Breve manual para sobrevivir al diseño

Una cosa es diseñar, más cuando se tienen años de oficio, y otra teorizar. Y de esas dos acciones, la que más le ha costado a Marta Cerdà ha sido, sin duda, la segunda. Aun así, decidió hacer un parón de tres meses en su trabajo como diseñadora para dedicarlos íntegramente a escribir un ensayo sobre diseño. El resultado ha sido Sobrevivir al diseño. Contexto, memoria y tiempo, publicado en Anagrama. Cerdà no ha pretendido hacer un manual sobre su oficio ni teorizar académicamente sobre él, para eso ya hay otros libros. La diseñadora catalana se ha acercado a este tema desde su propia experiencia y ejercicio, intercalando anécdotas personales con reflexiones sobre el diseño y la manera de aproximarse a él. La suya es, pues, una mirada desde dentro. «El libro está lleno de cosas más personales, donde la vida se va entrelazando con el diseño. Y ha sido mi forma de poder escribir un libro sobre diseño, porque yo tampoco podría y sabría hacerlo solo de teoría. Yo no he dedicado mi vida a estudiar el diseño, sino a trabajarlo. Por eso, en el libro, se va mezclando lo que es vida y diseño. Es que no sabría hacerlo de otra forma». [caption id="attachment_323733" align="alignnone" width="1000"] Foto: Kim van Aalderen[/caption] Sobrevivir al diseño está dividido en 10 bloques donde se enfrenta a cuestiones como el oficio, la forma, el porqué, la memoria, la diversidad, la atemporalidad, el orden, la herramienta, las contradicciones y el miedo. Por eso, más que un ensayo sobre el oficio de diseñar, lo suyo es más una especie de autobiografía profesional. «Yo me he dado cuenta al escribir el libro que el diseño se interconecta con tantas cosas… Porque, en cada capítulo, donde quería hablar de los grandes temas, me daba cuenta de que podía encontrar filones en la filosofía, por ejemplo. Y en la vida misma. Todos los temas más cruciales del diseño, cuando discutimos los diseñadores de estos temas, por ejemplo, el orden, son temas que van más allá del diseño. Hablan de la vida, hablan del ser humano y de cosas mucho más profundas que algo superficial. El diseño puede parecer algo superficial, pero, en el fondo, las decisiones que tomamos y las discusiones que tenemos entre nosotros son bastante filosóficas». Arte y diseño Una de esas reflexiones aborda la eterna cuestión que trata de dirimir entre arte y diseño. ¿Son lo mismo? Cerdà opina que sí. «Desde mi punto de vista, que no tiene por qué ser el correcto, el diseño es arte. Y aun el más funcional también es arte». El problema, en su opinión, radica en la maniquea jerarquización que se viene haciendo entre un campo y otro, «donde lo funcional es para los pobres y lo estético es para los ricos. Y eso es absurdo, completamente absurdo». Lo funcional, dice, también es estético y forma parte de este mundo del arte. «El diseño es arte; aunque haya puesto todas las fichas en la función, sigue siendo arte. Por eso hay cosas artesanales antiguas que las ponemos en los museos, porque podemos ver su belleza, vemos la belleza en la funcionalidad. Una silla, por ejemplo. Es un arte aplicado, pero también es arte». ¿Por qué, entonces, seguir insistiendo en esa dicotomía? «Los diseñadores nos hemos explicado mucho diciendo que no es arte lo que hacemos. También yo creo que, en parte, como una defensa contra lo no pensado, porque también lo que hacemos tiene que tener una estrategia, tiene que ser funcional. Estos artistas que pintaban para un rey o para la Iglesia también tenían una función. Entonces, ¿por qué hacemos estas distinciones jerárquicas? Si lo tratáramos como arte, igual lo trataríamos mejor». Tipografía, memoria y globalización Sin memoria, afirma Marta Cerdà, no hay futuro, porque todos construimos nuestro trabajo basándonos en el de los demás, nos guste o no reconocerlo. En ese terreno de la memoria, la tipografía juega un papel destacado. «La historia de la escritura, uno de los inventos más importantes y antiguos que ha conocido la humanidad, aguanta el peso de la memoria: es el resultado de una copia descarnada tras otra», escribe la diseñadora en su ensayo. Para ella, la caligrafía, la tipografía, no son meros elementos estéticos o diseños, reflejan el pensamiento y la cultura de un pueblo. Y ahí radica su peso y su importancia. «En la época de los grandes imperios coloniales había una necesidad de homogeneización entre los distintos territorios colonizados para poder comunicarse con eficacia, y una de las maneras de hacerlo fue compartir —o imponer— una lengua o un mismo sistema de escritura», comentaba el tipógrafo Andreu Balius, como recoge Cerdà en su ensayo. «La letra siempre se ha utilizado con fines identitarios», insiste el calígrafo Oriol Miró. Y reparar en el enorme significado que puede tener el peso de una letra ha sido una de las grandes revelaciones que se pueden tener sobre el diseño de letras. Al menos, así ha sido para la autora de Sobrevivir al diseño. Tipos como la Fraktur, que tanto ensalzaron los nazis, o la Helvética, que bajo nuestra mirada occidental puede parecer neutra pero no lo es en absoluto («es un símbolo inequívoco de la globalización, es el vaciamiento de contenido, al menos aparentemente», opina Cerdà), son ejemplos de cómo la tipografía no es inocua ni neutra. [caption id="attachment_323734" align="alignnone" width="1000"] Tipografía Fraktur[/caption] Una lengua que no cuente con su transcripción gráfica está condenada