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De ‘Cats’ a ‘Annette’: ¿Ha renacido el género musical?

«So, may we start?». En la primera secuencia de Annette (2021), el propio director, Leos Carax, aparecía en pantalla invitando a comenzar el show. Toda una parafernalia metacinematográfica que a nuestros oídos suena a la mercuriana The Show Must Go On, cuando los intérpretes entonan el verso «High time to start». Es el mejor momento para comenzar.

Desde el fin del confinamiento —que no de la pandemia—, mucho se ha comentado acerca de la película-evento indicada para salvar el cine, aquella que nos animará a todes a acudir a las salas, en rescate de una industria cultural resentida desde el comienzo de la crisis. Películas como Tenet (C. Nolan, 2020), Wonder Woman 1984 (P. Jenkins, 2020), Dune (D. Villeneuve, 2021)… han sido propuestas que transitan por un mismo filtro de espectacularidad digital y visual.

Annette (2021)

Pero más allá de estas épicas megaproducciones (algunas de las cuales tampoco han recaudado todo lo que se esperaba de ellas), productores, distribuidoras e incluso plataformas de video on demand tienen la vista puesta, como hacía tiempo que no sucedía, en otro tipo de espectáculos (redoble de tambor y pasos de claqué): los musicales.

¿Estamos asistiendo a una nueva edad dorada de este género? Y en ese caso, ¿fue la fatídica Cats (T. Hopper), estrenada en diciembre del 2019, el final y a su vez el comienzo de una nueva era de las películas musicales?

IT’S SHOWTIME, FOLKS!

Podría no significar nada o podría estar recogiendo el substrato de la época en la que vivimos, pero hasta el Festival de Cannes inauguró su edición —después de cancelar la anterior debido a la crisis del covid-19—, con Annette, un musical atípico, amargo, ¡y europeo! Pero un musical, al fin y al cabo, con sus personajes expresando sus sentimientos por medio de melodías y su juego tradicional en el que la música forma parte intrínseca de la narración.

Desde la premiere de Moulin Rouge! (B. Luhrmann, 2001), película importante para el género del nuevo milenio, la meca francesa del cine no apostaba por un musical para su inauguración. Y desde entonces ha llovido bastante. Hace unos años podíamos catalogar cada temporada por el estreno de una producción potente y su apreciación consecuente por parte de los académicos a la hora de nominarlos a todos los premios. Recordamos «el año de Chicago» o «el año de La La Land» (¿cómo olvidar aquella infartada gala de los Óscar?).

Pero este 2021 no damos abasto. ¿Será el año que recordaremos por el estreno de Annette? ¿O el de En un barrio de Nueva York? ¿O definitivamente, por el del esperado remake de West Side Story en manos de Steven Spielberg?

WEST SIDE STORY (20th Century Studios)
WEST SIDE STORY (20th Century Studios)

Y ahí no acaba todo. Otras producciones han pasado o tienen pendiente pasar por cartelera u otras vías de manera más discreta, como el malogrado debut de la cantante Sia como directora de Music, estrenada en cines; Querido Evan Hansen (S. Chbosky), adaptación de la obra de Broadway encargada de inaugurar el Festival de Toronto, también con un terrible recibimiento por parte de la crítica y el público; Vivo (K. DeMicco y B. Jeffords) y Arlo, el chico caimán (R. Crego) en el campo de la animación en Netflix; o la Cenicienta, de Kay Cannon y Todos hablan de Jamie, de Jonathan Butterell, en Prime Video, por citar algunos ejemplos.

CINDERELLA    Photo: Kerry Brown
EVERYBODY’S TALKING ABOUT JAMIE

En España también Nacho Álvarez y Secun de la Rosa han aportado sus dosis de karaoke benidormense con sus respectivos debuts: Explota Explota, con canciones de la ya legendaria Raffaella Carrá; y El cover, que también parte de emblemáticas canciones del pop nacional e internacional. Son malos tiempos para los haters de los musicales.

AL MAL TIEMPO…

Si algo nos enseñó Gene Kelly es que a mal tiempo, mejor cantar bajo la lluvia.

Desde su nacimiento a partir del cine sonoro, el género siempre se ha presentado como un paraguas —por citar a Mary Poppins o a Jacques Demy—, un parapeto onírico y escapista de contagiosa actitud para transformar los conflictos en canciones y para celebrar las fantásticas ensoñaciones.

