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Así se está globalizando el culebrón

Latinoamérica produce culebrones como España produce jamón. Las ‘telenovelas’ –así las llamamos por aquí— son como la bossa nova, el tequila o los futbolistas de élite: uno de los principales recursos de la región. Son la ficción local por excelencia, pero además se venden como churros a todo el mundo. Sin embargo, en los últimos tiempos otros países han comenzado a despuntar en la producción de estos megamixes de llanto, sexo, ocultamiento y traición.

Ante el embate de las foráneas, las telenovelas locales tiemblan.  La leona, un cóctel de pasión y peronismo fabril, y Los ricos no piden permiso, el programa donde nadie se afeita, son los éxitos argentinos del momento.  Y ambos están amenazados por las que llegan de sitios tan lejanos como Turquía o Corea. Incluso se rumorea que pronto llegará más competencia de China.

El fenómeno es tan extraño como si Cuéntame (la serie española sobre la Transición) fuera exportada a Camboya y, allí, Imanol Arias y Ana Duato se convirtiesen en sex symbols asiáticos. Suena improbable, así que por ahora mejor seguir exportando jamones. Sin embargo, que las series extranjeras estén avanzando sobre Sudamérica es realmente inaudito.

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Pero que algo sea improbable no impide que ocurra. Por eso el actual sex symbol de la televisión argentina es Onur, el protagonista de la telenovela turca Las mil y una noches. En cuanto a los personajes del culebrón coreano Jardín secreto aún no han adquirido estatus de sex symbols porque seguimos sin poder diferenciar a un personaje de otro. Ni por nombre ni por cara.

Onur, el turco de la mirada láser, interpretado por Halit Ergenç, se ha robado el corazón de las mujeres  argentinas. Así como las de Colombia, Ecuador, México, Chile, Brasil, Uruguay, Puerto Rico y muchísimos  países más. Allí donde se emitió, la novela arrasó con los niveles de audiencia. Tanto que las mamás recién paridas corrían desesperadas al registro civil a bautizar y a nombrar a sus hijos ‘Onur’. O Sherezade, su coprotagonista.

Onur – Las mil y una noches
Onur, protagonista de Las mil y una noches

Además de miradas penetrantes, las series turcas traen consigo el erotismo oriental: caricias por doquier, insinuación apasionada, y ante todo un respeto por las formas que, al menos en Argentina, brilla doradamente por su ausencia. Algo así como el porno para mujeres, elegante pero sin salir del bajo coste. La serie coreana, en cambio, es un producto de lujo. Filmada en exteriores y en localizaciones ultramodernas, Jardín secreto es la historia de un millonario joven que se enamora de una doble de riesgo experta en artes marciales. La novela funciona gracias a la bipolaridad clásica pasión-odio, pero además suma escenas de acción, buenas dosis de humor y música pop.

El jardín secreto
Jardín secreto

El impacto de estos nuevos culebrones ha sido formidable. Los televidentes llevamos un siglo consumiendo cine estadounidense y varias décadas tragándonos sus series. Y hoy, pese a la llegada de Netflix, seguimos consumiendo cultura gringa como si fuera nuestra.

Cuando se estrenó Narcos, una serie americana sobre Pablo Escobar y el cartel de Medellín, en Argentina ya habíamos visto El patrón del mal, la serie original, y nos había gustado mucho más. ¿Por qué? Porque el Pablo de la producción colombiana era feúcho, hablaba en colombiano, vivía en medio de lujos cutres y le metía los cuernos a su mujer sin el menor atisbo de moralina protestante.

Naturalmente, El patrón del mal era casi un culebrón. Todo en Sudamérica lo es. Pero cada vez más las convenciones de la telenovela se salen de madre y se derraman sobre los demás géneros. A su vez, la globalización ha contagiado nuestros contenidos de tics importados: ahora vemos más acción y más humor. Y son multitarget, es decir: resultan interesantes a todo el espectro de televidentes. Y en otros países en desarrollo está sucediendo algo parecido.

 

El patrón del mal
La reina del sur

Si uno mira bien verá que el mundo mismo se ha vuelto un poco culebrón, y House of Cards y Juego de tronos no escapan a ese hecho. La diferencia es que en nuestras telenovelas los protagonistas intentan escapar de la pobreza y alcanzar por fin el bienestar, mientras que en los culebrones del primer mundo los personajes luchan con uñas y dientes para no ser expulsados del poder. Quizá para no acabar en el mundo en desarrollo.

Muchos no estarán de acuerdo con la comparación entre culebrones y dramas. Pero ¿hay grandes diferencias entre Downton Abbey y el filme Gosford Park? No. Solo la cantidad de vicisitudes que sobrevienen a los personajes, la sutileza en el enfoque y el ritmo, que permite que unos acontecimientos no entierren inmediatamente a los otros. En resumen, la calidad del relato.

Downton Abbey
Gosford Park

A los ingleses les fascina el mundo de entreguerras y a los norteamericanos, mostrarnos sus clases altas siliconadas. A todos los demás solo nos queda envidiar a nuestros ricachones nativos: terratenientes, industriales y narcohéroes. Y aunque el conflicto social siempre está presente, nunca se lo muestra desde la política sino desde la perspectiva de una cenicienta maltratada o su equivalente masculino. Igual que en Gosford Park, estamos ante un mundo dividido.

