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Si Mariano Rajoy hubiese acudido a estas clases, todo sería distinto

La familia de Liz, una estudiante de la Universidad de California en Berkeley, había invitado a un amigo físico a cenar. Durante la velada, este les ilustró ampliamente sobre las bondades de la fusión termonuclear y su potencial para abastecer de energía a Estados Unidos. Nadie replicó al científico, rebosante de conocimiento, hasta que al final de la comida Liz mencionó la energía solar.

Él se mostró escéptico, pero los argumentos de la joven le obligaron a guardar silencio y admitir que debía rehacer algunos cálculos para poder rebatírselos. Richard Muller, físico y profesor de una de las asignaturas que había cursado la estudiante el año anterior, utiliza el ejemplo de su exalumna para explicar el sentido de sus lecciones: «La mejor manera de imponerse en una discusión no es tener una opinión convincente, sino conocimiento sobre el tema», dice.

Durante más de diez años, Muller impartió la materia «Física para futuros presidentes» en Berkeley –clase a la que acudió Liz−. El nombre original de la asignatura era «Física cualitativa», pero se la conocía extraoficialmente como «Física para tontos» y «Física para poetas». El profesor la rebautizó convencido de que los estudiantes son «futuros líderes mundiales, no estúpidos», asegura.

El experto pasó la batuta de la clase a otros profesores en 2009, pero sus lecciones están en internet y también los libros que ha escrito basándose en ellas. Ha publicado uno de título homónimo, una versión extendida del manuscrito bautizada como «Física y tecnología para futuros presidentes» y una más específica, «Energía para futuros presidentes».

Las enseñanzas son útiles para profesionales o alumnos de cualquier ámbito, desde artistas o abogados a científicos, ya que su especialidad no tiene porqué estar relacionada con todos los temas que abarcan. «Pregunta a un físico sobre cómo funciona una bomba atómica y te dirá lo que aprendió en el instituto», afirma el docente de Berkeley.

Admite que ni siquiera él mismo albergaba antes todos esos conocimientos, pese a haber fundado un grupo sobre Temperatura Superficial de la Tierra en la universidad de Berkeley y coimpulsado el Proyecto de Cosmología de Supernovas en el mismo centro.

Los textos de Muller desgranan las nociones de ciencia que todo mandatario (y cualquier persona) debería saber. «Limito los temas a aquellos que son realmente importantes», nos explica. No se trata de lecciones teóricas y abstractas, sino de conceptos relacionados con la actualidad: energía y armas nucleares, funcionamiento de misiles, cambio climático, satélites y exploración espacial, así como internet y los dispositivos electrónicos.

Aunque también se encarga de sentar las bases de las cuestiones más complejas, hablando de la estructura atómica y molecular, la transmisión de calor, la electricidad, ondas y luz. Para explicar después los fundamentos de bombillas, láseres, ordenadores cuánticos, coches híbridos, energía oscura y la teoría de la relatividad.

«Vivimos en un mundo tecnológico en el que muchas decisiones dependen del conocimiento», sostiene el profesor. La física, prosigue, es «el arte liberal de la alta tecnología». Y continúa planteando algunas cuestiones: «¿Cómo se puede argumentar sobre terrorismo sin saber nada sobre los efectos de una bomba o el funcionamiento de satélites espías? ¿Cómo hablar del cambio climático sin tener claro por qué se produce?».

Los conceptos conforman un esquema de nociones imprescindibles para los mandatarios. Políticos que acuden a conferencias mundiales sobre cambio climático y reuniones donde discuten la estrategia a seguir en conflictos bélicos; deciden si instalar una central nuclear o las líneas de investigación científica que van a financiarse. «El curso sería extremadamente valioso para un líder actual, pero no tienen tiempo para esas cosas», aprecia Muller.

«No tenemos suficiente ciencia en los niveles más altos de liderazgo», aseguraba Muller en una conferencia celebrada en la universidad. Por esta razón, «se comenten muchos errores». Ponía como ejemplo la economía del hidrógeno sobre la que George Bush hablaba ampliamente en 2003 y que «raramente ha vuelto a mencionarse desde entonces».

El hidrógeno líquido produce tres veces más energía que la gasolina, pero solo puede almacenarse como gas a altas presiones (de esta manera su capacidad energética es menor que la del combustible fósil) y aun así ocupa mucho espacio. Además, no existe libre en la forma que se necesita para utilizarlo; hay que obtenerlo a partir del agua o hidrocarburos mediante procesos que requieren a su vez mucha energía. No se conocen las consecuencias ambientales que tendrían su conversión y uso masivo.

No es que Muller subestime las capacidades de los mandatarios. Precisamente se ha basado en su experiencia con políticos y altos directivos para diseñar el curso y escribir sus libros. Los considera personas inteligentes, pero faltas de cierto bagaje. «El objetivo no es crear minifísicos, sino dar a los futuros líderes el conocimiento necesario para tomar las decisiones adecuadas», indica.

Intenta dotar de un discurso coherente a los estudiantes; enseñarles con ejemplos (no definiciones), algo que asemeja a «aprender un nuevo idioma viviendo en un país extranjero», indicarles los números y datos más relevantes y animarles a explicarse con claridad en el aula y los exámenes.

Su objetivo último es plantar una semilla no solo de sabiduría, sino también de curiosidad, para que estudiantes y lectores continúen aprendiendo por su cuenta con el fin de que «electos y electores estén científicamente instruidos». ¿Pasarían el examen los candidatos a las generales del próximo 26 de junio?

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Las imágenes de este artículo son propiedad, por orden de aparición, de Martha Soukup y la Universidad de California.

Una respuesta a «Si Mariano Rajoy hubiese acudido a estas clases, todo sería distinto»

Ese libro y unas partidas al Sim City o al Civilization deberían ser obligatorias para presentarse a las elecciones.

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