Coexist, empresa social con sede en Bristol, se convertía en noticia en los medios británicos e internacionales hace unas semanas tras hacer oficial una medida que llevaba aplicando desde hacía tiempo: sus empleadas pueden ausentarse cuando estén con el periodo.
Lo denominan period policy y con ella, según cuentan sus directivos a The Telegraph, «tratan de optimizar el ciclo natural de sus empleadas para crear un ambiente de trabajo más saludable y feliz».
De los 24 empleados de Coexist, 17 son mujeres. «Como gerente de personal he visto a muchas profesionales sufrir realmente con la menstruación. Las he llegado a ver dobladas de dolor», explicaba al diario inglés Bex Baxter, una de las directivas de la compañía.
Según Baxter, muchas de ellas se sentían culpables ante la posibilidad de ausentarse de su trabajo y a menudo optaban por sentarse en su sitio y no reconocer lo que estaba ocurriendo. «Nos parecía que teníamos que acabar con esta especie de tabú. Gran parte de las empresas están dominadas por hombres y en ellas se fomenta las largas jornadas laborales. No se dan cuentan que tomarse un tiempo cuando uno no está al 100% no significa ser menos productivo».
Estudios recogidos por Mashable cifran hasta en un 14% el porcentaje de mujeres que se ven incapaces de ir a trabajar por culpa de la dismenorrea o menstruación dolorosa, y en un 40% las que afirman que las molestias les impiden concentrarse.
«Durante la regla, las mujeres se encuentran como en un estado de hibernación: necesitan reagruparse, mantener el calor y nutrir su cuerpo. Inmediatamente después de este periodo, comienza una nueva fase en la que las mujeres pueden ser hasta tres veces más productivas».
De lo que se trata, según Baxter, no es de que las empleadas tengan más tiempo libre, sino que puedan trabajar de forma más flexible y eficiente a lo largo de su ciclo menstrual.
[pullquote]Inmediatamente después del periodo, comienza una nueva fase en la que las mujeres pueden ser hasta tres veces más productivas[/pullquote]
La compañía ha formalizado la medida coincidiendo con los seminarios Pioneering Period Policy: Valuing Natural Cycles In The Workplace que se celebrarán este mes en Hamilton House, espacio de coworking de Coexist. Están impartidos por Alexandra Pope, fundadora de Red School, un programa de liderazgo femenino que propone un paradigma del desarrollo de la mujer basado «en el conocimiento interno del ciclo menstrual y el viaje del desarrollo de la menarquia hasta la menopausia y más allá».
Licencias fisiológicas
Antes de Coexist, Nike introdujo en 2007 una medida similar. En países como Japón existen leyes que regulan esta situación en el entorno laboral. En el caso del estado nipón, se aprobó en 1947 y se conoce con el nombre de seirikiyuuka (algo así como «licencia fisiológica», según The Atlantic). La investigadora Alice J. Dan lo considera «un símbolo de emancipación de la mujer. Una manera de hablar abiertamente de nuestros cuerpos y ganar reconocimiento social en nuestro papel de trabajadoras».
En Corea del Sur, la medida comenzó a aplicarse en 2001. Y, en algunos ámbitos, no sin cierta polémica. Por un lado, por parte de activistas «de derechos de los hombres» que lo veían como una forma de discriminar a los trabajadores. Tampoco cuajó la norma cuando trató de llevarse al ámbito universitario debido a las numerosas voces que denunciaban que en muchos casos se abusaba de «la excusa» para saltarse las clases.
Dos días al mes son los que las indonesias pueden faltar si la regla les impide trabajar en condiciones. Aunque como denuncia The Atlantic, en la práctica muchas optan por prescindir de esta supuesta ventaja al tener que «probar» que, efectivamente, se encuentran en «esos días» para acogerse a la medida.
Rusia es otro de los países en el que se ha intentado regular este tipo de bajas. El Partido Liberal-Democrático presentó una propuesta de ley al considerar las molestias menstruales «no solo un asunto médico, sino incluso social». Las razones alegadas se basaban en la merma que generan en la capacidad de concentración o en la memoria de la mujer. Diversos grupos feministas no tardaron en criticar quizá no tanto la medida en sí como los «machistas» argumentos esgrimidos por sus partidarios, quienes en algún pasaje de la propuesta, incluso, hacían referencia al «sexo débil».
¿La excepción o la regla?