Ya en el 2013, Obitel (la FIFA del mundo del culebrón) detallaba que Brasil, con sus 35 producciones, México (34) y Argentina (32) eran los países que más teleficciones producían. Venezuela, que antes lideraba esa lista, apenas había producido 4 programas y ninguno de ellos figuraba entre los más vistos en América Latina. Pero el resto del mundo clama por más telenovelas y turcos y coreanos se apresuran para suministrarlas. Si el reggaetón es el rap latino, el culebrón es nuestro Breaking Bad.

Los dramones clásicos Dallas y Dinasty marcaron el último estertor de la telenovela estadounidense. Pero un centenar de producciones de éxito mundial han venido a llenar el hueco: Pasión de gavilanes (Colombia), vista en 40 países; ¿Qué culpa tiene Fatmagül? (Turquía), vista en 43 países; y el superéxito carioca Avenida Brasil, visto en 61 países. Suiza inclusive.

Qué culpa tiene Fatmagül

La industria de la furia y el revolcón no solo produce dinero, también se ha colado en el poder y hasta en la academia. En 2015, Obitel realizó su encuentro anual en la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Católica de Chile. Porque si los hombres ven el fútbol para distraerse, las mujeres ven telenovelas para olvidar a sus hombres. Todos lo hacemos para olvidar nuestros problemas, en Sudamérica o en Suiza. Tal es el peso de esta industria y su utilidad política.

Silvia Pellegrini, decana de Comunicaciones de dicha universidad, subrayó que la cumbre del culebrón «significa que se ha enraizado en nuestras culturas, en nuestra identidad académica y en la vida de la tv de Iberoamérica. Ha generado modos de hacer, mirar y medir una cantidad de cosas que no sabíamos. Y espero que nos den las pistas para mirar la televisión iberoamericana con nuevos ojos, puesto que esta industria está necesitando de nuevas perspectivas».

¿Un cumplido y a la vez una advertencia? Quizá la decana y portavoz expresaba su temor ante la inminente llegada de los culebrones chinos. En cualquier caso, será mejor estar preparados. Porque los chinos, como los ricos de las telenovelas, tampoco piden permiso.

Por Claudio Molinari

Claudio Molinari es escritor.

9 respuestas a «Así se está globalizando el culebrón»

Hola, excelente artículo, es verdad que las mil y una noches arrasó en brasil, estuve alli un tiempo y las mujeres estaban fanaticas, incluyendo a mi madre 🙂

p.s. Hay un error. La gente esta acostumbrada a referirse a todo lo que es de brasil como «carioca» pero esta expresión se refiere solo a lo que es «RIO DE JANEIRO». El resto del país no es ni se identifica como carioca. Estaría bien corregirlo, a no ser que te refieras a Avenida Brasil como una telenovela de Rio, y no brasileña. 🙂

Hola, excelente artículo, es verdad que las mil y una noches arrasó en brasil, estuve alli un tiempo y las mujeres estaban fanaticas, incluyendo a mi madre 🙂

p.s. Hay un error. La gente esta acostumbrada a referirse a todo lo que es de brasil como «carioca» pero esta expresión se refiere solo a lo que es «RIO DE JANEIRO». El resto del país no es ni se identifica como carioca. Estaría bien corregirlo, a no ser que te refieras a Avenida Brasil como una telenovela de Rio, y no brasileña. 🙂

Bonjour à tous,tout à fait d’accord avec toi Martin, tout est simple donc tout est compliqué à expliquer …Vive Martin et vive ce blog.PS : en passant, un chti vive le blog.lemonde.fr A+

Nice tips, Tom. I can think of plenty of sites who would benefit from #1 (GoDaddy comes to mind). It’s amazing how many sites try so hard to up-sell you that they risk losing the original sale with a long, frustrating checkout page.I have to disagree a little bit with #3-2, though – I’m afraid that picture would give me nightmares

Du bist so super, und ich liebe deinen Blog. Habe mir gestern die erste Packung gekauft. Auch die mit Milchcreme, obwohl ich ja alle beide Sorten mag. Früher gab es die mal gemischt, 2 Schoki und 2 Milchcreme in einer Packung. Und jaaa, ich habe auch schon überlegt, was man mit diesen Eierpackungen machen könnte…glg, Juli

Wojciech Czarniecki pisze:W sÅ‚usznej sprawie, nadmierny retusz.Tu chodzi o hierarchiÄ™ wartoÅ›ci. A ocena ma źródÅ‚o w doÅ›wiadczeniu. Dla kogoÅ›, kto przeżyÅ‚ caÅ‚e życie w socjalizmie czÅ‚owiek bogaty to ten co wyrwaÅ‚ najwiÄ™cej z wspólnego kotÅ‚a kosztem innych. Natomiast wychowany w ameryce wie że bogaty ciężko pracujÄ…c sam sobie skÄ…piÅ‚, oszczÄ™dzajÄ…c (pomijam fenomen „gwiazd”).

Que vato tan payaso… Mauricio Herrera es bun comediante, ojalà no vuelva a darle chamba a este pendejo, và que vuela a superar las pendejadas del viejito raboverde de su padre.

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