[pullquote] ¿Será 2021 el año que recordaremos por el estreno de Annette? ¿O el de En un barrio de Nueva York? ¿O definitivamente, por el del esperado remake de West Side Story en manos de Steven Spielberg? [/pullquote]

No sería la primera vez que el musical se presenta como revulsivo de un estado de ánimo agotado, y mucho menos como flotador de la crisis financiera de los estudios hollywoodienses. A raíz del Crack del 29 en Estados Unidos, los musicales de la Metro Goldwyn Mayer continuaron proliferando bajo la inercia de la experimentación con la recién parida tecnología del sonido. ¡Hasta 200 musicales llegaron a estrenarse en poco más de 5 años!

De pronto, al público dejó de interesarle que la realidad de aquellas películas se pareciese tan poco a la suya y que sus guiones repitiesen la misma fórmula una y otra vez. Los estudios de Warner Brothers, por su parte, lanzaron La calle 42 (L. Bacon, 1933), que trataba de solventar las distancias acercando los problemas sociales de sus personajes a la realidad que imperaba, sin dejar de lado el sentido por el espectáculo. Su buena respuesta por parte del público, junto con la de Vampiresas 1933 (M. LeRoy, 1933), les salvó de la quiebra inminente.

Sonrisas y lágrimas (1965)

«Así es como Sonrisas y lágrimas (R. Wise, 1965) salvó también a la Fox de la bancarrota», afirma Juanjo González, director de la sección regional española del portal BroadwayWorld, adelantándose en el tiempo y hablando sobre unos estudios que también transitaron el borde del abismo después del fracaso de su Cleopatra (J. L. Mankiewicz, 1963).

SONRISAS Y STREAMING

Los espectáculos teatrales tuvieron que interrumpirse durante la amenaza pandémica, pero los musicaleros no han tenido descanso. Ya saben, por aquello de you can’t stop the beat! Durante los meses de encierro en 2020, la cuenta de YouTube The Shows Must Go On! ofreció cada fin de semana a su más de un millón de suscriptores las grabaciones en directo (o pro-shots) de un musical del West End o Broadway, con la finalidad de recaudar fondos para diferentes causas benéficas relacionadas con la situación de desempleo de la escena teatral.

De esta manera, desfilaron por el portal la gran mayoría de historias del compositor Andrew Lloyd Webber, como Jesucristo Superstar: Live Arena Tour (L. Connor, 2012), El fantasma de la ópera en el Royal Albert Hall (N. Morris, L. Connor, 2011) o Love Never Dies (B. Sullivan, S. Phillips, 2012), pero también otras TV movies como The Sound of Music Live! (B. McCarthy-Miller, R. Ashford, 2013) o Hairspray Live! (K. Leon, A. Rudzinski, 2016), con la cantante Ariana Grande en el papel de Penny como gran reclamo.

Sin embargo, fue la astucia de un ratón la que predispuso la trampa más grande. Con su propia plataforma recién estrenada casi mundialmente y ante la tentativa de que millones de personas estuviesen retenidas en casa, Disney no perdió la oportunidad de sacar toda su artillería un día antes del 4 de julio (Día de la Independencia estadounidense), adelantando el estreno previsto de Hamilton (T. Kail, 2020), la multipremiada obra de Broadway de Lin-Manuel Miranda sobre uno de los padres fundadores de los Estados Unidos. La obra fue grabada en el Teatro Richard Rodgers en 2016, pero no fue hasta febrero de 2020 cuando Disney consiguió sus derechos de distribución.

HAMILTON
HAMILTON

El lanzamiento de la #Hamilfilm fue un éxito sin precedentes que generó un fandom todavía más grande del que ya contaba la obra de Broadway. El porcentaje de descargas de la aplicación de Disney + aquel fin de semana aumentó un 72% con respecto a las semanas pasadas, según el portal IndieWire, y la revista Variety anunció que la obra fue uno de los contenidos de streaming más vistos en 2020.

HAY UN HOMBRE EN BROADWAY QUE LO HACE TODO

La llegada de Hamilton a todos los hogares no tiene únicamente un valor analítico, sino también cualitativo en cuanto a actualización del género se refiere. Si el coreógrafo Busby Berkeley avivó el gusto de los musicales con sus modernas puestas en escena en la década de los 30, Lin-Manuel Miranda podría considerarse el motor de cambio más popular en el género contemporáneo.

«Es el nuevo Rodgers y Hammerstein», comenta González, en referencia a los compositores de importantes obras de Broadway como Oklahoma! o Sonrisas y lágrimas. «Como compositor, es una de las personas que ha revitalizado el género porque no puede amarlo más; y como productor, entiende que es cultura, pero que se debe pensar en ella como un negocio».

