Comadrona de duelo, la profesional a la que (aún) no puedes acudir si tu bebé ha muerto

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Nora y Raúl van a ser padres en apenas un mes. Ya tienen todo preparado para el nacimiento de su bebé, y se sienten felices e ilusionados. El embarazo ha transcurrido bien, sin problemas. Hasta ahora. Desde hace unos días, Nora no siente a su hijo moverse en su vientre, así que acude a su centro de salud para consultar con su matrona. No es buena señal, le explica la profesional. Están a punto de recibir la peor de las noticias.

¿Cómo se les dice a unos padres que su hijo no va a nacer vivo? ¿Cómo se actúa?, ¿cómo se les acompaña en el proceso de duelo? ¿Qué protocolos existen en España que ayuden a las matronas y profesionales de la salud a afrontar los casos de muerte perinatal? Para esta última pregunta sí hay respuesta: prácticamente ninguno.

La muerte perinatal es la pérdida del bebé antes, durante o después del parto, o en el primer mes de vida. En países como Estados Unidos y Reino Unido existe la figura de la comadrona de duelo, la matrona que acompaña a las familias que han sufrido la pérdida de sus bebés.

Una travesía dolorosísima que empieza con tener que dar la peor noticia que unos padres pueden esperar y que, según sea la actitud y el trato que los profesionales implicados tengan hacia ellos, aliviará en parte o contribuirá a aumentar el dolor. Aquí, sin embargo, ni siquiera se forma oficialmente a las matronas en este tema. Como si fuera anatema que una profesión destinada a traer vida pudiera tener ni una mínima relación con la muerte.

Cristina Triviño es matrona de un centro de salud público de Madrid y docente en duelo perinatal, de las pocas formadoras que hay en este campo en España. Su experiencia en este terreno es larga, sabe bien de lo que habla. Gracias a haber trabajado en Reino Unido conoció esta figura de comadrona especializada en duelo, y ahora, todo lo que aprendió allí se dedica a enseñarlo aquí a sus compañeras de profesión y a todos los profesionales de la salud que se interesan por este tema. O lo intenta, al menos, porque la Administración no ha creado aún una titulación oficial al respecto, ni ha planteado siquiera una formación amplia que se imparta en centros de salud y hospitales.

Pero ¿cuál sería la función de una comadrona de duelo? ¿Qué papel representa en el terrible drama de perder a tu bebé y por qué es importante y necesaria su presencia? ¿Cómo debería actuarse, si existiera esta figura específica en España y hubiera protocolos de actuación con los que los profesionales de la salud pudieran guiarse cuando ocurren estas cosas? Sigamos con la historia de Nora y Raúl.

La peor de las noticias

Nora y Raúl esperan con angustia el resultado de la ecografía de urgencia que la matrona les ha pedido en su centro de salud. La prueba indica que no hay latido y que el bebé ha muerto en el vientre de su madre. El golpe es terrible, dolorosísimo. Para corroborar lo que parece inevitable, la comadrona avisa a otro compañero para tener una segunda opinión. Se confirma la peor de las noticias.

La pareja vuelve a quedar a solas en la consulta con la profesional que les ha llevado el embarazo hasta hoy. Durante todos estos meses, han conseguido crear un vínculo de confianza que ahora resulta fundamental para poder asumir ellos lo ocurrido, y comunicar y acompañar ella en el proceso a unos padres que acaban de perder a su hijo.

Como comadrona de duelo, la profesional que atiende a Nora y a Raúl empieza por aportarles toda la información que necesitan para entender qué es lo que va a ocurrir a continuación. La comunicación clara es fundamental en un momento en el que sus mentes están bloqueadas y el dolor es brutal. La matrona trata de tranquilizarlos, sobre todo a Nora, y les explica, paso a paso, lo que van a hacer. «Cuanto más se encuadre a estas familias, a las que se les ha roto todo su suelo, se han caído al vacío, más se las podrá ayudar. Dar opciones de lo que pueden hacer y de lo que va a pasar es lo mejor», explica Cristina Triviño.

«Hay tres pilares para el acompañamiento —aclara la matrona—: Enlentecer los procesos, no tener prisa por explicar todo rápido y que se vayan rápido porque me están generando malestar. Hay que enlentecer los procesos para que lo puedan asimilar, porque es tan durísima y dramática la noticia que lo que hay al principio es una negación. El segundo pilar es hacer encuadre. Dar soporte, a veces visual o escrito, con cosas muy tangibles, como dar teléfonos de información. Y el tercero es ofrecer opciones, pero tienen que ser opciones reales».

