Cianotipia, la fascinación por el color azul

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El color azul es uno de los grandes protagonistas del Mediterráneo. Desde el cielo hasta el mar, transmite belleza y tranquilidad. Es un color con tanto poder que incluso condicionó una etapa entera en la carrera artística de Pablo Picasso. Y, sin embargo, ni el cielo es azul, ni el mar lo es y ni tan siquiera los ojos azules poseen ese color, como explicó John Tyndall en el siglo XIX.

En los tres casos, no existe color alguno. Solo la luz que los atraviesa y es blanca, pero al pasar a través de las moléculas o partículas que se encuentran suspendidas en estos tres medios (atmósfera, agua e iris), las ondas del color azul, de menor longitud, se dispersan mucho más que las del resto de los colores, haciéndose únicamente visibles estas. Es lo que se llamó efecto Tyndall. También reciben el nombre de Tyndall un monte en California, otro monte en el sur de Chile, cuatro glaciares, un cráter lunar, otro en Marte y un asteroide. Hoy la cosa va de genios.

Al igual que Picasso en una etapa de su carrera artística, Anna Atkins dedicó al azul la suya entera e hizo de este color su modo de vida. ¿Pero quién es Anna Atkins? Para conocerla mejor hay que retroceder en el tiempo hasta la primera mitad del siglo XIX, cuando, en varios lugares del mundo y de manera simultánea, diferentes científicos estaban buscando la manera de fijar una imagen en un soporte físico. En decir, estaban intentando inventar la fotografía.

En esa época de invenciones y descubrimientos casi diarios se crió nuestra protagonista, Anna Atkins. Huérfana de madre, fue criada por su padre, prestigioso científico que, de manera poco habitual para la época, decidió educar a su hija en su propia especialidad, la botánica.

Otro de los personajes de esta historia es sir John Herschel, científico, astrónomo, matemático, sir y amigo de la familia de Anna. Herschel, quien había ayudado a otros científicos en la carrera por la invención de la fotografía, creó un método para hacer copias de sus anotaciones y apuntes. Consistía en una mezcla de sales que, aplicadas a una hoja de papel, la hacían sensible a la luz, pudiendo crear de esta manera fotocopias en una gama monocromática de azul de prusia. Bautizó su método con el nombre de cianotipia.

ÉPOCA DE INVENTOS

Esta fue una época muy loca. El ritmo al que se producían entonces los descubrimientos era vertiginoso. El propio Herschel no solo inventó la cianotipia y le dio nombre, sino que también acuñó el nombre fotografía e inventó la manera de fijarla que aún hoy día se sigue usando. No se podían esperar menores logros del hijo del científico que descubrió Urano, dos de sus lunas y demostró el movimiento del sol, entre otras cosas.

La cianotipia coincidió con los descubrimientos de otros contemporáneos suyos que daban resultados en blanco y negro, por lo que no tuvo la aceptación que hubiera deseado. Estos otros inventos, que en ocasiones usaban parte de las investigaciones de Herschel, se popularizaron y evolucionaron muy rápido entre la sociedad, dejando la cianotipia en un segundo plano.

El científico, no del todo satisfecho con el impacto de su creación, compartió su invento con la familia Atkins, y Anna, a diferencia de aquellos que no veían esta gama de azules atractiva, quedó fascinada por los resultados que ofrecía. Inmediatamente pensó en coger las muestras de plantas que tenía como parte de sus estudios y ponerlas sobre una hoja emulsionada con cianotipia. Tras 15 minutos al sol y enjuagar el papel con agua, obtuvo increíbles fotogramas de las plantas.

Y cuando pudo contemplar la perfección y rigurosidad de los cianotipos que había creado, fue consciente del gran avance que esto podría suponer para la comunidad científica, que hasta ahora basaba todo sus conocimientos en ilustraciones. Sistemáticamente empezó a hacer cianotipos de las algas autóctonas de su zona. Las fue encuadernando y distribuyendo en fascículos durante 10 años para concluir en 1853 en un libro de botánica que llamó British Algae.

Este no fue su único trabajo. Continuó publicando obras relacionadas con la botánica ilustradas con cianotipos durante toda su carrera. Y tal fue su dedicación y pasión por la cianotipia, que, a diferencia de lo que se solía hacer en la comunidad científica por aquel entonces, no se molestó en documentar el impacto de su trabajo en ningún medio. De hecho, ni siquiera firmaba sus obras como Anna Atkins. En lugar de ello, usaba unas simples siglas, A.A., que apenas la relacionaban con su obra, por lo que su memoria estuvo a punto de ser borrada.

Por suerte, Anna tenía algunos grandes seguidores que pudieron perpetuarla. Aunque probablemente ella no lo supo, al publicar British Algae, Anna Atkins pasó a ser la primera fotógrafa de la historia y no solo eso, sino que dicha obra es considerada hoy día la primera publicación ilustrada con fotografías de la historia. En una época marcada por la masculinidad en lo que a hazañas se refiere, Anna se hizo, sin darse cuenta, un hueco en la historia del arte.

El camino de la cianotipia desde entonces hasta nuestros días ha tenido altibajos dependiendo de las épocas. No era una técnica de primer uso en el mundo del arte, más bien un método de aprendizaje o ensayo para amateurs y estudiantes, pero en el plano industrial sí que fue muy popular y utilizada. Al ser una técnica muy económica y fácil de adaptar a grandes formatos, se ha utilizado hasta hace bastante poco como método para duplicado de mapas, planos y esquemas.

