El oscuro objeto de deseo que amenaza los fondos marinos

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En este planeta vivimos de prestado. Y cada vez hay menos dudas de que las consecuencias de nuestro desarrollo sobre el medio que nos rodea no son precisamente positivas.

Constituimos un 0,01% del total de la biomasa de la Tierra y aun así somos la especie con mayor impacto sobre el medio ambiente. También sobre todas las demás especies. Y, ahora que enfrentamos la revolución verde como requisito imprescindible para evitar un homicidio ecológico, eso nos obliga a observar todas nuestras acciones desde el punto de vista medioambiental. Y, una de las acciones que tenemos que analizar con mayor urgencia es la de la minería submarina. 

Ese es el punto de partida de Deep Rising, el documental sobre minería submarina que inaugura la 9ª edición del festival sobre progreso sostenible Another Way Film Festival, que se celebra del 18 al 25 de octubre en Madrid y en formato online. La película, dirigida por el canadiense Matthieu Rytz, se proyectará en la Cineteca de Madrid el día 18 de octubre. Las entradas están disponibles aquí.

Las rocas de la discordia

Todo empieza con los nódulos polimetálicos. Estas rocas, oscuras, del tamaño de un puño, se encuentran en el fondo del mar, y entre sus componente se incluyen niveles elevados de materias primas como litio, grafito, níquel o cobalto, todos ellos, elementos con dos características en común. La primera, que son elementos, en general, escasos en la Tierra y muy mal repartidos geográficamente. La segunda, y quizá la más importante, que son materiales críticos para la fabricación de baterías.

Y, si en 2023 ya tenemos una imperiosa necesidad de baterías, en el futuro esta demanda va a seguir aumentando y, además, lo hará a un ritmo considerable, llegando a multiplicarse (de media) por 30 de cara a 2040. El papel de las baterías en la transición energética es crucial y sin la capacidad para fabricarlas a mansalva, la desintoxicación de los combustibles fósiles es prácticamente imposible.

Estamos demasiado limitados por nuestras necesidades energéticas. En ese contexto, y, según algunas estimaciones, vamos demasiado lentos. A mediados de esta misma década podrían empezar los problemas de suministro de este tipo de elementos y con ellos, la escasez de baterías.

Según un estudio del portal Benckmark Mineral, para cubrir la demanda de baterías de aquí a 2035 haría falta que se descubriesen 384 yacimientos de grafito, litio, níquel y cobalto. Un número que no varía demasiado ni asumiendo que de aquí a entonces seamos capaces de mejorar la circularidad de nuestras economías.

De ahí, en parte, el furor que despierta la minería de nódulos polimetálicos. Podría ser una solución a un problema que está llamando a nuestra puerta.

El peligro para un ecosistema único

Así, Deep Rising pone el foco en un problema que es increíblemente concreto, y al mismo tiempo, bastante desconocido. De un lado, tenemos nuestra imperante necesidad de baterías, y del otro, que una de las soluciones que tenemos a nuestro alcance podría poner en riesgo (todavía más) el medio que nos acoge. 

La minería de nódulos polimetálicos se lleva a cabo con maquinaria industrial submarina. Las máquinas de recogida, teledirigidas, recorren el fondo marino y recogen los nódulos con una aspiradora. Al hacerlo, además de verter residuos, interfieren con la vida submarina que se desarrolla sobre y en torno a los nódulos.

Un ecosistema que, por su especificidad, ha producido la acumulación es estos nódulos, pero que por la misma razón, configura un equilibrio ecológico muy frágil. Y la realidad es que hoy no sabemos casi nada de cuáles podrían ser los efectos de la minería submarina sobre este ecosistema. 

El riesgo nace de que «estamos conectados al océano», como enuncia el narrador del documental (que no es otro que Jason Momoa, el Khal Drogo de Juego de tronos y padrino habitual de causas medioambientales). El equilibrio ecológico de la Tierra depende de los mares y se ve profundamente influido por ellos, de la misma forma en la que se ve influido por la desertificación de las grandes masas vegetales.

En el fondo del océano están alojados un conjunto de sistemas que influyen, a su vez, sobre otra multitud de sistemas, en una cadena que va, prácticamente, desde el núcleo de la tierra hasta el último metro de atmósfera.

Las condiciones en las que trabajan esos sistemas, por su localización en las profundidades abisales, han sido durante milenios tremendamente estables. Gracias a ello, han permitido la evolución y supervivencia de organismos como los corales, que a pesar de su relativa fragilidad (el aumento de las temperaturas marinas supone un riesgo mortal para ellos) han sido capaces de sobrevivir durante miles de años.

El fondo marino está plagado también de microorganismos. Llenos hasta el punto de que podrían representar hasta un 90% de la biomasa oceánica. Pero, además, estos organismos tienen un papel crucial en los ciclos que atraviesa la materia, participando activamente en las transformaciones de los diferentes elementos. Y, con ello, en la cadena sistémica que da origen a todo lo que hay en el planeta y en el manteniendo del equilibrio medioambiental.

Estos riesgos, que la minería submarina podría suponer para los ecosistemas oceánicos, han provocado que diversas organizaciones y grupos ya se hayan posicionado en contra de permitirla. El Parlamento Europeo y una nutrida lista de países (España y Chile, entre ellos) también se han posicionado en contra. Defienden la necesidad de acumular más conocimiento antes de comenzar a recoger nódulos polimetálicos a gran escala.

Al mismo tiempo, algunas empresas también han anunciado que no quieren tener nada que ver (al menos de momento) con la minería submarina. En este grupo están Microsoft, Google, BMW y Volvo, con su negativa a utilizar metales extraídos del fondo marino. 

Deep Rising

Así, nos enfrentamos con un dilema importante. De un lado, tenemos nuestra adicción energética y, del otro, la protección del fondo marino. Y, entre uno y otro, el hecho de que, en realidad, no tenemos la capacidad ni los conocimientos como para predecir los efectos que podría tener la minería de nódulos polimetálicos.

Este es el gran dilema que encara Deep Rising, el documental sobre minería submarina que inaugura la 9ª edición de Another Way Film Festival. Pero el documental, que se presentó en la última edición de Sundance, va más allá, sumergiéndose en las intrigas políticas que se han generado alrededor de este tipo de minería submarina.

Unas intrigas que incluyen a gobiernos, empresas y organizaciones internacionales. Cada cual con sus intereses y tensiones internas. Todas ellas girando sobre una cuestión que nos afecta a todos. Y de la que, para saber más, lo mejor es pasarse por Another Way Film Festival.

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