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Un bus hotel lento para viajar durmiendo y otras moderneces

Una carta que salía de Madrid tardaba cuatro días en llegar a Valencia y una semana en tocar Barcelona. Suena lento, pero fue un avance del reinado de Felipe II. A principios del siglo XX, con las mejoras en los barcos de vapor, el trayecto desde Europa hasta América se recortó hasta quedarse en poco más de cinco días. Hoy, en menos de un día, uno puede aterrizar en las antípodas. Pero no es suficiente, se necesita —se pide— más, y mejor.

Los medios de transporte siguen evolucionando, acelerándose. Pero hay quienes prefieren frenar y anteponen otra prioridad a la velocidad: la comodidad y la eficiencia. La tecnología ha permitido que, por ejemplo, políticos, empresarios o ejecutivos, en una sola semana, trabajen desde diferentes partes del mapa. El ritmo tecnológico, en algunos casos, ha superado el ritmo que puede soportar un ser humano y algunas empresas empiezan a tomar medidas.

La firma Cabin quiere adaptarse a los ritmos biológicos y competir con las aerolíneas. Propone viajes en autobús desde Los Ángeles a San Francisco en ocho horas, cuando el trayecto suele hacerse en seis. Es un autobús que levanta el pie del acelerador para que los pasajeros puedan completar un ciclo de sueño saludable.

Su eslogan: «Quedarse dormido en San Francisco y despertar en Los Ángeles». Se trata de un hotel rodante. Tiene cabinas dormitorio que recuerdan a las cápsulas para largos viajes espaciales que aparecen en algunas películas de ciencia ficción. No es apto para claustrofóbicos: el techo está tan cerca que uno no puede siquiera sentarse dentro del receptáculo.

¿Cómo puede una apuesta así competir con la rapidez de los aviones cuando, además, la oferta es incluso más cara? Desde Cabin han advertido que la velocidad, en algunos casos, no es la mejor opción. Llegar a San Francisco desde los Ángeles lleva una hora y media a las compañías de vuelo; sin embargo, no todo el trayecto está en el aire.

Los procesos de embarque con sus medidas de seguridad multiplican el tiempo. La ruta resulta poco aprovechable entre tanto trámite y cuesta trabajar en el camino: un avión no es un entorno idóneo para la concentración. El zumbido constante, el trasiego de la tripulación y sus carritos, los avisos…

En Cabin crean las condiciones para que el desplazamiento se produzca en el tiempo muerto de la noche. Sale a las once y llega a las siete de la mañana. Avanza lentamente, a un ritmo cuidado y constante para favorecer el sueño de los pasajeros y que noten lo menos posible los efectos de la conducción.

Todo está preparado para acunar a los viajeros. «Cada cabaña individual está equipada con una cortina de privacidad para bloquear la luz, paredes con aislamiento acústico para minimizar el ruido y ropa de cama de lujo para maximizar la comodidad», cuentan en su web.

Además, uno no se enfrenta a una lotería de chóferes: no depende del azar que el viaje sea más o menos tambaleante. «Todos los conductores han sido entrenados para tomar rutas específicas que reducen la cantidad de turbulencias que experimentan los huéspedes». También, como cuenta The Economist, hay un servicio de asistencia a bordo y barra libre de melatonina (sustancia que ayuda a regular el sueño).

Tanto mimo se nota en el precio. Cabin parece un sistema ideado para ejecutivos y políticos. Ir y venir en estos autobuses cuesta de 170 dólares para arriba  La idea supone una evolución natural. Es el resultado de una dinámica de vida en la que el movimiento de ciudad a ciudad se ha normalizado.

Ya hace seis años la firma rusa Arch presentó unas Sleepboxes: habitaciones pequeñas para distribuir en los aeropuertos a fin de que los pasajeros con largas escalas encontraran otra opción de descanso más sencilla que hospedarse en un hotel. Las cajas contaban con WiFi, televisión, enchufes, lámparas y espacio para el equipaje.

Wikicommons (CC)

En Perú, la orografía complica los viajes terrestres de una provincia a otra. No hay una red de autovías como las que se acostumbra a surcar en Europa y, además, la cordillera de los Andes ralentiza el avance. Desde Lima a Cuzco, se pueden tardar 22 horas. Algunas empresas de autobuses ofrecen butacones mullidos y completamente reclinables y mantas, además de una pantalla interactiva por persona con películas, juegos y música, y de servicios de catering y asistencia a bordo.

La cuestión es convertir el nomadismo moderno en algo más funcional y eficiente. La ecuación depende de dos factores: o se crean las condiciones más favorables para no malgastar el tiempo de actividad de cada día (como el caso de Cabin) o se potencia la velocidad hasta el extremo.

Sistema del Hyperloop/ Foto: wikicommons

El Hyperloop de Tesla está cada vez más cerca de convertirse en realidad. Elon Musk, su impulsor, promete llegar de Washington a Nueva York en menos de media hora. En sus últimas pruebas, el vehículo alcanzó los 324 km/hora. Los primeros análisis y estudios sobre la idea establecían que este sistema de trenes a través de túneles de vacío podría alcanzar los 1.200 km/hora. Ahora, el tren más veloz del mundo, el Maglev japonés, puede alcanzar los 600 km/h.

Personas que hoy rondan los 60 años recuerdan todavía cómo, en su niñez, para viajar en coche desde Alicante a Castilla-La Mancha podían llegar a demorarse más de nueve horas. La evolución ha sido exponencial. Pero se sigue ambicionando mayor velocidad, y sobre todo mayor sofisticación y personalización de los servicios de transporte. El mundo es cada vez más pequeño y una prueba de ello es que el propio Elon Musk ya ha empezado a transmitir la idea de que sería en Marte donde el Hyperloop realmente ofrecería un funcionamiento óptimo.

Por Esteban Ordóñez Chillarón

Periodista en 'Yorokobu', 'CTXT', 'Ling' y 'Altaïr', entre otros. Caricaturista literario, cronista judicial. Le gustaría escribir como la sien derecha de Ignacio Aldecoa.

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