Fata morgana es el fenómeno que, a consecuencia de la inversión de las temperaturas, hace que la luz y nuestro cerebro se alineen para que veamos ciudades flotantes. Entonces, todo aquello que queda al horizonte crece, se ensancha, asusta. Recientemente aparecieron unos edificios de la nada que atemorizaron a todos en Foshan (China). Como vinieron se fueron y han dejado un rastro de especulaciones a su paso: avistamiento de universos paralelos, una conspiración de la NASA, un espejismo.
No era la primera vez que ocurría en China.
Aquella ciudad que aparecía y desaparecía sin dejarse agarrar por la gravedad, probablemente fue un espejismo. Pero las ciudades flotantes podrían mudarse a la realidad antes de lo previsto.
No es una idea novedosa. Tampoco es fruto de la necesidad de crear el futuro tal como lo imaginamos desde hace décadas, sino que más bien se trata de una necesidad real, que parte del temor a inundaciones en lugares en los que las fuertes lluvias son una auténtica amenaza. Se estima que en 2100 el nivel del mar habrá aumentado de dos a siete pies. Puede que más.
En Las ciudades invisibles, Italo Calvino define Ottavia como ciudad-telaraña. Es un lugar imaginario que cuelga en el vacío que dejan dos montañas. Por debajo de Ottavia pasan las nubes. Calvino nos muestra su ciudad como un lugar ventajoso: «Suspendida en el abismo, la vida de los habitantes de Ottavia es menos incierta que en otras ciudades. Sabes que la red no sostiene más que eso».
En la Bersabea de Calvino, la gente cree que existe una Bersabea suspendida en el aire y otra bajo tierra; una celestial y otra infernal: como si de una versión en tres dimensiones de El Jardín de las delicias se tratase.
Imagina Ottavia y Bersabea. El diseñador chino Wei Zhao también pudo vislumbrar algo similar y lo plasmó, lo creó viable y hasta lo presentó. El proyecto ‘El cielo y la tierra’ aspira a ser una ciudad suspendida en el aire y en 2012 obtuvo una mención de honor en los premios eVolo, que premian las mejores ideas que aspiran a rasgar el cielo.
Se trata de un disco cubierto de naturaleza y edificios. Wei Zhao, el responsable de este futurista rascacielos ecológico, imagina su ciudad flotante repleta de árboles, lagos y animales y alejada del suelo gracias a la tecnología Magley de levitación magnética. Su proyecto, como otros similares, aspira a convertirse en la solución a problemas como la escasez de suelo, comida y agua.
En la página web de eVolo, la ciudad ‘El cielo y tierra’ se presenta como «una paradisíaca utopía que reside en el aire». Por ahora, no la veremos.
Valdrada es otra de las ciudades imaginarias de Calvino. Construida a orillas de un lago, se trata de una ciudad doble en la que se construyeron unas casas sobre otras para crear el efecto de que había dos ciudades, y que una de ellas era el reflejo invertido de la otra sobre el agua.
Ahora, imagina Valdrada. Las construcciones flotantes del mundo real ya existían en Asia y África, pero también en lugares tan cercanos como Holanda y Dinamarca. Precisamente en China, la empresa Waterstudio construyó un enorme dragón flotante. Un hotel de cristal que parece un iceberg en Noruega o un árbol marino son algunas de las construcciones más originales del estudio holandés. Pero más allá del diseño novedoso, estas construcciones han surgido con una finalidad preventiva en los lugares más amenazados del planeta y a consecuencia de las catástrofes naturales más recientes.
Koen Olthuis es el fundador de Waterstudio y uno de los arquitectos pioneros en nuevas formas de construcción ecológica. Sus construcciones parten, según afirma, de tres premisas: seguridad, espacio y flexibilidad. Se presentan, por tanto, como una panacea ante las consecuencias del cambio climático, la densidad de población y el estatismo de las ciudades actuales.
