Antes de regresar de vacaciones, aprovechad para contar a vuestros allegados lo bien que lo habéis pasado. Pero no lo hagáis por mail. Ni por Whatsapp. ¿Una carta? Tampoco. Curráoslo un poco y cantádsela en el Voice O Graph. Solo os costará unos centavos.
Durante la década de los 40, International Mutoscope Corporation, compañía dedicada a máquinas recreativas o arcades, como las llaman los norteamericanos, colocó en diferentes puntos de Estados Unidos una de sus más curiosas creaciones: la Voice O Graph.
Semejante a una cabina de fotomatón, pero insonorizada (aunque muy bien ventilada, como explicaba su publicidad) y con espacio para dos personas, permitía grabar un disco en apenas dos minutos por un poco de calderilla.
Tan solo había que introducir una moneda y hablar o cantar ante el micrófono instalado frente al usuario. Una aguja convertía las ondas sonoras en impulsos eléctricos que impresionaban la superficie de un disco de unas seis pulgadas para conseguir una grabación de hasta sesenta segundos. Transcurrido ese tiempo, la máquina lo expulsaba y el usuario podía reproducirlo en un tocadiscos doméstico.
Estos rudimentarios estudios de grabación estaban colocados en zonas comerciales, estaciones de tren, aeropuertos o lugares turísticos, como el Empire State Building, que contaba con una de estas máquinas en el mirador del piso 86. Los usuarios las empleaban para grabar saludos, chistes, bromas, imitaciones, contar qué tal se lo estaban pasando en vacaciones e interpretar canciones que después escuchaban en sus casas o que enviaban por correo a sus familiares.
Para aquellos a los que no se les ocurría que decir, el panel de instrucciones les proponía algunos temas y, por un poco más de dinero, las máquinas proporcionaban un sobre para proteger el disco, en el que se pegaban los sellos y en el que se escribían tanto la dirección del remitente como la del destinatario para mandarlo por correo postal. Vamos, lo que viene siendo un sobre de toda la vida.
Algunos clientes también aprovechaban las Voice O Graph como método barato de grabación para registrar maquetas, que después enviaban a las grandes compañías. Una estrategia que, mutatis mutandi, utilizaría el propio Elvis Presley.
Aunque no fue en una Voice O Graph, el músico de Tupelo pagó algo más de tres dólares para grabar un acetato con dos canciones en los estudios de Sun Records con intención de regalárselo a su madre por su cumpleaños, aunque hay autores que afirman que lo hizo para que Sam Phillips se fijase en él. La madre del «Rey», por esa época, no tenía tocadiscos.
El paso del tiempo fue modernizando las cabinas y la calidad de las grabaciones. Los primeros modelos utilizaban discos de 78 revoluciones por minuto, que fueron sustituidos posteriormente por otros de 45 rpm, lo que permitía registrar casi dos minutos, en ocasiones algo más.
Sin embargo, la aparición de la cinta magnética provocaría la desaparición de los Voice O Graph. Las grabadoras domésticas, primero de bobina abierta y más tarde de casete, permitían grabar más minutos en la intimidad del hogar y, llegado el caso, aunque no tuvieran el mismo encanto que las grabaciones realizadas en el Empire State, también se podían mandar por correo.
El invento de las Voice O Graph se extendió por otros lugares del mundo, aunque no necesariamente bajo esta marca. Otras compañías desarrollaron la idea en otros países y Europa no fue ajena a este tipo de divertimentos. Por ejemplo, el personaje que interpreta Jean Pierre Léaud en la cinta de Jean Luc Godard Masculino y femenino hace uso de una de estas cabinas de grabación para declararse a su enamorada.
Recientemente, el músico Jack White, líder de The White Stripes, rescató una de esas Voice O Graph. La restauró y la actualizó incorporando algunos elementos nuevos. Entre ellos, un contador digital que indica el tiempo restante de grabación y una ventana que permite ver cómo se va impresionando el soporte sonoro.
También tuvo que solucionar el problema de conseguir discos que pudieran ser grabados por las agujas de la máquina. Tras desechar el flexidisc (por endeble), el vinilo (por duro) y el acetato (por caro y porque el tamaño no era compatible con el mecanismo), se decantó por el polivinilo. Una vez que consiguió que pudiera funcionar, la colocó en la tienda de discos The Third Man de Nashville.
Lo que parecía un reclamo comercial más acabó convirtiéndose en un punto de reunión por el que han pasado grupos como Weezer, personajes como Al Weird Yankovic o el mismísimo Neil Young, que ha grabado un disco entero dentro de la Voice O Graph de Jack White.
Aquellos que estén veraneando por el estado de Tennessee no pueden dejar de pasar por The Third Man y registrar un recuerdo cantado de sus vacaciones. Los que estén en destinos más cercanos, siempre pueden echar mano de las tarjetas postales sonoras –la Cartulina che canta, en italiano– en las que, además de disfrutar con una bonita estampa del lugar visitado, pueden deleitarse con sonidos de la tierra. De la región, nos referimos, que el mantillo no emite ruidos, que se sepa.
Aunque este tipo de postales parecen más propias de tiempos pasados, épocas ligadas al desarrollismo europeo y español, lo cierto es que hay empresas como Vinyl Postcards que producen este tipo de postales para nuevos clientes en la actualidad. Eso sí, en lugar de promotores turísticos, la gente que las encarga suele ser grupos de música, artistas plásticos, fotógrafos y otras profesiones creativas.
A pesar de los sucesivos formatos y modificaciones que han ido dejando obsoletos los anteriores, lo que sí que permanece es la necesidad de los humanos de comunicarse dejando registrado el sonido de su voz. El problema es que las más de las veces, lo que se quiera compartir no sean precisamente fragmentos del Tractatus Logico-Philosophicus.
Miedo nos da pensar que todos esos antiguos discos de Voice o Graph, tan fáciles de reproducir con un sencillo sistema mecánico, caiga en manos de los extraterrestres. ¡Qué van a pensar de nosotros! Efectivamente, eso mismo.
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