a morir. De ahí que sea fundamental que todas, incluso las más minoritarias, cuenten con su propia digitalización. En este sentido, la autora destaca el trabajo del diseñador checo Peter Bil’ak, que explicaba en una conferencia: «Para los investigadores, el declive en el número de lenguas es análogo al de la biodiversidad». Bil’ak observó al inicio de su carrera como diseñador que ninguna fuente digital admitía los diacríticos centroeuropeos, así que se dedicó a hackearlas para introducirlos. «Esto me hizo consciente de lo corto de miras que es crear soporte solo para algunos idiomas y excluir otros porque alguien ha decidido que no hay mercado para ellos». De esa manera, al digitalizarlas —explica Marta Cerdà—, las hace económicamente viables, y ahí está la gracia, «porque hoy, lenguas escritas que no estén digitalizadas correctamente desaparecen seguro». Tal y como recoge la diseñadora catalana en su ensayo, la tipografía hace visible y tangible el lenguaje y le da forma, que es una afirmación de Erik Spiekermann. Además de permitir que nos comuniquemos, aporta la misma información que la entonación o los gestos en el lenguaje oral. En la forma también hay intención. Así pues, extrapolando la tipografía al diseño, podemos deducir que difícilmente puede ser universal, siempre tendrá sesgos culturales. «Muchas veces no los vemos porque estamos en una cultura occidental, estamos inmersos en ella, y somos incapaces de ver ese sesgo, pero el sesgo está», confirma Cerdà. «Pero, por otro lado, sí que es verdad que la cultura visual es mucho más universal que la cultura verbal. Si yo me quiero comunicar con alguien con quien no tengo nada en común, una lengua, si me expreso con lo visual va a ser más fácil de entablar una comunicación. Es algo bonito, yo creo. Aunque hay toda esta globalización, sí que hay características en cada país, en cada territorio, unas maneras de hacer imposibles de no volcar dentro del diseño. Cultura y diseño van juntos, no se pueden separar». La memoria, en su opinión, pesa en cada cultura «y es la que trasciende, y hace que cada sitio sea particular. Y no tiene por qué ser un país, también en barrios cada lenguaje puede ser particular». La era de la sobrexposición Vivimos inmersos en un mundo de imágenes, y cabe la reflexión de cómo afecta eso al diseño. ¿Nos preocupa más el diseño porque le prestamos más atención? ¿O tal vez esa sobrexposición a tanta imagen hace que quede diluido? «Probablemente. Es lo que decía Andy Warhol, cuanta más cantidad, el mensaje va quedando diluido, y hoy en día hay mucho ruido», opina Cerdà. «El ruido, en general, es muy alto, visual y a todos los niveles. Lo que pasa es que cuando en diseño tú ves una cosa que ha estado más pensada, y que está más crafter, que dicen en inglés, en la que alguien ha invertido tiempo para hacerla, merece cierta atención». Pero eso tiene también su lado positivo: puede ser un aliciente para un diseñador que quiera destacar por encima de todo ese ruido visual. ¿Qué le pasa al diseño actual, doctor? En esa reflexión sobre el diseño tan personal que hace Marta Cerdà en su ensayo, cabe también buscar los problema que le afectan. Uno de ellos, explica la autora de Sobrevivir al diseño, es que le cuesta entrar en el engranaje empresarial y lidiar dignamente con figuras de marketing o de estrategia sin ser apagado. «Yo creo que ahí le cuesta encontrar su sitio con dignidad. No sé cuál es la respuesta, pero pasa, y en estos engranajes el diseño casi se vuelve maquillaje. Dejamos cosas que son nuestras en manos de otros especialistas que tienen en cuenta más los datos, los beneficios. Creo que el diseño debería retomar este espacio porque es una parte de este engranaje que no sé si es la más humana, pero sí más sensible y que tiene una voluntad más de servicio que de beneficio. Y creo que es importante para la sociedad en general». «Nosotros somos los responsables de seguir luchando por ese espacio, y de que sepamos hablar ese lenguaje que, a veces, no sabemos hablar», concluye. No es el único problema al que se enfrenta este campo. También peca de cierta falta de valentía, algo más evidente si se compara con los trabajos de diseñadores como Oliviero Toscani o Kessel. «Creo que, en general, la cultura ha quedado un poco estancada. Y yo creo que es debido a todo esto de los datos, que la gente pide lo que necesita y entonces no hay sitio para lo nuevo, para lo más refrescante. Los mismos productos ya tienen tanto miedo que este miedo —es lo que explico al final del libro— se huele en la calle. Tú vas mirando y en todas las campañas hay un miedo ahí». «Las de Toscani o Kessel huelen a libertad, te hacen pensar, te hacen parar. Y ahora no, vamos un poco todos como borregos», remarca Cerdà, algo que queda patente en las redes sociales, que para la diseñadora son un problema «porque estamos muy esclavos del like, y el miedo a la cancelación. A nivel cultural, estamos muy apagados». Quizá, por repartir culpas, seamos los usuarios quienes exigimos a los profesionales del diseño una valentía que debe recaer también en el cliente, que quiera comunicar de otra manera, no solo buscando la inmediatez del resultado. Aunque Marta Cerdà opina que eso está relacionado con la economía. «Cuando la economía no va bien, el empresario tampoco quiere tomar muchos riesgos. Se unen muchas cosas: esto y lo de las redes sociales, pero si te fijas, está pasando en todos los terrenos».