El artista Patrick Brill, conocido como Bob and Roberta Smith, envió una consigna al mundo: «Todas las escuelas deberían ser escuelas de arte». Una frase que esconde una crítica contra una educación algo encasquillada y una oportunidad: convertir la creatividad en un catalizador que ayude a aprender sobre todas las disciplinas.
Significa humanizar la enseñanza a través de la capacidad más insustituible del ser humano. Eso se propone la escuela creativa Brother en el campo de la comunicación: «Los modelos socioeconómicos cambian. La revolución tecnológica se nos ha echado encima. Ya no es raro llamar a un teléfono de atención al cliente y hablar con una máquina», sintetiza su director académico en Barcelona Óscar Amodia.
Con la inteligencia artificial conquistando cada vez más áreas del mercado laboral, el espacio en que la acción humana se hace imprescindible se estrecha. «No creo que puedan inventar un software que indique cómo tiene que ser la personalidad de una marca, ahí es donde queremos estar; que los clientes valoren ese trabajo que requiere a un ser humano pensando y decidiendo», razona Amodia.
Brother es una reconocida (y premiada: CdeC, IAB Inspirational, Sol de Oro, Ojo de Iberoamérica, Young Lions de Cannes…) red de escuelas con diez sedes repartidas entre Hispanoamérica y España.
El centro prefiere no definirse como una escuela de publicistas, sino de ideas. Entienden las ideas como semillas imprevisibles. No es justo acotar su crecimiento al campo de la mercadotecnia: un buen chispazo creativo debe disfrutar de la libertad de expandirse tanto como le dicte su naturaleza, ya sea al cine, a la música, a la escritura, al arte…
Su sede de Barcelona es una de las vanguardias de Brother. Se ha convertido en un laboratorio pedagógico. «Aquí ponemos en práctica nuevas ideas que, en función de la respuesta, podemos aplicar a otros centros», explica su director.
Este deseo de innovación responde a una necesidad: «El sector ha cambiado mucho. Las nuevas generaciones tienen otra manera de pensar y otras necesidades, la crisis y el impacto de la tecnología alteraron las dinámicas del sector».
Uno de los cambios de los últimos años confirma la filosofía de Brother, según detalla Amodia: «Un buen creativo es aquel que es capaz de llevar a cabo las ideas». Es decir, el talento debe saber cómo aterrizar y prosperar en la realidad, y eso tratan de enseñar en Barcelona.
Se requiere, para satisfacer estos objetivos, una continua vigilancia. El programa de enseñanza es flexible: «Cada año repensamos los contenidos y también durante el curso; los testamos con los alumnos y los cambiamos en tiempo real. Es un programa líquido».
Un ejemplo de esta vocación es la iniciativa DOERS Day en la que predisponen a los alumnos a pergeñar ideas basándose en sus gustos. Es más fácil que nazcan ideas potentes de lo que te entusiasma y te mueve. «Además, en el mercado, los trabajadores cada vez van siendo más autónomos». Concebir una idea que embargue tanto que, por pura pasión, el creador enfoque su energía en desarrollarla en todas sus aristas, desde las más pragmáticas a las más artísticas.
Se trata de ayudar a los alumnos a descubrir qué les hace únicos y utilizar ese descubrimiento para desbrozar el camino al éxito laboral. «Preparamos a los estudiantes para triunfar ante cualquier entorno creativo, ya sea una agencia de publicidad, una productora, una start-up, una editorial, un proyecto personal o una profesión que todavía no existe».
El director de Brother Barcelona alude a la conferencia en la que Ken Robinson se preguntaba si las escuelas están matando la creatividad y aboga por implementar dinámicas y espacios que nutran la gestación de ideas nuevas.
Hace 5.000 años, antes de que existieran las universidades o antes de que la imprenta democratizara, poco a poco, el acceso a la información –reflexiona el director–, aprendíamos «compartiendo, viviendo». Por eso, la escuela fomenta el intercambio entre alumnos.
«La creatividad necesita un espacio personal, tienes que sentarte contigo mismo, pensar, desarrollar; pero también hay que ponerlo en común. Lo creativo consiste en conectar puntos que nadie había conectado, y para eso es muy bueno hablar con otras personas con historias familiares distintas a la tuya o procedentes de otras culturas».
Es difícil predecir cómo serán las cosas en diez años: cambiarán las formas de trabajar, quizá se transformará todavía más nuestra forma de recibir y consumir información. Esa ambigüedad es uno de los mayores desafíos pedagógicos. Una escuela no puede ser un templo sagrado y clausurado, debe estar atenta al latir del mundo real.
Hay que aprender a manejarse en un mundo líquido. De hecho, quizá esa liquidez sea una ventaja. «Siempre me presento diciendo que no sé nada. Colocarse en la posición del no saber es bueno; si trabajas desde la posición del saber, tiendes a repetir lo que ya has hecho». Brother enseña a transformar la duda en una ventaja. Algo crucial en un mundo cada vez más imprevisible.