Es conveniente sacarle el lado positivo a todo. Y ser una ciudad o un país que vaya a la retaguardia tiene sus ventajas. Es altamente probable que los problemas que amenazan al presente de tu retrasado lugar de residencia ya se hayan dado con anterioridad en otros lugares.
Es cierto que las réplicas exactas se dan solo en escenarios clónicos, pero cualquier debería ser capaz de extraer una lectura de lo que ocurre en otros laboratorios y aplicarlo a su terreno de juegos.
Madrid, por ejemplo, está experimentando en estos momentos los efectos en el mercado inmobiliario de una turistificación masiva que demanda miles de pisos de alquiler vacacional en zonas céntricas de la ciudad. Lo que va a pasar en Madrid tiene un nombre. Se llama Barcelona, donde ocurrió lo mismo unos pocos años atrás.
El mercado inmobiliario no es el único que se va a transformar dramáticamente en los próximos tiempos. También, el mercado laboral y el sector servicios lo van a hacer, arrastrados por la subida de precios de las viviendas.
Esta es la historia del último camarero de San Francisco. Esta podría ser la historia del último camarero de Barcelona. O de Madrid. O de Londres. O de…
The last waiter standing
Steve y Ahmed eran camareros. También eran compañeros de piso. De hecho, eran compañeros de piso con fecha de caducidad porque ambos sabían que alguno dejaría de ser capaz de pagar su parte del alquiler muy pronto.
Además, eran los dos últimos camareros de San Francisco. Todos los demás tuvieron que dejar la ciudad incapaces de cubrir sus rentas de alquiler con los salarios que cobraban.
Pasó el invierno y no tardó en ocurrir lo peor. Ahmed fue el primero en caer. Llegó una tarde del Starbucks en el que trabajaba, se sentó en el borde de su cama y se lo dijo a Steve.
– Mi vida se acabó. Me voy a Tacoma, Washington. No puedo más.
– No se me ocurre putada mayor que una mudanza a Tacoma, Ahmed. No sé qué decir.
Así fue como Steve quedó como el último camarero de la bahía. No tardaría mucho en morir de pena y no salir adelante.
Son leyenda.
Te podría pasar a ti
¿Suena descabellada la historia de Ahmed y Steve? Pues algo así podría estar ocurriendo ahora mismo en la ciudad californiana.
Así lo cuenta The New York Times. «Los restaurantes de San Francisco no pueden permitirse camareros. Así que han puesto a los clientes a trabajar».
El alto precio de los alquileres en la ciudad de la bahía son noticia desde hace años. La explosión de las start-ups de Silicon Valley llenó la región de jóvenes forrados. Los que no vivían allí pero querían triunfar en las tecnológicas, empezaron a llegar y se pusieron caprichosos: querían vivir bajo techo.
Eso hizo que el valle y, sobre todo, San Francisco, se convirtieran a la vez en una de las zonas más demandadas del país y en una de las que tiene la renta per cápita más alta de EEUU. El resultado de la ecuación es que cada vez es más difícil que los trabajadores menos cualificados puedan acceder a un alquiler.
A eso hay que sumar el incremento de los costes salariales y ya lo tenemos: los camareros con sueldo de camarero no se pueden permitir vivir en una ciudad que necesita miles de camareros. Y claro, si estás forrado, no te gusta quitar la mesa en el restaurante en el que comes.
Según los restauradores, la falta de disponibilidad de camareros es ya una realidad y la situación es, como cuenta The New York Times, que «en esta ciudad de asombrosa riqueza, puedes comer como un gourmand, con cristalería auténtica y platos de cerámica. Pero primero tendrás que ir a buscar tu mismo tus propios cubiertos de plata».
Vamos, que los restaurantes cuquis llenos de platos candidatos a salir en Instagram con filtro Valencia se han convertido en McDonald’s en los que pillas un número, recoges el papeo y tiras las sobras a un cubo de basura después de limpiar tu mesa.
Como estará la cosa, que las personas encargadas de fregar los platos cobran unos 18 o 19 dólares por hora y ni con esas pueden costearse un sitio digno para vivir.
El economista de la Universidad de Berkeley Enrico Moretti afirma que cuando el coste de la vivienda sube un 10%, el de los servicios locales sube un 6%. Desde 2012, el precio de la vivienda en Frisco se ha doblado, así que las hamburguesas deberían hacerlo. Pero no hay mucha gente que pueda pagar 25 pavos por una.
Anjan Mitra, dueño de dos restaurantes de comida india, dice al NYT que, teniendo en cuenta que la gente no quiere pagar 20 dólares por hamburguesa y que no pueden recortar personal de las cocinas, tendrían que hacerlo del servicio. «Y eso es lo que hicimos. Nos deshicimos de los camareros».
Aquí está la historia completa.
Como dicen Elia y Elizabeth,
Si quieres agua no bebas en el mar
si quieres fruto primero hay que sembrar.
Y luego recoger la mesa. Dale al play, anda.
En ocasiones veo camareros
Dejemos las frivolidades de San Francisco y vayamos con lo realmente importante. Un camarero, o más bien, una persona disfrazada de camarero, ganó el pasado fin de semana el Primer Concurso de Estatuas Humanas celebrado en El Ejido, Almería.
Como cuenta Diario de Almería, «Alejo Merlini, de Argentina, el camarero triunfador consiguió el Premio del Público y el Mejor Movimiento. El Mejor Estatismo y el segundo Premio del Público fue para Stefan Maftei, de Rumanía, que encarnaba a Cristo».
Aquí está la foto del traspiés del camarero. De la de Cristo no tenemos ninguna.
Y como dato inútil de la semana os ofrecemos este: la banda de rock Los Enemigos tiene una canción llamada Traspiés que habla de un condenado a muerte al que ejecutan mediante inyección letal. Y otra que se llama Camarerito. Ale, todo el mundo a casa.
Y mientras, en Yorokobu…
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