Cuando vemos en una película o serie esa escena cliché en la que un grupo de personas desenrollan un mapa en una mesa y empiezan a discutir qué camino van a seguir, muchas de las veces nos daremos cuenta de que este mapa suele ser azul y blanco. Si alguna vez te has preguntado por qué, efectivamente, son cianotipos.

Y no solo planos de edificios y mapas, también en diseño industrial, todos los planos de elementos y piezas se duplicaban a través de cianotipia. De ahí el nombre de blueprints, que todavía hoy se usa para referirse a planos, sin necesidad de que se haya usado esta técnica o de que sean azules. Cuando Leonardo DiCaprio repite más de 30 veces en un minuto la frase «show me all the blueprints» en la película The Aviator, está pidiendo las copias en cianotipia de los planos.

ARTE

A partir de la segunda mitad del siglo XX, cuando se empezó a reconocer el trabajo y figura de Anna Atkins, la cianotipia ganó popularidad y hoy día es la técnica elegida por muchos artistas de renombre para expresarse. Parte de este resurgimiento del uso de la cianotipia en el mundo del arte se debe a proyectos como Alternative Photography, un colectivo de artistas encabezado por Malin Fabbri, especializados en técnicas históricas y alternativas de fotografía. Se trata de un proyecto que lleva más de 20 años manteniendo vivas todas estas técnicas a través de tutoriales, eventos, exposiciones y libros.

Otro que ha sabido llevar esta técnica hasta un extremo totalmente diferente ha sido Ralf Jacobs, artista holandés especializado en ingeniería óptica. A Jacobs le fascinaba la forma de los diagramas generados a través de las emulaciones que su ordenador hacía para medir el rendimiento de las lentes y eso le sirvió de inspiración para investigar e imaginar lo que quería expresar a través de su creación artística.

Fue cuando se cruzó con la obra Harmonograph, a Visual Guide to the Mathematics of Music cuando supo lo que quería hacer: plasmar armonografías a través de la cianotipia. Un armonógrafo es un aparato inventado a mediados del siglo XIX, aquella época dorada de los inventos, que servía para representar gráficamente las vibraciones del sonido a través de una serie de péndulos conectados a un bolígrafo. Lo que Ralf hizo fue emular con un software informático el movimiento de un armonógrafo, sincronizar dicho software con un láser y proyectar este láser sobre una superficie emulsionada con cianotipia, creando resultados bellos a la par que hipnóticos. «Quiero que mi trabajo sea estéticamente agradable; quiero que la gente vea la belleza en lo que hago».

Es por ello que, aunque cada una de las obras que Jacobs plasma en cianotipia podría representarse de forma acústica, el artista advierte que la mayoría de las veces, para que el resultado de la impresión sea bello, el sonido que lo genera no suele serlo. Y así es como Ralf Jacobs, a través de dos inventos de hace más de 150 años, la cianotipia y el armonógrafo, consigue crear sus enigmáticas obras.

Además de Alternative Photography y Ralf Jacobs, artistas de reconocida trayectoria como Wu Chi-Tsung y ULFsaupe, entre otros, han sabido encontrar en el azul de prusia de la cianotipia la fuente de inspiración para expresarse, situándose hoy día como una técnica fotográfica muy recurrente por todo tipo de artistas.

TALLER DE CIANOTIPIA

Si después de leer este reportaje y haber visto el potencial de la técnica y la belleza de los azules que se consiguen te has quedado con ganas de saber cómo se hace, aquí te lo contamos.

Solo se necesitan un par de químicos fáciles de encontrar (ferricianuro de potasio y citrato férrico amónico), agua destilada, una brocha, papel de acuarela y un cristal (más grande que el papel). Los dos químicos se mezclan por separado con agua destilada. Así, en un vaso pondremos 100 ml de agua con 8 g de ferricianuro de potasio, y en otro 100 ml de agua con 20 g de citrato férrico amónico. (Es más sencillo de lo que parece. Lo único difícil es aprenderse los nombres).

Imagen: Malin Fabbri

Una vez tenemos los dos vasos con sus químicos correspondientes bien diluidos, ponemos la habitación en penumbra (importante), preparamos brocha y papel y mezclamos los dos vasos en uno solo. Agitamos muy bien y nos debería quedar en el vaso un líquido de un color entre verde y amarillo. ¿Dónde está el azul? Paciencia.

Mojamos la brocha en la mezcla y aplicamos una fina capa que cubra la superficie del papel. Aquí podemos ser todo lo creativos que queramos con los bordes, pero la capa tiene que quedar homogénea y de un color amarillento. Dejamos secar a oscuras, y mientras seca, nos vamos a buscar hojas, flores y aquello que queramos poner en nuestra cianotipia.

Imagen: Malin Fabbri

Una vez seco (el amarillo del papel se habrá oscurecido un poco), en penumbra, buscamos algo plano (un libro, por ejemplo) y ponemos encima la hoja con la parte amarilla hacia arriba. Sobre esta capa amarilla, situamos las hojas y elementos elegidos para la composición. Una vez lo tenemos todo colocado, ponemos el cristal encima. La idea es que el cristal presione las hojas contra el papel de acuarela. Para ello, nos podemos ayudar de pinzas o de algún peso.

Cuando lo tenemos todo listo, lo ponemos a sol directo durante 15 minutos (el tiempo puede variar; ensayo y error al poder). Tras 15 minutos, quitamos el cristal y las hojas, sumergimos el papel de acuarela en agua y poco a poco veremos cómo todo se va tornando azul, dejando solo la silueta de nuestras hojas y algunos detalles de zonas en las que haya pasado algo de luz.

Hemos creado una cianotipia como hizo Anna Atkins hace 178 años.

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