Charlar con Carlota Juncosa produce paz. Quizá tenga que ver, y mucho, la meditación que practica en todos los ámbitos de su vida, incluido el arte.
Esta artista de 1,79 m de estatura tiene la sensación de ser demasiado alta para España. No es su única reflexión sobre su persona. «Por ahora soy un constructo social llamado mujer; soy una fuente de vida, algo que se clasifica en el apartado ser madre; y hago cosas que no encajan en ningún lado, por lo que me digo a mí misma que soy artista por puro placer».
Juncosa estudió filosofía, diseño gráfico y se formó como instructora de atención plena, entre otras cosas. Lo primero le enseñó a ser más prudente con sus argumentaciones y a no dar nada por sentado.
Meditar, afirma, le ayuda a poder parar, a tener perspectiva y contención. «Las ideas son prestadas, hay algo que pasa por la mente, voy por la calle y alguien silba una melodía o un diálogo en el tren me inspira un nuevo libro. Para captar estas situaciones o momentos de inspiración necesito estar aquí y ahora. Para realizar estas ideas necesito dejar que una energía intensa, que viene por su cuenta, me tome pase lo que pase. Es decir, necesito darme permiso para actuar creativamente. No obstruir ese proceso, se trata de un compromiso conmigo misma».
«Hay muchos automatismos que paran ese flow. La meditación, entre otras cosas, me sirve para darme cuenta de cómo funciono mentalmente y a hacer visible esos momentos en los que, dejando de ser dueña de mí misma, quedo presa de estos aprendizajes que me mutilan vitalmente. Y digo vitalmente porque negarse el impulso de crear algo es una de las cosas más dolorosas que hay en cualquier ámbito, renunciar a crear algo es matarlo».
La artista comparte estos conocimientos en su otra cuenta meditacionydibujo. «Es la práctica de conectar con el poder creativo y experimentar el dibujo de una manera totalmente diferente al enfoque tradicional», explica.
«Es un espacio que facilito para entender la creatividad fuera de metas y exigencias. Por lo que no es un lugar al que se venga a aprender a dibujar, sino a abrirse a afrontar lo que una lleva dentro, y, por lo tanto, a familiarizarse con su mundo interno real y no con lo que una pretenda aparentar. Por naturaleza las personas somos creativas, solo tenemos que escucharnos. A nivel social hay muchos estímulos en contra para que esto no suceda. Así que, en cierto modo, diría que es un espacio de resistencia. Resistencia a dejarse llevar por inercias sociales que nos alejan de nosotras mismas, del centro de cada una».
Pero la creación artística de Carlota Juncosa no se reduce a la filosofía y a la atención plena. También encuentra inspiración en la incertidumbre, la inteligencia que reside en el amor y la bondad, el valor de atreverse, la autenticidad, la capacidad reflexiva, cualquier proceso de expansión y transformación de la consciencia que tenga algún impacto en la realidad.
«La semana pasada me sentí muy inspirada por Maria Alekhina, de Pussy Riot, que vive en Rusia, y aun estando en arresto domiciliario se arriesgó a comparecer en el CCCB mediante videoconferencia. La represión en Rusia es brutal y está en esta situación por sus ideas y su forma de ser. Es lesbiana y en Rusia nos llaman Gayropa, nada más que añadir».
«Ayer me sentí inspirada por @femmesapiens al visibilizar que cerraba su cuenta para preservarse de ciberataques machistas y de este modo poder recuperar la paz mental. Las dos me recuerdan la importancia y la responsabilidad de hacer visibles las propias vivencias para convertirlas en relatos comunes».
Y eso, el feminismo, es otro hilo argumentativo de sus creaciones artísticas, además del amor y la reflexión sobre lo que es arte. «El arte, al final, es un compromiso con une misme. Como te decía antes, un compromiso para prestar atención a esas ideas que sobrevienen y para llevarlas a cabo», concluye.
«Pero los actos creativos no solo se restringen en el ámbito artístico. Hay una anécdota del descubridor de la forma molecular del benzeno, Lekulé, en la que se cuenta que a él esta información le sobrevino mientras estaba quedándose dormido mirando el fuego. Cuando algo nos apasiona, nuestra mente va tejiendo el traje inevitablemente, como esos ratoncitos del cuento del sastre, sin que nos demos cuenta. Solo hay que tener la disposición de dejar que suceda y acompañarlo. Entonces, no es que el arte tenga que ser algo específico, sino que está al servicio de lo que necesitemos expresar individual o colectivamente, a título personal o anónimamente».