En el mundo de Charlie Smits todo es raro y colorido. Un color, sin embargo, que no grita al espectador, sino que le acompaña serenamente en el paseo para conocer a criaturas de grandes orejas, cuernos, numerosos ojos y cuatro brazos. Un mundo, como él mismo dice, donde se mezclan realidad y fantasía, y con un cierto toque anime que supone «un refugio seguro para la exploración artística».
«Esa exploración me lleva hacia un autoconocimiento y una aceptación de mí mismo —explica este joven artista mallorquín de 25 años afincado en Madrid desde hace siete—. Estoy aprendiendo a abrazar tanto mi luz como mi oscuridad, sin juzgarme. Como un espejo que refleja mi evolución personal y artística».
Smits es autodidacta. «Mi práctica no es solo una profesión, sino una extensión de mí mismo, un autorretrato viviente en constante metamorfosis». Y en esa práctica ha ido explorando diversas técnicas y temáticas, siempre buscando nuevas formas de expresión, que le han llevado a tocar múltiples palos: animaciones para televisión, trabajar para artistas reconocidos de la escena musical como Natalia Lacunza y Juicy Bae, publicar libros ilustrados, campañas para Zara, crear su propia colección de moda…
Precisamente el de la moda es un universo que le fascina. «Tuve la oportunidad de desfilar en Fashion week Mercedes Benz en Madrid, una experiencia onírica que desde luego marcó un hito en mi trayectoria. En mi vida diaria, disfruto explorando este mundo con una mirada lúdica, sin tomarlo demasiado en serio, lo que creo que añade un matiz divertido a mi expresión artística».
Sin embargo, es en el dibujo donde se siente más cómodo. «Siempre ha sido mi refugio más querido, mi forma de comunicación primaria. Sin embargo, disfruto alternar entre diferentes medios para mantener viva la chispa y evitar la monotonía. Cada formato me ofrece una nueva lente a través de la cual explorar mis ideas».
Hay mucha verdad y también mucho dolor en algunas de sus ilustraciones. El suyo, explica, «es un viaje tumultuoso, un recorrido a través de los contrastes de la vida, como cualquier persona puede sentir. Lo difícil y lo bello coexisten en esta travesía, y eso es lo que busco expresar. Me interesa mostrar la acidez y la dulzura en una misma obra, reflejando la complejidad de la experiencia en todas sus facetas».
Quizá por eso recurra a la fantasía y al surrealismo para expresar esos sentimientos y esos contrastes. «El surrealismo se convierte en un playground ilimitado para mí. A diferencia del realismo, que puede sentirse como más restrictivo, este enfoque me permite explorar narrativas y conceptos que trascienden la lógica cotidiana. Es como un parque de atracciones donde las reglas son solo sugerencias y la imaginación es más clave.
Otro elemento diferenciador son sus personajes, a los que el calificativo de raros se les queda corto. Según comenta, reflejan la distorsionada percepción que Charlie Smits tiene de la realidad humana. «A menudo, me encuentro fascinado por detalles; por ejemplo, las orejas grandes son un rasgo que me llama la atención y que se convierte en un símbolo de individualidad en mis obras. Quiero capturar la esencia de lo cotidiano, pero desde una perspectiva única que invite a la reflexión; o no, a veces es puramente estético».
Quizá por eso su estilo recuerde, aunque sea vagamente, al anime, aunque el artista mallorquín no está muy de acuerdo con esa clasificación. «No me limitaría a clasificar mis ilustraciones dentro de ese género. Sin embargo, es innegable que el uso del color vibrante y la exageración de rasgos y proporciones me fascinan, ya que crean una estética visual que desafía lo convencional y capta la atención de manera más contundente», aclara.
Y así, entre la investigación y la espontaneidad, Smits va afinando su proceso creativo. «A menudo, comienzo con anotaciones en mi móvil, ideas que surgen de la observación o de lo cotidiano —explica—. Por las mañanas, suelo bocetar, es cuando más fresco me encuentro, donde las ideas empiezan a tomar forma, y a partir de ahí, paso a trabajar los detalles, incorporando color, luces y sombras hasta que la obra va cobrando vida».
«Me atrae la diversidad, la identidad y la exploración de lo kitsch, así como la dualidad inherente a lo que consideramos feo y bello», comenta sobre los temas que más le gusta abordar. «La selección de mi paleta de colores no es un acto consciente, sino más bien una respuesta emocional al momento. Cada proyecto tiene su propio pulso, y es esa intuición la que guía mi elección, abarcando desde la vibrante alegría hasta la delicadeza de los tonos pasteles».
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