El mono aullador es uno de los animales que, en relación a su tamaño, más fuerte grita. Su chillido puede alcanzar hasta los 128 decibelios y escucharse a 5 kilómetros de distancia. Mucho para un primate que pesa entre 4 y 10 kilos, con una longitud de 40 a 70 centímetros sin contar la cola. Llamada su subfamilia Alouattinae, el secreto de su característico aullido estriba en un aparato bucal altamente especializado. Las mandíbulas y los cartílagos de la garganta, entre los que destaca el hioides, un hueso situado entre la laringe y la base de la lengua, encima justo del esternón, son lo que le permite llegar a semejante potencia. Su hábitat va desde el sur de México hasta el norte de Argentina y hay catalogadas unas cuantas especies. Ahora, un grupo de científicos ha llegado a una conclusión llamativa. Entre estas diferentes clases de mono, cuanta más potencia tiene su voz, menos tamaño tienen los testículos.
«Los monos aulladores usan sus ruidosos rugidos en muchos contextos», explica en un correo electrónico Jake Dunn, uno de los autores de Evolutionary Trade-Off between Vocal Tract and Testes Dimensions in Howler Monkeys. «Tanto los machos como las hembras rugen, y lo hacen al amanecer y el anochecer la mayoría de los días». La teoría aceptada es que de esta manera las manadas regulan el uso del espacio y de esta manera evitan la competencia directa de otros grupos.
También rugen cuando dos machos se encuentran. Algunos, como el mono aullador negro, hacen como los leones. En caso de que un macho logre derrotar al alfa de un grupo, cuando toma posesión de sus nuevos dominios, mata a las crías del anterior jefe para que empiecen a criar las suyas. «Lo más probable», continúa Dunn, «es que hayan evolucionado su rugido para evitar tener que realizar los costosos viajes y las interacciones físicas directas». Su dieta, basada principalmente en hojas, les da una energía limitada, por lo que son bastante vagos y se pasan gran parte del día descansado.
Pero la clave aquí son los testículos del asunto. Las especies de monos aulladores cuyas manadas están compuestas por pocos machos tienen el hioide, vital en el grito, más grande, pero los huevos más pequeños, mientras que los grupos numerosos en individuos masculinos tienen más chiquitín el citado hueso y más grande el contenido del escroto. Para la comparativa, analizaron 9 de las 10 especies reconocidas por la ciencia clásica, realizando modelos en 3D de 255 hioides y métodos filogéneticos para calcular pesos, tamaño de la calavera, dientes… y por supuesto, testículos.
«Esto probablemente refleje los diferentes tipos de competición entre machos, ya que el primer caso, en el que un macho tiene un harén, este se enfrenta a otros machos que quieren hacerse con el control del grupo», argumenta Dunn. «En estos sistemas de apareamiento, los machos desarrollan diferentes sistemas de amenazas para luchar y asustar a otros machos, como cuerpos grandes, largos dientes… y el hueso hioides probablemente sirve al mismo propósito». En las especies con muchos ejemplares masculinos, la selección cambia desde la competición directa hacia la inversión en esperma. Al copular varios monos con la misma hembra, la lucha se produce entre los espermatozoides, en ver quién es el que consigue fecundarla. Ambos comportamientos son comunes en otro tipo de animales.
Este tipo de relación entre capacidad de amenazar y el tamaño de los testículos y el pene se ha observado en otros animales, como los pinnípedos -focas, leones marinos- o los cetáceos -delfines, ballenas-. Para Dunn, uno de los aspectos más interesantes de este asunto se encuentra en que los machos no parecen ser capaces de invertir en ambos aspectos. Es decir, o gritar mucho o mucho esperma. «Esto puede ser debido a que no se pueden permitir la energía», teoriza, «o que un grito muy profundo puede ser tan efectivo manteniendo alejados a los otros machos que no hay necesidad de invertir en tener los huevos grandes».
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