Cada familia es diferente y tiene maneras distintas de afrontar el proceso. Algunas necesitan más tiempo antes de acudir al hospital. Necesitan, por ejemplo, pasar antes por su casa y coger algún objeto de valor para ellas, algo que funcione como la pluma de Dumbo para ayudarlas a resistir lo que está por llegar.

Por eso es fundamental que los profesionales sepan entender todas estas circunstancias y empatizar con ese dolor, a la vez que se mantienen enteros para ejercer de apoyo. Son los ojos y las manos de unos padres a los que se les ha caído el mundo encima. Deben cambiar el chip en su labor: ya no son los sanitarios salvadores que tienen que hacer lo posible por sanar, por mantener al paciente con vida.

«En el duelo hay que acompañar, prestar apoyo, pero no tanto hacer, porque tú no puedes traer a la vida a ese bebé. Tienes que trabajar con tu propia humildad como profesional, y no estamos nada acostumbrados a hacerlo en sanidad», se lamenta Triviño.

Una vez que Nora y Raúl han llegado al hospital, y haber pasado por un triaje con una matrona y un ginecólogo, que confirman el diagnóstico dado en el centro de salud, la pareja pasa a una sala más aislada del resto en las que se están haciendo ecografías y se escuchan los latidos de los bebés. Cuando ya sabes que el tuyo no va a nacer con vida, ver a otras embarazadas para las que todo trascurre con normalidad y escuchar el corazón de otros bebés que sí llegarán al mundo desgarra aún más.

De ahí que la sensibilidad en el equipo de profesionales y en los protocolos hospitalarios para recibir a estas familias sea imprescindible para no aumentar el sufrimiento de los padres. Si hay suerte, una vez en planta, no estarán ubicados en la de maternidad. Si no hay más remedio que instalarles allí, se intentará que sea la habitación más alejada. Una vez ingresados, comienza el tratamiento para inducir el parto. Porque la madre parirá, tendrá a su bebé como todas, solo que el suyo no llorará al nacer.

«En paritorio el trato suele ser muchísimo mejor —detalla Triviño—. Allí suele haber unas cajitas para guardar recuerdos, desde la huella del pie a un mechón de pelo. Y se les dejar ver a los bebés, hacerles fotos con ellos en brazos para que se las puedan llevar…».

En algunos hospitales, se ha llegado a acuerdos con asociaciones de familias que crean detalles que sirvan de recuerdo del hijo perdido: toquillas tejidas a mano o figuritas hechas por otras madres que también perdieron a sus bebés como gesto de sororidad y empatía.

La despedida

En todo el proceso desde que llegaron al hospital hasta que nace el bebé (el término técnico es mortinato), Nora ha estado acompañada en todo momento por Raúl. «En prácticamente todos los hospitales, en los protocolos de parto se acepta que las madres pasen acompañadas de sus parejas o de la persona que quieran». Los casos de muerte perinatal no suponen una excepción en ese proceder. «Incluso se habla de la importancia de que otros familiares puedan despedirse, especialmente los niños, para una mejor elaboración del duelo», aclara Triviño.

Con su hijo en brazos, han de pasar por el trance de la despedida. Y ese adiós no puede asociarse a un tiempo pautado por ningún reglamento. A priori, explica la matrona, debería ser el tiempo que los padres decidan y necesiten: una hora, un día, una semana… En países como Suiza e Inglaterra, y poco a poco se van implantando también en España, los hospitales cuentan con cunas térmicas de frío para preservar los cuerpecitos.

Ni siquiera debería servir como excusa para apremiar a los padres a despedirse de sus hijos la necesidad de analizar patológicamente qué ha podido ocurrir para que los bebés fallecieran. «Les explicas que, quizá, si pasa más de tanto tiempo, luego no se puede analizar alguna cosa de anatomía patológica», pero ya está.

«Lo que pasa es que, a veces, entra mucho la subjetividad del profesional. “Esto luego les va a crear trauma”, dicen algunos, ese paternalismo que existe en España. No es que haya un problema a nivel logístico ni a nivel de coordinación con anatomía patológica, sino que alguien considera que eso le va a hacer un daño terrible a la familia».

Tampoco se debe forzar a los padres a ver el cadáver de sus hijos, es algo que debe ser siempre decisión suya. «Antes no se permitía hacer fotos a los bebés muertos, les parecía una atrocidad. Ahora nos hemos pasado al otro extremo y hay madres que lloran porque se les ha obligado a verlo cuando no querían. Y lo que se consigue es generarles un sentimiento de culpa, como si no lo amaran por el hecho de negarse a verlo», denuncia la matrona.