Miranda ha sabido ganarse al público y la crítica al forjar su carrera en torno al concepto de las raíces culturales, aunando en sus obras problemáticas de escasa representación hasta la fecha y convirtiéndolas en un hitazo. A través de Hamilton, su obra magna, subvirtió la narración de la historia estadounidense a golpe de rap, hip hop y un elenco esencialmente de orígenes latinos y afroamericanos. George Washington nunca había sonado tan blues como en la voz de Christopher Jackson. Ello no solo le abrió las puertas de Hollywood como actor, productor y también director —su ópera prima Tick Tick… Boom sobre la obra inspirada en la autobiografía del compositor de Rent Jonathan Larson, protagonizada por Andrew Garfield, tiene previsto su próximo estreno en Netflix—, sino también las puertas de Disney en calidad de compositor.

«El momento en el que pisó los estudios de Disney fue clave en su carrera», explica González. Desde hace siete años, Miranda no ha parado ni un segundo en la factoría: se suman en su haber las bandas sonoras de Vaiana (2016), El regreso de Mary Poppins (2018) y Encanto (J. Bush, C. Castro Smith, B. Howard), a estrenar este año. 2021 es el año que más ha recolectado sus frutos, con En un barrio de Nueva York —adaptación en manos de Jon M. Chu de la obra con la que conquistó Broadway y de la que ahora ha trabajado como guionista, junto a Quiara Alegría Hudes—, y el estreno en Netflix de la cinta de animación Vivo, en cuyas canciones llevaba trabajando desde hacía diez años.

Encanto © 2021 Disney. All Rights Reserved.

LA EXTRAORDINARIA PLAYLIST DE LAS SERIES

La pequeña pantalla ha sabido resistir el tirón y desmarcarse como un formato lleno de posibilidades a la hora de hacer evolucionar el género. La división por capítulos de las series resulta ser una estrategia infalible para alargar las narraciones, y la dilatación de las escenas mediante números musicales solo puede jugar a favor.

Acostumbran a ser historias de escasas temporadas que llegan a explotar demasiado su fórmula, pero que, con mimo y una audiencia bien cultivada, puede llegar hasta la 4ª temporada, como fue el caso de Crazy ExGirlfriend (R. Bloom, 2015), o incluso de Glee (R. Murphy, B. Falchuk, I. Brennan, 2009), con seis temporadas y todo un ejército de fans a sus espaldas.

Durante los primeros meses de pandemia, las plataformas jugaron una baza importante con el estreno, por ejemplo, de High School Musical: The Musical: The Series (T. Federle) por parte de Disney +, una expansión de la saga que da nombre al primero de los títulos de este coming-of-age de estudiantes amantes de las películas originales de Zac Efron. O con el lanzamiento de La playlist extraordinaria de Zoey (A. Winsberg, 2020) en la NBC estadounidense y en HBO España, sobre una chica capaz de leer el pensamiento de sus colegas a través de números musicales.

Por su parte, la artista Sara Bareilles reflexionó sobre la industria musical mediante dos proyectos de serie: Girls5eva (M. Scardino, 2020) para el canal Peacock y Little Voice (S. Bareilles, J. Nelson, 2020), para Apple TV. Esta última plataforma también fue la encargada de emitir Schmigadoon! (C. Paul, K. Daurio, 2021), todo un canto de amor hacia el género con parodias y grandes referentes a los musicales concentrados en un pueblecito misterioso al que llega una joven pareja en crisis.

Schmigadoon!

Y aunque en España las series musicales no han terminado de encajar del todo bien —recordemos el fracaso de audiencia de ejemplos como Paco y Veva (J. Pavon, G. Jiménez, 2004)—, el director mexicano Manolo Caro, responsable de La casa de las flores (2018), la cual ya jugaba en algún momento memorable con el género musical, se enfrenta a la heroicidad (o chifladura) de sacar adelante la serie Érase una vez… pero ya no, de próximo estreno en Netflix.

La televisión en streaming apunta como una zona de experimentación donde el género podría encontrar un nuevo hogar, en el caso de que disminuya de nuevo el interés de las grandes salas por algunos proyectos demasiado entusiastas pero de difícil reclamo.

Cabrá cuestionarse la estabilidad de esta nueva situación, pero si el auge de musicales diferentes entre sí, lúcidos y sombríos, en teatros o en platós, en el cine o en la tele, contesta a una reacción del estado anímico de la industria audiovisual, bienvenidas sean las artes curativas que siempre funcionan como el reprise de una buena música.

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