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Casas inteligentes: muebles que cambian con un ‘Ok Google’

Nuestras vidas han cambiado, nuestras casas también. Los precios suben, los trabajos no duran y los matrimonios tampoco. Estos factores son determinantes para entender por qué la vivienda urbana media no ha parado de reducir sus dimensiones en los últimos años. Para ser habitable, en una ciudad como Madrid, una vivienda debe tener un mínimo de 38 metros cuadrados. El límite está cada vez más cerca de convertirse en la norma, pues en el centro de la ciudad, más del 10% de los pisos ofrecidos en el portal Idealista bajan de los 40 metros cuadrados.

El otro gran cambio que se está produciendo en los hogares tiene que ver con la robotización. Google Home, el asistente para monitorizar una casa inteligente, acaba de desembarcar en España; También lo ha hecho Alexa, de Amazon y el tercero en discordia, Apple Home Pod, no tardará en seguirles. Los asistentes ya existen, las empresas se han lanzado ahora a producir productos compatibles con estos para que controlen algo más que un par de bombillas.

Estas dos tendencias, que hasta ahora habían discurrido de forma paralela, parecen destinadas a colisionar, cambiando para siempre el concepto de casa inteligente. Ya lo han hecho en San Francisco, el lugar con los alquileres más desorbitados y la tecnología más puntera del planeta.

Allí se fundó el año pasado la empresa Bumblebee Spaces, un fabricante de muebles robóticos. En su web aseguran que están creando «una nueva forma de vivir desbloqueando la tercera dimensión», una manera un tanto pretenciosa de decir que sus muebles, una serie de cajas equipadas con cámara de vídeo, se instalan en el techo y no en el suelo. Las cámaras registran y hacen inventario de todo lo que se guarda en ellas, y con un simple comando de voz pueden acercarte el paraguas, la chaqueta o el balón de fútbol. Incluso el armario, la mesilla de noche o la cama.

Más allá de ahorrar espacio, este sistema puede tener otros beneficios. En una entrevista a The New York Times, Sankarshan Murthy, dueño de la empresa, aseguraba que Bumblebee Spaces puede analizar cuánto usamos determinados objetos y sugerirnos que nos deshagamos de los que tengamos más abandonados, lo que la convierte en una inquietante mezcla de HAL 9000, tu madre y Marie Kondo.

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Ori no se desliza arriba y abajo, sino a los lados. Con este escueto nombre, un homenaje al origami, se conoce a una enorme consola robótica. Contiene estanterías, mesa, mueble aparador con espacio para televisión e incluso una cama. La idea es que haga de separador entre ambientes, convirtiendo un monolocal en un estudio con dos espacios diferenciados y, sobre todo, cambiantes. Al oír la orden adecuada, Ori se desliza por unos rieles, ampliando el espacio del dormitorio o del salón en función de las necesidades de cada momento del día.

La empresa ha sido creada por Hasier Larrea, junto al Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y el diseñador Yves Béhar. La idea, en palabras de su fundador, es que este mueble sea solo el inicio, y que pronto empiecen a fabricar paredes móviles para crear habitaciones que se puedan ampliar en función de las necesidades. O reducir. Teniendo en cuenta que el espacio de las casas sigue disminuyendo, cabe pensar que estas paredes futuristas tendrán una libertad de movimientos bastante reducida.

Por Enrique Alpañés

Periodista. Redactor en Yorokobu y otros proyectos de Brands and Roses. Me formé en El País, seguí aprendiendo en Cadena SER, Onda Cero y Vanity Fair. Independientemente del medio y el formato, me gusta escuchar y contar historias. También me interesan la política, la lucha LGTBI, Stephen King, los dinosaurios, los videojuegos y los monos, no necesariamente por ese orden. Puedes insultarme o decirme cosas bonitas en Twitter.

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