Un buen acompañamiento del duelo, explica Triviño, pasa por respetar y entender el deseo y las necesidades de las familias y especialmente de las mujeres.

«La teoría dice que ayuda mucho verlo, pero en nuestras formaciones intentamos ayudar a las profesionales para que ese acompañamiento sea desde el respeto. Porque cuando meten mucha presión a los padres, aparecen sentimientos de culpa, de dolor por haberle negado ese último abrazo. Si ofreces un lugar seguro, con tiempo, decirle que vas a tener al bebé en otra salita bonita y que tú lo vas a acompañar mientras termina el proceso del parto, y que, sin prisa, cuando la madre quiera —si quiere—, puede pasar a verlo, ayuda mucho».

Y aquí, como en todo el proceso desde que se les da la terrible noticia, la información vuelve a ser fundamental. «Cuanta más información tengas, más facilitas el camino a los padres», confirma la matrona. Dónde podrán despedirse de sus bebés, cuánto tiempo podrán pasar con ellos, cuándo y cómo trasladar el cuerpecito a la funeraria… Un cambio en la legislación permite a las familias llevarse incluso los legajos de sangre de 14 semanas a una funeraria. También en este sector ya hay más sensibilización con la muerte perinatal.

«El duelo, para mí, es la vía de mejorar la calidad asistencial, porque todo el mundo empatiza», asegura Cristina Triviño. Por eso es fundamental entender qué ocurre en la cabeza y en el corazón de los padres, y muy en especial, de las madres. «Lo primero que necesitan unos padres es reconocer ese dolor. Yo no conozco un dolor más grande que la muerte de tu hijo. Y necesitan validar ese dolor, validar cualquier emoción», incide la matrona.

Una comadrona de duelo escuchará y no juzgará, porque eso genera confianza en las pacientes. La culpa es un sentimiento común en muchas madres. Culpa por sentir tristeza y dolor, cuando todo el mundo les pide implícitamente que lo superen retomando sus vidas y sus rutinas; culpa por odiar a su amiga o su vecina, cuyos embarazos ocurrieron a la vez y continúan con normalidad…

«Es normal sentir rabia cuando se ve a otra mujer embarazada o se ve un bebé en la calle. Por qué ellos tienen la suerte de tener a su bebé y tú no. Si tú, como profesional, entras en el juicio y les dices, “No, mujer, cómo vas a pensar eso, borra ese pensamiento”, has roto la comunicación. Por eso es imprescindible dotar de herramientas al profesional, revisar sus propios duelos, su propio concepto de la muerte…».

Al salir del hospital

Nora y Raúl abandonan el hospital para regresar a su casa. No es así como imaginaron que ocurriría, pero se han sentido abrazados y acompañados. La información no acaba con los pasos burocráticos que deben seguir para enterrar a su hijo. «También se les da folletos de asociaciones nacionales y locales que dan apoyo al duelo», completa Triviño. Y entre las recomendaciones que se les da a las madres, hay una en la que se hace mucho hincapié: «Se les suele dar indicación de que vayan a ver a su matrona tras el parto».

Esto último es fundamental. Porque las madres que han perdido a sus hijos de esta manera no se creen con derecho de acudir a su matrona. Así lo siente Nora también. Sin embargo, si no se visitan, el riesgo de infecciones y otros problemas de salud es mayor. A eso se suma el miedo que sienten de tener que sentarse en una sala de espera junto a otras mujeres felices con sus bebés o sus vientres llenos de vida. Es terriblemente doloroso para ellas.

«Lo suyo es garantizarles que les vas a atender a primera hora de la consulta o a última, para que no se encuentren con esas situaciones —explica la matrona—, aunque también hay que avisarlas de que hay imprevistos y podría ocurrir. Y las mujeres lo entienden. Pero que sepan que tú estás cuidando esos detalles ya es muchísimo para ellas».

El acompañamiento

«Para mí, la conexión con la naturaleza es una de las herramientas más potentes que tenemos porque es en lo poquito que podemos encontrar sentido a la muerte de tu hijo —sugiere Triviño—. Porque al pájaro también se le ha muerto su pájaro. Eso te ayuda a pensar que eres parte de algo más grande. Pero esta es una reflexión a la que los padres y las madres pueden llegar al cabo de meses de acompañamiento y de reconocer su valor».

