La corrección política —con todas sus buenas intenciones— puede tergiversar la historia de la misma manera que el Ministerio de la Verdad de 1984.
Idiocracia tiene una imagen irónicamente equidistante: Chaplin como Hitler. El cómico no es el protagonista de El gran dictador sino el líder del Partido Nacionalsocialista Alemán. Parece obra de un Trump que quisiera dejar para el futuro una tergiversación del pasado. Los ganadores y los demagogos, que encuentran en la mitología una vía fácil para aunar el descontento de la población, tergiversan el pasado.
Hay otra manera de hacerlo. Una manera cargada de buenas intenciones: la corrección política. Nunca tan a pelo la frase:
El infierno está empedrado de buenas intenciones
‘Los siete magníficos’: improbable grupo multirracial de mercenarios

Pienso en ello tras haber visto la nueva versión de Los siete magníficos con Denzel Washington en lugar de Yul Brynner. Una película entretenida —de un visionado y ya— aunque carente de la épica y la desesperación de la obra filmada por el portentoso John Sturges basada en la aún más agónica y profunda Los siete samuráis de Akira Kurosawa. (Conviene aclarar que en este caso Hollywood compró los derechos de la obra original).
Denzel Washington ejerce como Denzel Washington. Es lo que esperaba. El actor es la única razón que me llevó a ver Los siete magníficos dirigida por Antoine Fuqua, que tuvo al actor a sus órdenes en Training Day y The Equalizer. (Que Nic Pizzolatto —True Detective— reescriba el guion es casi anecdótico).
Al finalizar, se me vino a la cabeza la imagen de Chaplin-Hitler. Me pregunté si las nuevas generaciones son conscientes de la visión negativa que la América blanca del siglo XIX tenía de otras razas. (Y por extensión, la Europa de entonces).
Aunque la esclavitud había sido abolida en Estados Unidos años antes de los acontecimientos retratados en Los siete magníficos 2016, el racismo no se extinguió. De hecho, no se esconde en la América de Trump. (Por desgracia tampoco se esconde en Europa: señal de que son muchos los adeptos a la sinrazón).
Además de Denzel Washington, el grupo de mercenarios está formado por el coreano Lee Byung Hun, el nativo americano Martin Sensmeier y el mexicano Manuel García Rulfo. Junto a ellos, Chris Pratt, Ethan Hawke y Vincent D’Onofrio, que interpretan a personajes corruptos y criminales y por alguna u otra razón son viejos enemigos de los primeros. Sin embargo no hay enfrentamientos dentro del grupo. Apenas unas puyas más o menos amistosas. Parece que las viejas guerras pertenecieran al olvido.
El racismo parece una cuestión anecdótica
- A Denzel Washington no le sirven whisky hasta que coloca una moneda grande ante los ojos del dueño del bar.
- La amistad entre Hawke (reputado militar de la causa esclavista) y Byung Hun despierta curiosidad en los demás, pero no crea controversia. Esto es curioso porque a nadie parece extrañar que Washington (norte) y Hawke (sur) congenien.
- En el poblado de familias blancas y protestantes no hay recelos ante la presencia de los mercenarios ni escándalo porque un negro y un chino den órdenes.
Entre los villanos también hay una mezcla de razas e ideologías, eso sí, aunadas por el interés comercial.
‘Capitán América’: todos somos hermanos contra los nazis

En Capitán América, el primer vengador hay otro ejemplo de improbable diversidad racial en los años 40. El Capitán América comanda un grupo en el que forman parte un asiático y un afroamericano y hombres que intuimos uno italiano y otro escocés. El mensaje es evidente: América contra el terror. En este caso contra el terror nazi.
La realidad es que los soldados negros estaban destinados a tareas de mantenimiento. La élite militar blanca desconfiaba de los negros con armas.
Las mentiras de ‘La Dra. Quinn’
Realmente la diversidad racial no es nueva. Aparte de las mencionadas hay otras películas y series que muestran pasados más o menos armónicos. Pero de todas las producciones, la más tramposa quizá sea la serie La doctora Quinn (1993-1998), que cautivó a millones de espectadores dentro y fuera de Estados Unidos.
Negros, blancos e indios convivían en armonía en una pequeña población (Colorado Springs). Aquí una mujer era una doctora, algo improbable. Al menos de manera pública.
La historia recoge la figura de James Barry, mujer que se hizo pasar por hombre para ejercer la medicina en el ejército británico en el siglo XIX. En Estados Unidos Elizabeth Blackwell —la primera licenciada en Medicina— ejerció con trabas en Nueva York mientras la supuesta Dra. Quinn trabajaba en el duro Oeste con una actitud propia de Mary Poppins.
En Colorado Springs los problemas se resolvían en 60 minutos: los blancos y los negros eran más que amigos: hermanos. El Ku Klux Klan no arraigó. Los niños negros iban a las escuelas de los niños blancos. Los profesores no aplicaban castigos corporales. Los indios y los blancos convivían en perfecta armonía. La homosexualidad era un simple chismorreo.
La frase «El arte es una mentira que cuenta una verdad» no se aplica en absoluto en la Dra. Quinn. Las mentiras de esta serie no cuentan verdades: ocultan por completo el trato que las minorías raciales y los homosexuales recibían en el siglo XIX. Más que corrección política parece la reescritura de un funcionario del Ministerio de la Verdad de la novela 1984.
Sea por lavar culpas, torpeza o mercado, estas producciones que pintan pasados improbables podrían estar tergiversando la Historia. Hacer daño a la memoria de millones de víctimas.
Es cierto que frente a producciones recientes que endulzan el pasado hay otras que tratan de acercarse a la verdad. Sirvan como ejemplo Deadwood o Los odiosos ocho. Y también es cierto que ninguno de los que estamos leyendo esto vivió aquellos tiempos, pero basta revisar la filmografía del pasado para hacerse una idea. ¿Acaso encontramos en el cine clásico ejemplos de convivencia pacífica entre personas de distintas razas? No. Ni siquiera películas que trataran el racismo. Era uno de esos temas de los que no se hablaba.
La diversidad racial tiene sentido en ficciones ambientadas en el presente
En Westworld sí es creíble que haya un sheriff negro y que una mujer negra sea la dueña del salón en el que hay clientes de distintas razas. La recreación mecánica del Viejo Oeste es un parque temático donde el racismo no cabe.
Un ejemplo perfecto de diversidad racial y crítica al racismo la encontramos en la producción española de El Ministerio del Tiempo.
- El judío Abraham Levi escribió El libro de las puertas y su recompensa fue la hoguera hasta que el Ministerio lo salva.
- En Los refugiados del tiempo (3×10) los moriscos acaban en el presente huyendo de la persecución de Felipe III.
- La entrenadora de artes marciales de la joven Lola es una china nacida en España.
- En las calles de Madrid hay negros y musulmanes.
Javier Olivares y su equipo conjugan así la diversidad racial del presente a la vez que critica el pasado de persecución a las minorías.
Las batallas contra las desigualdades no se consiguen reescribiendo el pasado sino reescribiendo el presente y el futuro. Ni retirando libros incómodos. El pasado debe ser mostrado como lección.