Pero ¿sería aplicable una medida así en España? Pilar Bartolomé, secretaria de Salud Laboral de la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM), no lo cree al considerarla completamente innecesaria: «Tengo compañeras que sufren unas pérdidas muy abundantes y no se encuentran en la situación idónea para trabajar. Pero la mayoría no necesitamos quedarnos en casa y los permisos por enfermedad ya están contemplados por la Ley en este país», contestaba al ser preguntada al respecto por El Ideal.
Aunque considera «fantástico» todo lo que ayude a una persona a ser más efectiva en el trabajo, Alba Alonso Feijoó también la cree inviable dentro de nuestro sistema laboral. La fundadora de Realkiddys argumenta así su opinión a Yorokobu: «Establecer unos días fijos para que todas las mujeres se ausenten del trabajo por este motivo me parece una medida exagerada, porque ni todas lo sufrimos de igual manera ni sería justo para el mundo empresarial y productivo de nuestro país. Esto no quita que sí deberíamos darle la importancia que requiere en aquellos casos donde es un verdadero problema».
Para Alonso Feijoó, instaurar una ley como la que rige en otros países en el nuestro podría ser contraproducente para las trabajadoras: «Muchas empresas optarían por contratar a más hombres que mujeres, pues estos no tendrían que dejar de acudir al trabajo “esos días”, por lo que la medida, en vez de ayudar a las mujeres, podría volverse en su contra».
Y no es la única que opina así. María Gómez de Pozuelo, CEO de Womenalia, ve tan claro tal escenario que incluso se atreve a apostarse «lo que sea» a que se cumpliría en el caso de adoptarse una medida similar en España: «Si esto fuera una “ley” o algo contundente en el sistema empresarial español, la bajada de contratación de mujeres en el sistema laboral sería tan dramática que nos dejarían de contratar, ya que esto sería insostenible para la cuenta de resultados de las empresas». Por su experiencia, la empresaria, considera, al igual que Feijoó, que pese a ser un verdadero problema para las mujeres que lo padecen, el número de estas no es suficientemente elevado como para tratar de solucionarlo vía ley. Por eso, Gómez del Pozuelo es partidaria de que sea el empresario el que instaure libremente «aquellos beneficios sociales que considere oportuno». En casos como este cree que el teletrabajo puede ser una buena alternativa.
Barbijaputa no sabe si la medida haría mella o no en la contratación de trabajadoras, pero tiene claro que «podría resultar contraproducente ya que cualquier excusa puede ser usada por el machismo para seguir jodiéndonos». Pese a esto, es partidaria de medidas de este tipo: «Esta iniciativa visibiliza que sufrimos esto una vez al mes, por mucho que lo callemos; que duele, que nos sentimos indispuestas hasta el punto de ser menos productivas en según qué momento del ciclo. En mi antigua empresa, por ejemplo, se les adaptaban los horarios a los empleados mulsumanes durante el ramadán y a todo el mundo le parecía bien».
La bloguera cree que lo bueno que acarrearía la medida compensaría todo los posibles inconvenientes: «Tenemos que dejar de temer a las posibles consecuencias de medidas que nos benefician y pelear por su implantación porque visibiliza y conciencia».
Y los hombres, ¿qué opinan (como compañeros o jefes) al respecto? A Óscar Hormigos, por ejemplo, le resulta difícil hablar de leyes o de regularizar este tipo de situaciones porque siempre ha creído que es el propio trabajador el que mejor sabe cuándo está en condiciones y cuándo no para trabajar. «En mi caso, siempre que me ha tocado tomar ese tipo de decisiones desde un puesto de dirección he optado por la flexibilidad para que, si alguien no se encontraba bien en algún momento, sea por ese tema o cualquier otro, pudiera quedarse en casa».
El fundador y CEO de The App Date considera que la clave, precisamente, está en la «generación de entornos de confianza». «Mostrarse vulnerables en el entorno laboral se sigue viendo muy mal. No somos superhombres ni supermujeres. Tratar de parecerlo resulta superficial. Prefiero gente más honesta. Es mucho más fácil y efectivo gestionar equipos cuando sabes cómo se encuentra realmente cada persona».
Por eso, Hormigos no cree que medidas como la adoptada por Coexist puedan resultar efectivas porque «no atacan al core del problema». «No entiendo los entornos rígidos que funcionan a base de leyes, al menos en el entorno laboral en el que yo me he movido siempre; aunque entiendo que en otros más rígidos la única vía para regular este tipo de situación sea mediante medidas como esta».