Para establecer esos protocolos que ayuden a los padres a afrontar el duelo por la muerte de sus hijos y que pueda incorporarse definitivamente al sistema sanitario español la figura de la comadrona de duelo, es necesario no solo abrir la mente por parte de profesionales de la salud y Administraciones, sino contar con la opinión de familias que han tenido que pasar por ese trance.

«Para mí, la clave está en ellas, que sean las familias las que pidan. Que cuenten, si han tenido una mala experiencia, qué cosas les hubieran ayudado. En mi formación siempre siempre viene una familia para que explique qué les ayudó a ellos a afrontar el duelo y qué creen que debería mejorarse. Y hacemos una propuesta de mejora en mi propio lugar de trabajo».

Lo que ocurre en realidad

¿Qué se cumple actualmente de todo lo contado hasta ahora? Apenas una pequeña parte, aunque tal y como reconoce Cristina Triviño, cada vez hay más sensibilización hacia la muerte perinatal.

Esa sensibilización ha conseguido que se dejen de llevar a cabo prácticas terribles como meter los fetos cruz, aquellos bebés que fallecen dentro del útero, en tarros de formol en presencia de los padres. O derivar estos casos a profesionales sin experiencia que, por puro desconocimiento (también como autoprotección), actúan de manera demasiado fría e impersonal.

Triviño fue muy consciente de todo esto cuando asistió por primera vez a una formación impartida por una de las grandes referentes en muerte perinatal, la enfermera especializada británica Sue Steen. Una experiencia que, tal y como relata, le cambió la vida y que le ha llevado a dedicarse a enseñar en España lo que aprendió durante su etapa profesional en Reino Unido.

El esfuerzo conjunto de profesionales como Triviño y, muy en especial, de asociaciones de familias que han sufrido la pérdida de sus bebés ha sido fundamental para concienciar sobre este tema. Pero la formación en duelo perinatal, denuncia la matrona, sigue siendo muy necesaria, y ni está ni se la espera. De esta manera, se evitarían actitudes y comportamientos por parte del personal sanitario que pueden causar un daño tremendo a las familias

«Creo que a todas nos hace falta más formación, pero en muchas ocasiones [algunas matronas] lo manejan negligentemente. O no se atiende, o no se escucha, o lo hago con las herramientas que la vida me ha dado. Y claro, luego se cae en dar tu opinión o en decir “Sal, que te viene muy bien para animarte”. A ver, que se me ha ido mi motivo para vivir, a dónde quieres que vaya; fuera de mi cama y de mi sofá estoy perdida. Si tú no puedes acompañar la dureza tremenda de las primeras semanas…».

Se necesitan también más protocolos que guíen a los profesionales sobre cómo actuar. Alguno ya es realidad, como el de la Comunidad de Madrid, al que Triviño define como «fantástico». Pero el problema, se lamenta, es que son muchísimos los ginecólogos que no lo conocen y, por tanto, no lo aplican. Y algo fundamental: cuidar al que cuida.

Hasta ahora, cada profesional sale como puede. «Yo he propuesto siempre sesiones de equipo para poder abordar conflictos que hayamos tenido, que hagamos un trabajo conjunto primaria y hospitalizada, incluso con los servicios de salud mental. Y luego terapia para nosotros: cómo te has sentido con ese acompañamiento, cómo lo has llevado, etc.».

Porque no es fácil para los profesionales de la salud dejar el dolor en la consulta cuando vuelven a casa. Necesitan herramientas para afrontar estos casos, para aceptar que no siempre pueden ser salvadores. Y ahora mismo, cada profesional sale de ahí como puede y con sus propias herramientas.

«Yo me siento mucho más serena, con más herramientas para acompañar a una mujer en duelo que a otra que haya sufrido violencia obstétrica, donde me puede más la rabia. Hay cosas que te dejan sin palabras, pero yo, personalmente, con la muerte siempre pienso que forma parte de la vida. Por eso es importante el dónde te colocas, como profesional, frente a ella».

Pero, por el momento, es solo eso, una propuesta: no hay ningún plan desde la Administración para poner todo esto en marcha, ni siquiera formaciones oficiales para estos profesionales. Solo cuentan con la colaboración entre compañeras y compañeros y la mínima formación que permiten impartir a Cristina Triviño y su colega Beatriz Martín en centros de salud y hospitales.

Quizá la cada vez mayor demanda por parte de familias y sanitarios para atender con profesionalidad y empatía el duelo perinatal consiga, por fin, derribar el muro de los prejuicios y dar a ese dolor por la muerte del hijo no nacido la importancia que merece.

Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista. Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu. A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá. Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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