ser una particularidad más de la gente de la urbe. Porque, vale, en su pueblo sabían mucho de plantas. Pero nadie podía alardear de título en sus tarjetas de visita. Y el pepino solo se usaba en la ensalada.

La historia es penosa, cierto. Pero es la manera más directa de entrar en materia y hablar de un uso controvertido, hasta ahora, de la palabra botánicos para referirnos a todas esas guarreridas que nos ha dado por echar en el gin-tonic. En este contexto, botánico es una mala traducción de la palabra inglesa botanical, que significa hierba, raíz o semilla y producto botánico.

En su momento, allá por el 2012, a la Academia (y, por tanto, a la norma) no le hacía ninguna gracia la palabreja y aconsejaban optar por enumerar los complementos que le echamos a nuestra copa: cardamomo, regaliz, pimienta, vainilla, cortezas de cítricos y otras cosillas que encontremos por ahí según la tendencia que toque. O simplemente decir, para abreviar, que le hemos añadido algún que otro producto botánico o el más escueto (por aquello de la economía del lenguaje) aromatizantes (algo que aún hoy aconseja la FundéuRAE cuando le hemos consultado).

Pero eso era en 2012. Consultada hoy la RAE, nos dice que, de momento, «no se registra en los diccionarios generales el uso de la voz botánico como sustantivo con la acepción que nos explica». Pero se trataría de un caso similar al de químico, un adjetivo que ha pasado a emplearse como sustantivo para designar un producto de esta categoría: un químico, los químicos. «En consecuencia, el uso de botánico como sustantivo para designar cierto producto (como ciertas especias, hierbas o aromatizantes) no sería censurable; además, su documentación es considerable actualmente». La FundéuRAE aclara que esa documentación registrada se da, fundamentalmente, en el ámbito especializado.

Así que, oye, si la RAE consiente, siéntete libre de echarle a tu gin-tonic lo que sea menester para elevar tu grado de sofisticación. Quién lo paga ya es otra cuestión.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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