«La forma en que hacemos las ciudades todavía no es la más deseable. Vivimos en lugares estáticos. Si construyes sobre el agua, puedes mover, adaptar, rotar… Eres más libre», explica Koen Olthuis a Yorokobu desde Holanda. «Yo vivo en un lugar en el que el agua llega a ser un auténtico problema. Holanda se asienta en un paisaje creado a base de diques. Toda la vida hemos estado luchando contra el agua, tratando de mantenerla en su sitio. Tanto es así que la gente teme al agua y la ve como su enemiga».
La filosofía de Olthuis es simple: si no puedes con el enemigo, únete a él. «Entonces, nos dijimos: ¿por qué no trabajar con el agua, hacerla nuestra amiga, aprovechando todas las posibilidades que nos ofrece, como construir sobre ella?».
Independientemente del aspecto futurista de las creaciones de Waterstudio, el equipo de Olthuis cubre todo tipo de necesidades en relación con la construcción en el agua. «No solo construimos casas para ricos y hoteles lujosos. Ahora estamos construyendo una escuela en Dakar y este tipo de estructuras más sencillas también las realizamos en otros lugares como la India», aclara.
En 2007, Koen Olthuis apareció en el número 122 de la lista de personas más influyentes del mundo en la revista Time. «El mayor problema de nuestras ciudades es la densidad, por eso la flexibilidad es tan importante», insiste el fundador de Waterstudio.
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Lo que sí es novedoso es la posibilidad de desplazarse de un lugar a otro y de autogobernarse. En estos casos, se trata más bien de experimentos sociales y la viabilidad de estas ciudades no queda del todo clara, debido al temor a que se conviertan en paraísos fiscales a la deriva.
Quizá, el proyecto más ambicioso en esta línea sea Lillypad, un navío con capacidad para 3.000 personas que ofrece la posibilidad de practicar la agricultura y que genera su propia electricidad. Como él, otros muchos proyectos siguen siendo eso. Los inversores no se atreven a financiar ciudades flotantes descomunales cuya viabilidad todavía se cuestiona.
La embarcación The World lleva años recorriendo el mundo y ahora bordea la península ibérica, donde atracará en varias ciudades. No es un crucero, sino un lugar de residencia permanente, aunque no todos sus pasajeros pueden permitirse vivir ahí más de unos meses. Y ni eso: los precios se disparan en este barco-edificio de lujo, accesible solo a unos pocos que llegan a pagar hasta seis millones de euros por apartamento en propiedad y 4.000 euros diarios por alquiler. Desde 2002, The World recorre el mundo a la deriva. El itinerario y las paradas los eligen los propios pasajeros con dos años de antelación.
Si las islas flotantes han surgido para prevenir, tienen que estar preparadas para todo. Biosphera2, isla flotante y autónoma, amparada por una esfera, estaría preparada incluso para sumergirse en caso de necesidad y evitar un hundimiento catastrófico. La ideó Phil Pauley.
El propio Olthuis duda de la viabilidad de estos proyectos descomunales. «No es posible hoy. Hay que ir poco a poco. Una ciudad flotante solo será posible en 50 o 100 años. Si mostramos la imagen de una ciudad, también tenemos que mostrar qué va a pasar en dos, cinco, diez y veinte años. Si empiezas por poco, tu ciudad flotante puede empezar a funcionar ya. Si vas añadiendo lo necesario, lo vas adaptando al agua, etc. Quizá, solo quizá, en 50 o 100 años hayas conseguido una ciudad flotante totalmente independiente», explica. «Además, las posibilidades de que sea viable van más allá de la evolución natural de la ciudad en sí. Hay cuestiones sociales y políticas que no podemos olvidar», remacha.
Por eso, el proyecto que más se acerca a la realidad y que está siendo seriamente valorado por un grupo de inversores, comenzaría con una pequeña prueba a una escala reducida. La ciudad, ideada por AT Design Office, podría empezar a crecer el año que viene en China, según informó el arquitecto Slamovir Siska a Dezeen.
Las verás y hasta puede que te salven en un mundo en el que el mar sigue subiendo y la tierra no deja de ir a menos. Aunque no todas las ciudades flotantes vendrán para quedarse.
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